Terceras Home

Fidel, Fidel, la película (4): Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Ferreyra

 

En la revista “Sucesos para Todos” era bastante habitual la presencia del agregado cubano de Prensa, Jesús Cruz, un chaparrito inteligentísimo, muy simpático, siempre sonriente y, en fin, lo que se espera de un caribeño. Ocasionalmente lo acompañaba un sujeto alto de pelo ralo, serio, pero igualmente dado a las bromas y los juegos de palabras.

Este, Orlando Fundora, tenía un cargo que ocupaba diez veces el territorio entero de su país. Era el Secretario General del Comité de Orientación Revolucionaria del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. En siglas: SG del COR del BP del CC del PCC, todo un galimatías que revelaba la importancia del caballero en las jerarquías cubanas. Hasta arriba, desde luego, pero sin destapar su importancia y guardando siempre un papel de suma discreción.

Vía Mario Menéndez se estableció una relación muy cordial con Gustavo Alatriste, el dueño de Sucesos y La Familia, quien por esos días se había separado o divorciado si es que estuvieron casados, de Silvia Pinal que nos echó sin dilación del hermoso edificio de Camino al Desierto, hoy Altavista, una esquina antes de Revolución.

Con Ricardo Garibay, Alatriste acordó la realización de un guión para proponerlo a los cubanos: “¡Fidel, Fidel!” serías el título de la obra para lo que el cineasta requirió un adelanto de cinco millones de dólares que le fue entregado sin dilación.

Arrastraba la fama de Luis Buñuel, así que una cinta documental—novelada con la nueva galana de don Gustavo, Sonia Infante, seguramente sería éxito de taquilla mundial.

Así, viajaron y se fotografiaron Infante y Alatriste muy acodados en la tribuna de la Plaza de la Revolución desde la que Fidel lanzaba toda suerte de anatemas contra el imperialismo y sus cipayos. Garibay también participó en el viaje, en el que tomó nota de las posibilidades del argumento. En verdad, con la calidad del escritor y el desapego de Alatriste por las formalidades, prometía ser una gran película…

Pero como suele suceder, el Diablo metió la cola (diría don Pancho el Che) y en alguna parte se encochinó el asunto. Como el colaborador más cercano al cineasta, revistero y mueblero, mi impresión es que ocupó el dinero en negocios ajenos y que, de hecho, nunca tuvo la intención de meterse en camisa de once varas financiando una cinta que podría ser motivo de represalias del vecino del norte.

Pasó el tiempo, Alatriste contaba con la tradicional paciencia de los mexicanos que siempre esperan que a su deudor se le conmueva el corazón y liquide sus adeudos. Sociedad nueva, criterios distintos y una imagen por preservar: un día, como de costumbre de pie junto a la monstruosa mesa de piel de elefante sostenida por dos patas del animal, pude presenciar cómo Jesús Cruz, con furia mal contenida, rostro congestionado, tono suave de la voz que no correspondía a la mirada de víbora antes de tirar la mordida, intimidante, le espetó:

“Mira Gustavo, no nos importa la pérdida del dinero, en otras cuestiones igualmente fallidas hemos perdido más. Pero una advertencia, convenciste al comandante que personalmente no sólo autorizó sino que te dio los fondos…”

Inconsciente como era, Alatriste ni siquiera alzó la mirada para responderle que en esos momentos no tenía tiempo para discutir pendejadas… “por favor búscame en otra ocasión y platicamos sobre el asunto que no voy a resolver por ahora”.

Sin perder la fingida calma, Cruz silabeó: “Quedas advertido, puedes robar a quien quieras, pero no te vas a burlar del comandante, así nos vaya la vida a ti, a mí y a quien sea necesario”.

Allí si prestó atención el empresario. Antes de que hiciera algún comentario, el diplomático agregó: “y puedes tomarlo como amenaza o advertencia, según te sea más cómodo… tienes una semana para reintegrar ese dinero o las consecuencias son las que imaginas, en México o fuera de México ¿entiendes?”

Nunca más hablamos del asunto. En cierta ocasión me preguntaron en La Habana en qué había quedado todo, expliqué que yo no estuve presente y si andaba por el lugar, mi atención se ocupaba de asuntos más inmediatos para la empresa.

Mucho tiempo después salí rumbo a Prensa Latina invitado por Fundora y por Cruz. Mario también abandonó las filas del semanario para empezar su propia aventura, “Cuartel de Caballeros”, publicación que duró la víspera y el día, como decían los antiguos y fue sustituida por la hoy célebre “¡Por Esto!”

De allí, intento de rebelión en el sureste, viajes sin fin a Cuba, cárcel y estrecha relación con el grupo de Genaro Vázquez Rojas (muerto el 2/2/2: 2 de febrero de 1972). Exilio cubano, regreso sin gloria y relación opaca con Cuba y sus dirigentes.

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

Compartir:
Compartir
Publicado por
José Cárdenas