Carlos Ferreyra
No falla, apenas rescatado el más reciente cuerpo de la tromba en Michoacán, de los derrumbes en la ciudad de México, de los deslaves en Puebla, donde vimos a los uniformados pelear contra la naturaleza día y noche, sin descanso y casi sin alimentación, los miserables de siempre se preparan para dar el asalto contra el Ejército.
Como primer intento, que lo hicieron hace dos, tres años, el lanzamiento de camiones de gran tonelaje contra el cuartel de la Zona Militar en Iguala, pintarrajeada la barda perimetral y bombas molotov para incendiar las instalaciones. O a los soldados que estén descuidados, no importa mucho o al menos así parece.
Los vándalos, que seguirán hostilizando a los soldados, están ubicados en zonas de cultivo de drogas. Iguala es el centro proveedor de heroína o de goma de opio para los fumaderos en Chicago, desde donde llega el financiamiento y la protección para esta redituable industria.
Los movimientos de reclamos con pretexto del 2 de octubre y de los 43 desaparecidos es conducida por una serie de dirigentes de la invisible izquierda. Sospechosa su participación en un hecho que encubre y protege a los narcotraficantes, pero nada insólito si entendemos que fue en ese poblado y con la participación de los Guerreros Unidos en complicidad con policías de tres poblados aledaños, donde secuestraron o detuvieron a los normalistas, enviados como globo de ensayo a ver qué pasaba en la lucha entre bandas narcas.
El negocio, pues, con velas desplegadas y con la confiada presencia de los morenitos, partido político en el trono, mismos que colocaron a Abarca, el alcalde traficante, casado con la hija de importante capo mafioso de la región y cuyos hermanos murieron en tiroteos con las autoridades. No de Guerrero, por supuesto.
Y ahora, para mayor indicio de qué lado mascan las iguanas, decretan presidente de la Comisión de Defensa al Toro sin cerca, alias Félix Salgado Macedonio (maspedonio), autor de innumerables escándalos y al que se acusa de haber sido quien dio entrada al narco en Acapulco, durante su gestión como alcalde del puerto. Y sí, las fechas coinciden: 2005—2008.
Cuando munícipe mayor, se alió con un joven de nombre Erwin Godínez, casado con una artistilla de cine cuyo nombre nunca pasará a la memoria de nadie. El joven, de gran imaginación y mucha habilidad para los negocios, planeó una película de aventuras, algo así como un James Bond de petate. Financió la obra en la que el galán era, increíble, Félix Salgado.
La sociedad no terminó bien. Cuando las autoridades federales le pusieron la mirada al funcionario, éste sin pudor alguno y seguro haciendo toda suerte de trampas, ensartó a su amigo, a Erwin, que no era santo pero tampoco narco. Éste terminó en la cárcel mientras, vemos ahora, el señor senador tendrá en sus manos muchas de las decisiones que afectarán a los militares que, por cierto, no son del agrado del futuro gobierno nacional.
Como ha sucedido en forma oportunista, uno de los rectores de este movimiento antiEjército, Epigmenio Ibarra, denunció a un coronel que se tomó una foto en lo alto de una montaña de escombros, pero ocultó la labor incansable de los sardos, y hoy nuevamente toma la bandera de quienes no quieren al Ejército en las calles.
Mientras, se beneficia abiertamente con sus novelones televisivos de gran éxito en extranjía, denunciando a este sistema corrupto. Como suele suceder con los ricos muy ricos que necesitan pobres para seguir siendo ricos, Epigmenio necesita la pudrición en que se encuentra la sociedad en su conjunto para poder exhibir su pureza. Ahora que llegará la paz y la reconciliación, ¿de qué hará billete Epi y su socio, el estimado Carlitos Payán? A lo mejor tendrán que trabajar.
Los ayotzinapos, como hombres de uso, se lanzaron contra la Zona Militar. Lanzaron bombas y cohetones e intentaron invadir el territorio castrense. ¿Qué buscan? ¿Liberar el territorio para tranquilidad de los narcos? Y Epigmenio está en el ajo: ¿inocente, culpable?
Por cierto, a estos activistas del pueblo bueno nunca se les vio enchalecados, con casco y guantes. No, son intelectuales y desde su burbuja observan, dictaminan… o condenan.
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