Dentro de unos días volverá a rememorarse, una vez más, el descubrimiento de América. Recuerdo que en 1992 se celebraron los 500 años del descubrimiento de América, y para conmemorar el histórico acontecimiento se erigió una construcción especial llamada El Faro de Colón para depositar allí los restos del navegante.
El Papa romano asistió a los actos en Santo Domingo. Los reyes de España dieron testimonio de las hazañas de hace cinco siglos. Nuestros pobres pueblos presenciaron por televisión la reconquista.
No observamos el arribo de carabelas con hombres armados de la espada y de la cruz, sino de grandes naves voladoras trayendo, una vez más, a los conquistadores armados de inteligencia histórica y precedidos por el pontífice.
En toda nuestra América se recordó, para bien o para mal, el 12 de octubre de 1492. La mayoría de los grupos indígenas continuaron su triste peregrinar sin caer en la cuenta de la fecha: los que sí, se lamentaron de las condiciones de vida que tienen después de cinco centurias; los criollos sí festejaron en grande la fortuita circunstancia de sus antepasados; y los mestizos vimos indiferentes ambas manifestaciones.
El libro La Ruta de Cortés del grande escritor e intelectual Fernando Benítez narra magistralmente el naufragio, a principios del siglo 16, de una carabela que partió de Cuba, comandada por un capitán de apellido Valdivia (sinónimo del conquistador de las provincias de occidente), y que recorrió la costa de Yucatán y Quintana Roo para llegar a Centroamérica. Y al regresar naufragaron en zona de caciques mayas. Fueron capturados y murió la mayoría. La historia de estos sucesos con todos sus detalles es muy interesante, y no habría espacio para describirlo.
Al parecer sobrevivieron dos: Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar. Guerrero casó con Zazil-ha, hija del cacique y tuvieron varios hijos, los primeros criollos en América. Pero De Aguilar se mantuvo incorruptible. Años después se produjo la sanguinaria conquista de México con su secuela de saqueos, pillajes y asesinatos, bajo la bondadosa insignia obsequiada del cristianismo.
Si Gonzalo Guerrero, el padre del mestizaje en América, hubiera sabido esto no se habría dejado seducir por la hija del cacique maya ni se habría negado a los españoles más tarde. Su compañero Jerónimo de Aguilar conservó hasta el último momento su hispanidad, sin ayuntamiento carnal.
Cuando los intereses de los países sometidos son tomados en cuenta, es necesario un largo período de tutela a fin de capacitarlos para que se valgan por sí mismos en las complejas circunstancias que la historia va dando en su avance. Aquí entran en escena la “misión civilizadora” y “la responsabilidad del hombre blanco”. Los defensores del colonialismo lo propugnan como un instrumento universal para difundir la civilización, considerando que la mayoría de los países europeos son, a su vez, producto de la colonización romana.
La defensa del colonialismo suele adoptar modalidades de criterio. Los países imperialistas, desde la Roma de los Césares hasta los actuales Estados Unidos, pasando por España, Inglaterra, Portugal, Francia, Turquía, Japón, etcétera, han actuado con base en la superioridad tecnológica, el sometimiento y la explotación.
La historia de los imperios está plagada de pillaje y piratería, con ligeros barnices de paternalismo y tutelaje para tratar de crear una imagen de ayuda y bondad. La reconquista se da todos los días en todo el mundo.
En nuestro país la recibimos, de acuerdo con los tiempos, a través de los medios de comunicación, con mensajes manipuladores; con mercancía barata; con alimentos chatarra; con productos de desecho.
Otros países, “menos afortunados”, la reciben con tanques por las calles, misiles en las casas, horror y muerte. Todo es relativo, todo es cíclico, todo es histórico.
Cinco siglos después algo hemos aprendido. Supimos por décadas como cruzar el Río Bravo para pasar del tercer al primer mundo. Nuestros “braceros” decían que los vecinos del norte no los entendían porque con solo un paso podían tener un mejor nivel de vida, un pasito, cruzar la “border”, circular por espacios verdes, recibir pago en especie verde, someterse a los colonizadores de ojos verdes; ver la vida de otro color. Solo un paso.
Hoy en día, ese paso no se da tan fácilmente teniendo en cuenta que el gringo ha sido acicateado por un mandatario racista, y que ha despertado sus genes discriminatorios supuestamente en beneficio de su propio pueblo. La historia dará la razón.
El descubrimiento de América fue excelente para los colonizadores; España se enriqueció grandemente con los tesoros del nuevo continente. Los habitantes de Tenochtitlan fueron sometidos tres siglos; después las generaciones posteriores fueron despojadas de la mitad del territorio.
Hemos sido la fruta codiciada por unos y por otros. Y después de cinco siglos y pico, año con año, seguimos festejando.
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Fundador de Notimex