Ahora resulta que la libertad de expresión y el respeto a los medios de comunicación se llama de otro modo, civilidad democrática escuché decir al vocero del presidente electo, cuando trató de explicar los dislates de López Obrador contra Carlos Loret.
Son los tiempos del desorden y el desconcierto de las Fake News o noticias falsas con Donald Trump como su principal usuario, promotor y ahora imitado por gobernantes autoritarios y populistas; pero la realidad es que en México la libertad de expresión y el respeto a los medios no necesitan que les inventen vericuetos, ni que saquen historias del baúl de las desgracias, existen o no.
Quienes vivimos los tiempos del periodismo controlado, acosado, agredido, y cómo no, a veces vendido; también podemos dar fe del cambio que se registró hace por lo menos 25 años.
No se pueden dejar de lado los asesinatos de periodistas que se han sumado a la estadística nacional; por otra vía van las querellas de algunos periodistas con sus medios.
No hay mucha distancia entre la descalificación constante que el presidente de Estados Unidos hace de los medios de comunicación y las críticas que el presidente electo ha venido lanzando contra periodistas y analistas desde hace varios años; uno supondría que el estatus que tiene ahora a un mes de asumir la Primera Magistratura, asumiría el papel que corresponde a un Jefe de Estado; por lo pronto no es así.
Es importante hablar del tema porque México también se encuentra dividido, confrontado, no hemos salido de la polarización emanada de la contienda electoral. Y es importante porque coincide con los dos episodios de terrorismo registrados en Estados Unidos la semana pasada: tanto el envío de explosivos a políticos y celebridades por un lunático seguidor de Trump y el asalto de un desquiciado racista contra una comunidad judía en Pittsburgh con saldo de once muertos.
Trump ha propiciado un caldo de cultivo que ha radicalizado posturas, porque a diario ofende minorías, enfrenta grupos socioculturales, descalifica liderazgos, le falta al respeto a quienes no están de acuerdo con lo que hace y no tiene reparo en inventar noticias.
Quien puede lo más, puede lo menos, reza el principio del derecho y López Obrador y su equipo tendrán que entender que la libertad de expresión nos la hemos ganado los mexicanos, que la crítica y las diferencias de opinión son parte de la democracia y de los contrapesos al poder.
México no se inventó el 2 de julio ni comenzará el 1 de diciembre, Andrés Manuel López Obrador alcanzó un triunfo contundente e indiscutible, con legitimidad rendirá protesta; pero sin perder de vista que hay otros dos poderes, organismos independientes y, desde luego una opinión pública que también se ha ganado su lugar, porque solo respetando la legitimidad de quien fue votado y respetando el papel que les corresponde a los otros actores políticos, sociales y económicos saldremos de la división en que estamos inmersos; de lo contrario lo vamos a lamentar y mucho.
Consultas
Pedir la opinión ciudadana no es el problema. El problema es que se haga mal y fuera del marco de la ley, Morena tiene todo para hacer las reformas que proponga el ejecutivo. A lo que no nos debemos acostumbrar es al autoritarismo, al chantaje ni al maniqueísmo. Tal vez el presidente electo no se ha dado cuenta, pero la consulta enfrentó aún más a los mexicanos.