Carlos Ferreyra
Dicen que la primera víctima en un conflicto bélico es la verdad. Rigurosamente cierto y lo estamos apreciando con el comportamiento social de los mexicanos en esta guerra intestina desatada por las ambiciones desaforadas de un señor que, finalmente y aunque ya al borde de rendir cuentas al creador, logró su sueño de vida: ocupar el cargo de Presidente de la República, que no equivale necesariamente a gobernar desde la Primera Magistratura.
Explico: para Andrés Manuel López Obrador, ha sido imposible abandonar su vertiente de Peje. Sostiene las mismas patochadas, repite iguales despropósitos de sus 18 años de campaña y mantiene la actitud intransigente que siempre lo ha caracterizado. Lo mismo dice las mentiras descaradas que cuando le son desmentidas guarda silencio y envía a sus corifeos a realizar un ataque masivo, siempre bajo las mismas sinrazones: ya supérenlo, peñabots, prianistas, perdieron el chayo…
1.- En la contraparte no están mejor. Encuentro en la pantallita de feisbook un texto suscrito por delicada dama que pide sin más que Dios le sirva de arma asesina y se deshaga de López Obrador, no le permita llegar al primero de diciembre. La señora es cristiana de religión y con sus contlapaches convoca a una oración multitudinaria para pedirle al Ser Supremo el fallecimiento del presidente electo. La cauda de apoyos sorprende, alguno recuerda los problemas cardiacos del político tabasqueño y expresa su esperanza de que por ahí se ejecute la petición masiva al Señor de los Ejércitos.
Si no hubiese sido ampliamente difundida la convocatoria, difícilmente creeríamos en tal falta de piedad cristiana. No soy creyente pero me crié en un ambiente semireligioso en el que había que asistir a la doctrina en el templo del barrio, y además ir a clases especiales de religión con la madrina (de nombre Virgen, para acabarla de caracterizar).
Recuerdo entre las muchas enseñanzas que era pecado mortal desear el mal para otros. Y la muerte, jamás. Había que creer en el poder de la oración, cierto, pero canalizar ese poder hacia cuestiones de interés personal también se consideraba pecado mortal. Desde luego hablamos de pésimos cristianos, de creyentes de oratorio particular y de misa de domingo con traje de gala, familia completa y posterior comilona en tragadero de lujo. Son exhibicionistas y de hecho nada creyentes.
En su escrito afirman que el poder de la oración es inmenso, que detiene huracanes, impide desgracias y que Dios en su inmenso poderío puede cambiar todo. En ese todo no consideran algo elemental: pregunto si están acudiendo a un Dios sicario, a un ejecutor de venganzas anticipadas contra personas que no les agradan. Si en lugar de pedir la desaparición física del sujeto, con su gran poder lo invocan para que lo tiente y lo cambie, lo humanice, lo haga consciente de su tarea en favor de los mexicanos, todos, y además se haga humilde y piense antes de obligar a su feligresía a actuar como en el caso Texcoco. Seamos buenos cristianos. Es más, sean buenos cristianos. No alienten el mal.
2.- Dice López Obrador que recibió el apoyo de Francia y de la empresa que hizo el estudio sobre la viabilidad del aeropuerto militar. Lo desmiente oficialmente el gobierno desde París y la empresa utilizada informa que sólo contó con los antecedentes que le proporcionó el Grupo Riobóo, cuyo propietario participó en el anuncio del rechazo a Texcoco.
Jiménez Espriú, futuro secretario de Comunicaciones, se apersona en los terrenos cercanos al ahora en duda aeropuerto de Texcoco, invade una propiedad privada de la que le piden que se retire. Amenaza, advierte que el 2 de diciembre regresará con una orden para revisar todo y para mayor intimidación le recuerda a la abogada que defiende el predio, el cargo para el que ha sido designado. En plática con reporteros coincide con el sabio señor Riobóo que por lo pronto consiguió hueso para su esposa en la Tremenda Corte, los aeropuertos pueden estar cercanos y usar una vía de salida y llegada, compartirla pues, al fin que “se repelen” nunca chocan.
Lo único que repelen es el estudio de la UNAM en la que se informa que hay mayor número de especies en riesgo en la zona de Santa Lucía que en el antiguo e inexistente Lago de Texcoco. Se manipula un documento en el que un oportuno u oportunista académico vaticina el hundimiento de las pistas y con un antiguo texto de José Luis Luege, de fugaz memoria como director del organismo federal de agua, se esgrime la inundación total de la capital por la falta de filtros y desagües, según este señor ubicados en donde estaría el nuevo aeropuerto.
En este concierto de mentiras, verdades manipuladas y declaraciones absolutas, incontrovertibles por autoritarismo, el resultado es la triste degradación de la sociedad, la incapacidad de los medios para informar con apego a la realidad y la irritación creciente que pronto habrá de detonar en las calles. Sin bola de cristal, me parece posible vaticinar choques públicos entre los pros y los contras.
Este mes habrá la primera prueba con una marcha masiva del ángel al zócalo; protesta contra la consulta popular…