No me estoy refiriendo al muro de muros, al muro de nuestra frontera norte, al muro con el cual Donald Trump hizo enardecer a los norteamericanos al grado de gritar ¡que lo pague México!, al muro de las ignominias, al muro que detendrá las armas que nos vienen y las drogas que les van, al muro del siglo 21, al muro que separa a los gringos ojiazules de los pelados mexicanos, al muro que deberá detener a la caravana de migrantes centroamericanos, caravana perfectamente organizada y subvencionada por vaya usted a saber y que traerá consecuencias. Caravana que merece varios editoriales de estudio.
¡El Muro Está Abierto! Con este encabezado, las estaciones de radio y televisión de la República Democrática Alemana (socialista) y de la República Federal de Alemania daban cumplimiento a la difusión del proyecto de Ley del Consejo de Ministros del Politburó de la RDA. El texto decía: “Los viajes privados al extranjero se autorizan sin la presentación de un justificante del motivo de viaje o lugar de residencia. Las autorizaciones serán emitidas sin demora. Los Departamentos de la Policía Popular, responsables de los visados, han sido instruidos para autorizar los permisos de viaje, sin que las condiciones en vigor deban cumplirse. Los viajes pueden hacerse en todo puesto fronterizo de la RFA”.
“¿Cuándo entrará en vigor?…preguntó un periodista a Gunther Schabowsky, miembro del Comité Central del único partido de Alemania Oriental. Schabowsky contestó: ¡En cuanto lo diga…..inmediatamente!
En ese momento eran las 18.57 horas del jueves 9 de noviembre de 1989. En forma definitiva, el Muro, también llamado “de protección antifascista” o “muro de la vergüenza”, fue destruido un día después, el 10 de noviembre, en un día como hoy, hace 29 años.
La noticia circuló el mundo en segundos. A la sazón, yo me desempeñaba como director de Noticiarios y Programas Especiales de Imevisión, empresa del Estado mexicano que transmitía a través de sus canales 7, 13 y 22 del Valle de México, y otros más en Nuevo León y Chihuahua. Nuestro corresponsal en Europa más cercano a Berlín era el legendario comentarista de radio y televisión Jorge Saldaña, radicado en Paris. Le dije que sería “nuestro hombre en Berlín”; se trasladó de inmediato al lugar del evento, y esa misma noche estaba transmitiendo desde el corazón de Alemania. Aquí en los estudios, Carmen Aristegui, Pilar Álvarez Laso y Javier Solórzano indagaban y escarbaban en los cables noticiosos y en las señales de satélite para lograr más datos y detalles para sus espacios al aire. Nuestra cobertura del evento del fin de siglo fue vasta, y nos sentimos satisfechos de haber informado a tiempo y con objetividad.
A partir de entonces otra sería la historia del famoso muro. Construido en agosto de 1961, y en medio de la escalada de la guerra fría, el muro supuestamente debía proteger a la RDA contra “la inmigración, el espionaje, el sabotaje, las ventas ilegales y la agresión de los occidentales”. Lo cierto es que acentuó la división de Berlín y provocó el aislamiento total de 14 millones de habitantes de la RDA.
Fue notoria la desintegración de los núcleos familiares. El desempleo aumentó y los casos de depresión y otros desórdenes emocionales constituían el sello de las múltiples restricciones del régimen socialista.
El muro tenía una longitud de 120 kilómetros. En 1975 su construcción fue mejorada a base de hormigón armado. Su altura sobrepasaba los 3.5 metros, y estaba formado por 45 mil secciones de 1.5 metros de anchura. La frontera estaba protegida por una valla de tela metálica, cables de alambre para formar una red de alarma, trincheras para evitar el tránsito de vehículos, más de 300 torres de vigilancia y 30 bunkers. No se veía desde el espacio, como la Gran Muralla China, pero sí se sintió profundamente en la conciencia de la humanidad.
De las 5 mil fugas registradas con destino a Berlín occidental, 192 personas fallecieron por disparos al intentar cruzar, y 200 resultaron heridas de gravedad. Las fugas exitosas incluyeron a 57 berlineses que lo lograron a través de un túnel de 145 metros de longitud.
La destrucción del muro también provocó la caída del viejo y obsoleto régimen de la RDA. Poco después -dos años más, quizá- el mundo contempló la desintegración del bloque soviético. Las dos partes escindidas de la ciudad de Berlín recobrarían su verdadera unidad territorial, económica, cultural, social y política. Los cambios en su identidad sirvieron como un ancla en medio del caos imperante.
Habría que decir que la bomba atómica sí representó una real amenaza para todo el mundo, no los berlineses a ambos lados de la ignominia. Los países europeos concedieron asilo sin restricciones a miles de berlineses, y la guerra fría se fue desvaneciendo. Los vestigios de la barbarie de la posguerra constituyen el mejor de los testimonios. La gran batalla por el dominio comercial tendría lugar en otros escenarios.
Fundador de Notimex