El caos político en que se encuentra sumido Reino Unido ha puesto sobre la mesa una posibilidad que, hasta hace no mucho, era poco menos que un tabú: la idea de celebrar un segundo referéndum sobre el Brexit, una vez se conozcan los términos de la ruptura con el bloque. La mitad de los británicos, según una encuesta de Sky News, apoyaría que la ciudadanía vuelva a pronunciarse en las urnas, esta vez sobre una triple opción: abandonar la UE bajo los términos que eventualmente logre firmar May con Bruselas, marcharse del bloque sin acuerdo alguno, o continuar siendo miembro del club. Solo un 40% se opondría a una nueva consulta, y el restante 10% no sabe, no contesta.
A ocho meses de que el país quede automáticamente fuera de la UE, esas son las tres opciones que quedan sobre la mesa. Un Brexit suave —si es que la primera ministra consigue sacarlo adelante en Bruselas— que vería a Reino Unido sujeto a buena parte de la regulación europea son participar en su formulación. Un portazo, que implicaría caer bajo la regulación de la Organización Mundial del Comercio, con el consiguiente caos regulatorio a corto plazo. O, por último, agachar la cabeza y pedir a la UE que les permita volver en las mismas condiciones que disfrutan en la actualidad.
La primera opción ha provocado ya que dos de los principales portaestandartes del euroescepticismo abandonaran el barco: el ministro de Exteriores, Boris Johnson, y el titular del Brexit, David Davis, optaron por dimitir poco después de que el Gobierno exhibiera el consenso en torno al plan de May de perseguir una zona de libre comercio de bienes con la UE. “El sueño del Brexit se muere”, escribió Johnson en su carta de dimisión, sin ofrecer alternativa alguna a un electorado al que engatusó con su populismo maximalista. Tampoco en Bruselas se ha recibido con entusiasmo la propuesta de la primera ministra conservadora: Michel Barnier, jefe negociador europeo, advirtió la semana pasada de que el bloque no aceptará la relación comercial que quiere el Ejecutivo británico, que contempla delegar la aplicación de la política aduanera de la UE a Londres.
La opción de cortar por lo sano sigue siendo defendida por los más radicales eurófobos, desde posiciones, eso sí, alejadas del poder político directo que les harían responsables de un caos contra el que el mundo empresarial advierte ya sin tapujos. Las guerras comerciales en las que se ha envuelto Estados Unidos, y el desconcertante panorama que se desprende de la caótica visita reciente de Donald Trump a Reino Unido, arrojan poderosas incógnitas sobre la posibilidad, vendida por los voceros del Brexit, de que romper lazos con la UE, su principal socio comercial, vaya a convertir a Reino Unido en un campeón del libre comercio con terceros países. El Gobierno se ha visto obligado a desmentir las informaciones, publicadas estos días en los medios, de que el Ejército estaría preparándose para actuar, asegurando el abastecimiento de víveres y medicinas, en el caso de que en marzo no se alcance acuerdo alguno.
El tercer escenario, el de acudir a las urnas planteando una marcha atrás, vuelve pues a estar sobre la mesa. Solo el 40% de los votantes, según el sondeo de Sky News, se opondría a un segundo referéndum. Dos de cada tres británicos, incluida la mayoría de los que votaron por el Brexit, creen ahora que el resultado de las negociaciones será malo para Reino Unido. Preguntados sobre cuál de las tres opciones apoyarían, el 48% dice que preferiría seguir en la UE, el 27% optaría por salir sin acuerdo y solo el 13% optaría por el plan de May. El 8% no votaría y el 3% no sabe. Solo uno de cada 10, según la encuesta realizada con 1.466 entrevistas entre los días 20 y 23 de julio, considera que May está haciendo un buen trabajo en las negociaciones.
“Hemos alcanzado un punto de inflexión y los sondeos muestran consistentemente un enorme apoyo a una votación popular”, opina el diputado laborista Phil Wilson, miembro de la campaña por una nueva consulta popular. “La voluntad del pueblo es clara: creen que el Brexit es una chapuza y quieren ser consultados sobre el acuerdo final. El choque de coches que es la propuesta de la primera ministra claramente ha tenido éxito en unificar al pueblo: casi todo el mundo cree que sería terrible. Con una opinión pública contraria a la propuesta de May y también a un Brexit sin acuerdo, la única manera de arreglar este desastre es con un voto popular sobre los términos que se acuerden”.
Fuente: El País