Más allá del gusto por la música de Queen y la admiración que pueda generar la figura del mítico Freddie Mercury, es innegable el cúmulo de posibilidades que ofrece su historia a la hora de pensar en llevarle a la pantalla grande, tanto en lo que se refiere al despliegue escénico y al atrevimiento musical con el que revolucionó el panorama del rock a nivel mundial, cómo por lo tormentosa que llegó a ser su vida fuera de los reflectores.
Por desgracia, es sólo en lo primero en lo que el director de Bohemian Rhapsody, Brian Singer, decide enfocarse —al menos hasta donde parece le permitieron permanecer en el proyecto—, dejando el resto como una mera anécdota.
La buena noticia es que en ese sentido, la cinta que toma el título de la canción incluida en el álbum A Night at the Opera, cumple y con creces.
Y es que la corrección en cuanto a manufactura, que es capaz de alcanzar el otrora responsable de estupendas películas como Sospechosos comunes y X Men 2, aquí no sólo está al servicio de la grandilocuencia y extravagancia de la banda en cuestión, sino que con mucha soltura y oficio, parte de ahí para ir hilvanando secuencias sobre una estructura básica en la que el drama se sostiene a través de una seductora estilización, que ofrece atractivos juegos visuales de aire videoclipero, haciendo énfasis en elementos específicos que sirven para contextualizar los hechos.
Es cierto que el conflicto tarda en hacer acto de presencia y cuando sucede es de manera tibia, pero en su favor hay que decir que el ritmo es constante y no tienen empacho en aprovechar los temas emblemáticos de la banda británica cuando es necesario retomar el impulso y envolver al espectador con la nostalgia. Un recurso tramposo, pero efectivo y preciso.
En esa misma línea, pese a que se puede destacar el trabajo de algunos secundarios como Gwilym Lee, quien interpreta a Brian May, la exigencia actoral se reduce al mínimo evitando cualquier tipo de riesgo.
Es una lástima que se trate de un retrato biográfico tan atractivo y preciso, pero al mismo tiempo tan poco comprometido, renunciando a todo aquello que le hubiera otorgado mayores matices al relato y dejando pasar la oportunidad de humanizar a la leyenda que
tiene como protagonista.
Bohemian Rhapsody es de forma y no de fondo, por momentos brillante en lo estilístico y se disfruta, sobre todo en el momento en que se encamina y se convierte en la emotiva y explosiva reproducción de aquella legendaria participación que Queen tuviera en el emblemático concierto Live Aid; pero, raya en lo artificioso porque no deja de ser un acercamiento frívolo, un vehículo de juegos artificiales que se subyuga a la necesidad de alcanzar un mercado más amplio y nada más.
- El Dato: El logo de Queen fue creado por el propio Mercury, quien estudió Diseño Gráfico.