Carlos Ferreyra
Bajo ese título, Francis Stoppelman publicó en su país, Holanda, un resumen de su trabajo fotográfico en nuestro país; el prólogo fue de Salvador Novo y muchos años después (lo anterior sería en 1970) se hizo una edición en español que no recuerdo si tuvo venta al público o fue de edición reservada.
No creo lo segundo porque para Franz, corresponsal en México de “Het Parool” y de “Sie und Er” de Suiza, su trabajo de divulgación era su tarea de vida. Así pasó por Jamaica, lo hizo en Santo Domingo e igualmente recorrió Chile captando imágenes cotidianas, pero que definían el carácter y las costumbres locales. O nacionales.
Hace un par de días coloqué en las redes una foto suya, pero equivocadamente supuse que podría ser de la autoría de otro destacado creador de imágenes, Héctor García, igualmente dedicado a documentar la vida de los mexicanos.
La foto en cuestión era de una enorme, inconcebible torre de periódicos sobre una frágil bicicleta que maneja al desgaire un joven, mientras otro, trepado en tan insólito asiento, lee con atención el ejemplar de “La Prensa” de ese día. Se dirigían a los centros de distribución después de recoger la mercancía en Bucareli, partían a los expendios del Zócalo y otros lugares donde los entregaban para su venta.
En todo el que llamábamos o conocíamos como “Primer cuadro”, estaban repartidos los expendios que ocupaban a centenares de personas encargadas de hacer las cuentas con los papeleros de calle, y con los vendedores con puestos fijos.
Pero hubo otros aspectos de nuestro México capital, el añorado Distrito Federal que nos quitó el insaciable Ternurita, y entre ellos, muy importante, el panadero que salía, igualmente en bicicleta y con los canastos a entregar el pan que venderían en tendajones y otros comercios similares.
En homenaje a Francis y como disculpa por mi torpeza, ligada a una memoria fallida, en este texto incluiré la foto de los panaderos. Otros artistas de la bicicleta, verdaderos malabaristas en el imposible tránsito vehicular capitalino.
Amigos comunes en la Asociación de Corresponsales Extranjeros en México (ACEM) me comentaron el lamentable fallecimiento de Stoppelman en 2007 en esta ciudad de México, la que nunca más abandonó salvo para cumplir encargos de sus medios en países cercanos.
Llegó alrededor de mediados de la década de los años 60. Fue miembro activo de la ACEM y dicho de paso, uno de los más apreciados miembros por su carácter festivo y su gran capacidad para amistarse con todo mundo.