Cada vez hay más ejemplos de empresas y gobiernos que intentan esta práctica, y los resultados casi siempre son positivos. Reenvía este artículo a tus colegas, y discútanlo en grupos de cuatro o cinco.
Hace algunos meses te contamos de un experimento bastante exitoso en la empresa neozelandesa Perpetual Guardian, firma que maneja fideicomisos y tiene cerca de 200 empleados. El experimento fue simple (atención, patrón: se aconseja discreción): durante un mes, trabajaron cuatro días de ocho horas, pero les pagaron cinco. Para los empleados los resultados fueron excelentes: 80% sintió que podía manejar sin problemas el balance entre su vida laboral y personal (antes apenas 54% lo manejaba); el estrés bajó cerca de 7% en todos los empleados, y otros factores como compromiso y satisfacción en general aumentaron también. Por otro lado, el dueño de Perpetual Guardian estaba tan satisfecho que empezó a idear alguna forma de implementar la semana de cuatro días de forma permanente.
Ahora, en nuestra lucha perpetua por mejorar la justicia laboral, te traemos los nuevos avances de esta tendencia mundial. Ahora le toca a los ingleses: el Trades Union Congress, una federación de sindicatos, está haciendo lo suyo por una semana más corta. Básicamente, dicen que las nuevas tecnologías, en vez de asustar a los trabajadores y alejarlos de sus empleos, deberían servir para reducir la carga laboral y darnos más tiempo libre.
En un ensayo titulado “Economic Possibilities for our Grandchildren” (Posibilidades económicas para nuestros nietos) de 1930, el economista John Maynard Keynes predijo que las semanas de trabajo durarían quince horas. En vez de eso, la tendencia es que los trabajadores deben estar siempre listos. Tenemos que hacer los cálculos, pero algo nos dice que se equivocó.
Ya te lo hemos dicho antes, pero va de nuevo: según un estudio, el exceso de trabajo tiene resultados negativos en la salud, pero también en la carrera a largo plazo de los empleados. El estudio abarcó a más de 50 mil personas, sin importar su género, edad, ocupación ni educación, y los daños a la salud se hicieron evidentes: cansancio extremo, estrés, las mujeres que trabajan más de sesenta horas a la semana tienen un riesgo tres veces mayor de enfermarse del corazón, de cáncer o diabetes, etc. Por el otro lado, los empleados que más horas trabajan reportan menos reconocimiento por su esfuerzo, menos oportunidades de crecimiento y menos seguridad laboral.
Esto tiene que ver con menos tiempo de recuperación. Cuando se acumula, impide que te concentres. Por ejemplo, en banqueros de Wall Street, conocidos por sus largas jornadas, hay índices más altos que el promedio de depresión y estrés. Esto no solo implica semanas largas; trabajo constante a un alto ritmo y deadlines, en genera. Todo trabajo que exija más de lo sensato, contribuye a estos síntomas.
En Goteborg, Suecia, hicieron un experimento para jornadas de seis horas durante dos años. Los enfermeros en una casa de retiro trabajaron dos horas menos, lo que implicó que se crearan nuevas posiciones con un costo de 730 mil euros anuales. Consiguieron empleados más felices, satisfechos y productivos. El problema es que el escepticismo político y los costos hacen que esta práctica sea ineficaz en todo el país; por lo menos actualmente.
Después de la crisis del 2008, el estado de Utah intentó una semana de cuatro días para subsanar las deudas en su presupuesto. Por un lado, mejoraron los servicios online ofrecidos por el estado y bajaron los costos de energía y servicios. Por otro lado, grupos de voluntarios tuvieron que cumplir con la demanda cuando las oficinas del gobierno estaban cerradas.
Algunas empresas como Amazon y Google ya han hecho algunos experimentos con pequeños equipos que trabajan semanas de treinta horas.
La que te encanta citar: la ley en Francia que obliga a compañías con más de 50 empleados a no contactarlos después de la jornada del día.
Van a pasar décadas antes de que esto sea una práctica normal, especialmente en México. Aquí tenemos el promedio de 2,255 horas al año, el más alto de los países de la OCDE. Además, factores como los salarios, que son menos de la mitad de los de la OCDE ($7,300 al mes comparados con $16,000); casi 30 millones de trabajadores en la informalidad, y la falta de información implican que el cambio se va a tardar en llegar. La mejor apuesta es que las empresas se den cuenta por sí mismas de los beneficios.
Fuente: negocios-inteligentes.mx