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Se encogió el sexenio: Juan María Naveja

Publicado por
José Cárdenas

Juan María Naveja

 

 

 

Encoger: 1. Disminuir el tamaño, volumen o extensión de una cosa. 2. Retirar un miembro o una cosa contrayéndolos. 3. Acobardar a una persona o ser ésta de poco ánimo.

 

A Peña Nieto le urge irse a López Obrador llegar.

Cualquier especialista en administración advertiría que los dos están en un error, el primero porque al calamitoso cierre de su administración viene la ignominia y el segundo porque está desperdiciando la oportunidad para hacer diagnóstico y trazar la planeación. En síntesis, dos políticos que evidencian que de administración saben poco.

Para el consultor, asesor o funcionario de comunicación social los cuatro meses finales o el cuatrimestre previo son oportunidades estratégicas, sobretodo para el que se va porque es la última oportunidad para afianzar la imagen, nunca más tendrá las oportunidades de este momento para proyectar los logros.

De acuerdo a la práctica de México, es la recta final del presupuesto, poco o mucho, quedan recursos que bien utilizados pueden permitir la campaña de cierre que destaque la obra de gobierno, la imagen del gobernante y/o los logros más relevantes.

Para el caso del Presidente Peña Nieto, sus comunicadores han dejado que las críticas a las reformas que impulsó debiliten su importancia, durante los casi seis años insistieron que fue el mandatario de las grandes reformas, pero la oposición, en especial la del candidato ganador, posicionó la idea que resultaron fallidas, en especial la energética y la educativa; como se ha visto en las recientes semanas, tanto López Obrador como algunos de los que se perfilan para acompañarlo en la administración vienen plegando banderas y reconociendo que no todo está mal, inclusive que no se tocarán las reformas, así lo expresó el futuro director de la Comisión Federal de Electricidad, un férreo opositor de las reformas aprobadas y de las que en sexenios anteriores no pasaron, que en materia de electricidad no habrá ajustes a la reforma energética.

Por lo que hace al gobierno que asumirá con el primer minuto del 1 de diciembre, les vienen ganando las prisas innecesarias. Extraño que un animal político como Andrés Manuel López Obrador no entienda las bondades de la Luna de Miel. Con una victoria tan contundente debió continuar con sus giras por todo el país pero ahora para agradecer y reiterar sus compromisos, sí reunirse con toda clase de personajes pero en un plano puramente social, sin caer en documentos como el enviado a Donald Trump, que rayaba en proyecto y no, como debió de ser, un mensaje de agradecimiento por la felicitación y la llamada que le hizo el presidente de Estados Unidos.

¿Qué necesidad de comenzar el desgaste que viene de la gestión? Anunciar programas precisos, futuros colaboradores y otras actividades que debieron realizarse una o dos semanas antes de la toma de posesión lo vienen sometiendo a las críticas que todavía debería asumir el gobierno en turno.

Tendrá todo a su favor para hacer cambios porque el Congreso de la Unión será todo suyo a partir de que entre en vigor la nueva legislatura el 1 de septiembre, quiere decir que sin desgastarse puede impulsar iniciativas desde la comodidad de la sombra.

López Obrador ya gobernó como Jefe de Gobierno del Distrito Federal y sabe que la vorágine a partir del primer día de administración impide la planeación y limita la  reflexión, las urgencias se imponen. Son cuatro meses muy útiles para acercarse a quienes no le dieron el voto y procurarse, por lo menos el beneficio de la duda; sí era importante mandar el mensaje de tranquilidad y ecuanimidad a los mercados, inversionistas e iniciativa privada en general, pero eso se consiguió de inmediato, los indicadores vinculados con el proceso electoral tuvieron su impacto antes, confirmada su abrumadora victoria los principales dirigentes empresariales se apresuraron a buscarlo para limar asperezas.

López Obrador decidió acortar la Luna de Miel, el tiempo nos dirá si acertó o desperdició tiempos que daban margen para construir y desarrollar un proyecto de imagen y comunicación de gobierno, para cambiar de piel y pasar de la contienda a la administración.

Después de la elección Peña Nieto y su gabinete desaparecieron, salvo la muy honrosa excepción de Ildefonso Guajardo y su firme defensa de México en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

Los ejemplos brotan todos los días: de agricultura el millón de árboles, de Pemex la construcción de refinerías, de la CFE la controversia del futuro director, de seguridad si se vao se queda el ejército, de Gobernación la legalización de la mariguana y la amapola, de Educación que se va a Puebla y así podemos seguirle con la desaforada agenda del futuro gobierno.

Cuatro meses que  quienes llegarán podrían aprovechar para el trabajo de escritorio, de gabinete y los que se van para hacer el corte de caja, inclusive para contrarrestar a quienes ya dicen que ha sido uno de los peores gobiernos de la historia.

La administración pública de México pasará por un vacío de casi medio año, entre la inmovilidad de quienes ya no quieren hacer nada y los que planean en el aire, porque después del 2 de diciembre se encontrarán con una realidadmuy diferente a la que se han imaginado.

En esta especie de diarrea de anuncios cobra especial relevancia la designación de delegados especiales para todas las entidades federativas. Un artero golpe al Pacto Federal del que solo se ha ocupado el gobernador electo de Jalisco, Enrique Alfaro, el único que a la fecha advierte del riesgo de invasión del ejecutivo federal en la división de poderes que consagra la Constitución.

El país no se puede inventar porque llega un nuevo gobierno, menos a golpe de ocurrencias. El borrón y cuenta nueva tiene sus consecuencias, lo veremos con el impacto que sufrirá la CFE con la condonación de 43 mil millones de pesos que anunció AMLO les serán perdonados a los morosos.

En Ciudad Juárez AMLO acaba de descubrir que hay cosas que ni se perdonan ni se olvidan, también él o quienes lo asesoran debieron darse cuenta que el Estado Mayor Presidencial no solo tiene guardaespaldas sino también una tarea estratégica, de logística de prevención y control, entre otras que resultan indispensables para el Estado; quizás por eso ya reculó el futuro Secretario de Seguridad con eso de regresar al ejército a los cuarteles.

Queda claro que López Obrador ya no va a parar, se adueñó del escenario con la complacencia de Peña Nieto a quien seguramente le pesa tener que rendir el último informe.

Un craso error, porque pudo hacer de la elección una victoria de su gobierno, manejar la idea de que su gobierno trabajó correctamente y por eso se tuvo un proceso impecable, sin sobresaltos y de ahí saltar a la promoción de las que considere sus principales obras y acciones.

Ya sabemos que vendrán las dos semanas de promoción al informe del 1 de septiembre, pero si tiene asesores honestos, el todavía presidente debería estar advertido que su imagen personal no es su mejor activo, que el desgaste que ha sufrido su imagen lo tiene con una baja evaluación ciudadana, por lo tanto, las campañas publicitarias de cierre deben estar concentradas en las acciones tangibles, aquellas que se pueden documentar, las que bien difundidas dejarían en la memoria colectiva el testimonio de la obra de su gobierno, creíbles o no; mientras no se trate de temas controversiales sino de hechos consumados.

Por poco tiempo que le reste Peña Nieto aún es el presidente, los medios lo saben y entienden, las voces de sus funcionarios aún son escuchadas, todavía gozan del espacio para destacar lo que creen que hicieron bien.

Peña Nieto y su equipo ya desperdiciaron cinco semanas, les harán falta si es que tienen un proyecto de cierre atractivo para hacerlos ver diferentes. Nadie les va agradecer hacerse a un lado como lo vienen haciendo.

¿Quién lo hubiera dicho? Ya les urge irse después de seis años construyendo un proyecto desde el Estado de México y más de 50 años de grilla del grupo Atlacomulco para llevar a Los Pinos a uno de los suyos. Un sueño que terminó en pesadilla, para ellos y para los mexicanos.

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José Cárdenas