Hablaba León Felipe de aquel estrafalario fantasma de la Mancha que un día salió al mundo gritando una palabra olvidada por los hombres:¡justicia, justicia, justicia!
Operativos paramilitares impresionantes cuyo ámbito es todo el país, presentaciones mediáticas de probables responsables, información sobre ciudadanos detenidos, atracción de indagatorias para su resolución, etcétera. Estas acciones llenan mucho más del 50 por ciento de los noticiarios de radio y televisión; la sociedad ya conoce cómo se mueven los federales encapuchados, ya conoce los hangares aéreos, ya conoce o medio conoce el lenguaje jurídico penal.
A fuerza de oírlo todos los días durante diez años algo queda, y ciertamente no es lo más positivo, no es cultura, no es arte, no es educacional; es información que agota, que tensa, que reprime los sentidos. Habida cuenta que las acciones que se están combatiendo son delincuenciales por lo tanto la ciudadanía entra en contacto permanente con el derecho penal, derecho interesante pero complicado, derecho que se aplica para enfrentar a la criminalidad.
También se mencionan regularmente los fríos datos estadísticos acerca de los niveles delincuenciales en todo el país, y también se habla de los maravillosos logros de los operativos. La sociedad civil demanda mayores acciones, aunque las cosas estén menos mal que en el periodo anterior. También la ciudadanía exigía detener el baño sangriento del sexenio anterior. Sin embargo, México sigue necesitando justicia.
El deseo número uno en México es justicia. El grito número uno en México es justicia. La necesidad número uno en México es justicia. Si todo parte, como nos han enseñado, de un principio de autoridad, entonces dispongamos y decidamos lo necesario para tener justicia. Recordemos que una nación sin justicia es como un gran conglomerado humano amorfo e impreciso. En una nación como la nuestra, con millones de depauperados, la justicia es vital y necesaria. Recordemos también que “la venganza es la justicia de los pobres”. No debemos caer en estos procederes y conductas antisociales. Debemos recapacitar y volver a nuestros orígenes, de días de sosiego y tranquilidad.
Destacadísimos juristas han hablado siempre de la Política Criminal, pero en la actualidad el gobierno no la toma en cuenta porque piensa que es complicado aplicarla en todo el quehacer nacional. Pero sería la solución a este peligrosísimo cáncer que es la inseguridad. En lo personal consideré, y lo sigo haciendo, que es una materia de suma importancia por los alcances que se pueden obtener.
Extraigo de mi libro “El Sistema de Estadísticas por Computadora (Compstat) y su Aplicación a la Ciudad de México” la opinión del abogado e investigador José Díaz de León Cruz quien expresa claramente que …”desde hace ya varias décadas puede advertirse como regla general en nuestro país, que en cada una de las administraciones que históricamente han estado en turno –sin distinción entre niveles de gobierno, federal, estatal, municipal- siempre se ha precisado de la elaboración y difusión de un plan o programa específico de acción, ya sea en materia económica, política o social, en virtud del cual se busca consolidar una transformación integral del país, dirigida para crear mejores condiciones generales de vida para la población. La planeación específica de la reacción del Estado, en contra de la delincuencia existente en su territorio y de forma mucho más moderna, contra los efectos generados por los fenómenos criminógenos suscitados en otros países, recibe el nombre de Política Criminal”.
Los criminólogos, que no los criminalistas, se dedican a estudiar los orígenes de los delitos, los horarios, las zonas criminógenas (las cuales son propicias para la criminalidad) y victimógenas (las que favorecen y producen la victimización), la característica del delito, la conducta del delincuente, y demás.
Por su parte los policías actuales empiezan a trabajar con objetivos; hacen operativos empezando a precisar sus metas; hacen sus rondines para conocer sus zonas de trabajo y proteger a la ciudadanía. Pero sigue habiendo corrupción que se trata de abatir. Hace décadas que nadamos en la impunidad. Así de sencillo y así de fácil de entender. Entonces ¿por qué no se aplica la Política Criminal? Vuelvo a repertirlo: impunidad deriva del verbo “punir” que significa “castigar”. Pero en este país eso no existe. No hay castigo, por lo tanto, no hay punición, hay impunidad.
La Política Criminal es toda una concepción moderna de las tareas infatigables del Estado para lograr una sociedad tranquila y que acceda a sus satisfactores.
Si la Política Criminal incide en todo ¿para qué tantos brincos?