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El nuevo tablero presidencial de AL tras la llegada de AMLO

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Aletia Molina

Mauricio Macri (Argentina): De ideología conservadora, es un declarado enemigo del peronismo populista de Cristina ­Kirchner, quien lo acusa de presionar a la justicia para intentar meterla en la cárcel. La crisis económica obligó al exalcalde de Buenos Aires a pedir un humillante rescate al FMI, lo que hundió su imagen hasta un 48 por ciento de aprobación, que espera recuperar con su rol de anfitrión de la Cumbre del G-20, que reunirá hoy a líderes mundiales como Trump y Putin. Pese a mandar en una de las naciones con más renta per cápita de la región, tiene un sueldo medio: 10 mil 885 dólares al mes.

Jair Bolsonaro (Brasil): De ideología ultraconservadora, será investido presidente el 1 de enero. Nostálgico de la dictadura, ha premiado con el cargo de secretario de Justicia al juez que metió en la cárcel a Lula da Silva, el único que podría haberle arrebatado la victoria. La encuesta Ipsos sobre la imagen de los presidentes en la región arroja un resultado inquietante: un aplastante 75% de latinoamericanos desaprueba al exgeneral que pide pena de muerte a los delincuentes; sin embargo, los brasileños opinan lo contrario y otorgan un porcentaje similar de aprobación. Si mantiene el sueldo del presidente saliente, Michel Temer, será de 9 mil 351 dólares.

Iván Duque (Colombia). Su llegada al poder, el pasado 7 de agosto, supuso un jarro de agua fría para casi la mitad de los colombianos que apostaron por un candidato que continuara el proceso de paz que emprendió el anterior mandatario, Juan Manuel Santos. Aunque no muestra la radicalidad de su mentor ideológico, el ultra Álvaro Uribe, sus intentos de rebajar los acuerdos alcanzados con las FARC y su reticencia a negociar con el ELN reavivan la amenaza de un regreso a la violencia guerrillera y paramilitar. Pese a todo, mantiene un aceptable índice de popularidad (57 por ciento). Goza de un sueldo de 11 mil 300 dólares al mes.

Jimmy Morales (Guatemala): El excómico llegó al poder con un discurso populista que hablaba de combate a la impunidad, al derroche y a la corrupción. Nada más lejos de la realidad. En el momento en que la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CIGIG) empezó a investigarlo, declaró a este organismo de la ONU “enemigo de la patria” y decretó su expulsión inmediata. Su sorprendente admiración por el presidente Trump o el traslado de la embajada de Guatemala a Jerusalén son vistos como tics de sus tiempos de payaso. Pero lo peor es que el líder de uno de los países más pobres se adjudicó el salario más alto de los mandatarios latinoamericanos: 19 mil 300 dólares.

Lenín Moreno (Ecuador): Se trata de uno de los casos más sorprendentes de travestismo político. En el poder desde mayo de 2017, ganó las elecciones gracias al tirón popular de su mentor: Rafael Correa. No le falta razón al exmandatario cuando llama traidor a Lenín; no sólo por ordenar a la Fiscalía que lo investigue por corrupción, sino por sacar al país de la órbita bolivariana. Las relaciones entre Quito y Caracas son prácticamente nulas e incluso hostiles. Pero su estrategia no parece molestar al pueblo, que le concede un 57 por ciento de popularidad. Su  sueldo es modesto: 6 mil 261 dólares.

IZQUIERDISTAS

Nicolás Maduro (Venezuela): E s el factor más desestabilizador de la región. Su desastrosa gestión económica causó una inédita crisis migratoria hacia los países vecinos, que se movilizaron, por fin, contra la ola represora del régimen que heredó de Hugo Chávez, cuyo sueño de crear una América Latina procubana y antiimperialista se convirtió con su sucesor en una pesadilla. No es de extrañar que su popularidad entre los latinoamericanos sea la más baja (3 por ciento). Antes de viajar a México al traspaso presidencial subió el salario mínimo un 150 por ciento, que acabará neutralizado por la hiperinflación. Su sueldo, eso sí, es de los más bajos: 4 mil 068 dólares.

Daniel Ortega (Nicaragua): En apenas seis meses ha logrado lo imposible: convertirse en el mayor tirano de la región, con más de 300 muertos a sus espaldas, decenas de desaparecidos y cientos de civiles torturados en el mismo centro de detención donde, décadas antes, el líder sandinista fue torturado por el dictador Somoza. Junto a su esposa, la temida Rosario Murillo, y su aliado Maduro, ha logrado hundir la imagen de los dos únicos gobiernos revolucionarios que resisten en la región, junto a la dictadura cubana. Su único consuelo debería ser que su imagen en la región (4 por ciento de apoyo) no ha caído tan bajo como la del venezolano (3 por ciento).

Evo Morales (Bolivia): El antiguo líder sindicalista cocalero es la excepción que confirma la regla. Entusiasta partidario del bloque bolivariano, el dirigente aymara ha logrado convertir a uno de los países más pobres de Sudamérica en una isla de estabilidad y de crecimiento económico, que sería la envidia de su “hermana mayor” Venezuela, con todo y sus reservas de petróleo. Sin embargo, su ambición de perpetuarse en el poder es igual a la de sus colegas de la izquierda radical y no parece dispuesto a ceder el mando, pese a que perdió cuando le preguntó al pueblo en referéndum si quería otorgarle un nuevo mandato. Al menos, mantiene la coherencia de adjudicarse el sueldo más bajo de la región: 3 mil 327 dólares.

Tabaré Vázquez (Uruguay): Su antecesor, el exguerrillero José Mujica, se lo puso difícil, pero el dirigente socialista —cuyo segundo mandato comenzó en 2015— ostenta el honor de ser el presidente latinoamericano con mejor valoración entre los latinoamericanos, con un envidiable 75 por ciento de aprobación. Se trata, además, del ejemplo perfecto de que no todo está perdido para la izquierda latinoamericana moderada y que se puede gobernar con estabilidad, sin asustar a los mercados, sin venerar la revolución chavista o cubana y sin caer en la tentación de corromperse, el deporte regional. Tiene, sin embargo, uno de los salarios más altos: 11 mil 550 dólares.

Andrés Manuel López Obrador (México): El sábado es su gran día y el comienzo de un nuevo sexenio, al que llega arropado por una legitimidad en las urnas tan contundente como lo fue el rechazo al mandatario saliente, Enrique Peña Nieto. La expectación internacional en torno a su figura se basa en gran parte en un estudiado silencio o pragmatismo en torno a cómo lidiará con dirigentes como Trump o Maduro. Lo que parece claro —aparte de que se rebajará el sueldo de los 270 mil pesos que ganaba Peña Nieto a 108 mil, uno de los más bajos de la región— es que no aspira a ser una ficha de adorno en el tablero latinoamericano. Estaremos atentos a sus movimientos.

Fuente: Crónica

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Aletia Molina

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