Dos presidentes de derechas, Sebastián Piñera e Iván Duque, y dos de izquierda o centroizquierda, Evo Morales y Óscar Alvarado. El jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, ha elegido cuidadosamente los cuatro países de su primera gira latinoamericana (Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica) que inicia hoy, cuando están a punto de cumplirse dos meses desde que llegó a La Moncloa, para dejar clara su voluntad de “hablar a toda América Latina”, al margen de su color político. En noviembre, volverá para las cumbres iberoamericana y del G-20.
Fuentes de Moncloa aseguran que una gira de cinco días por cuatro países, como la que hoy emprenderá Sánchez, no se hacía “en muchos años”, y que su objetivo es cubrir el “déficit” de la presencia española en América Latina que dejó Rajoy.
Más allá del adanismo que experimenta todo nuevo inquilino de La Moncloa, lo cierto es que la dura crisis económica que sufrió España a partir de 2008 la desolojó de la escena internacional, incluida la iberoamericana.
El mandato de Rajoy coincidió además con el auge de figuras como Lula (Brasil), Cristina Fernández (Argentina) o Maduro (Venezuela), con los que no sintonizaba, lo que acentuó su inhibición. La sustitución de los dos primeros por Michel Temer y Mauricio Macri auguraba una nueva etapa de mayor sintonía, pero ahora es en España donde se ha producido el vuelco, por lo que los tiempos políticos a ambos lados del Atlántico parecen estar una vez más desajustados.
El propósito del Gobierno español es que esta circunstancia no haga perder a España la oportunidad de recuperar el peso perdido en América Latina, ahora que su mejoría económica le permite fijarse metas más ambiciosas. Por eso ha elegido países de distinto color político para su gira de presentación latinoamericana. Alguno de ellos, como Bolivia, no lo visitaba un presidente español desde hacía 20 años.
Aunque no viajará a ninguno de los dos países, la gira estará marcada por la situación de Venezuela y Nicaragua, cuya gravísima coyuntura política, social y económica ha arrojado al exilio a millones de sus ciudadanos, provocando una gravísima crisis humanitaria en los países vecinos y en toda la región.
El nuevo presidente español debe decidir si se alinea, como hizo Rajoy, con quienes abogan por endurecer las sanciones a los regímenes de Caracas y Managua, o apuesta por una vía de diálogo que hasta ahora ha resultado ser un completo fiasco.
La escala de Sánchez en Santiago de Chile, a donde llegará este lunes, servirá para dar un espaldarazo a las empresas españolas con presencia en América Latina, con cuyos directivos mantendrá un desayuno de trabajo. En Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), tendrá ocasión de explicar la política de ayuda al desarrollo del nuevo gobierno, después de que el PP recortara los fondos en más del 70%, mediante la firma de un acuerdo marco de cooperación por cuatro años. También suscribirá un memorándum para incorporar a empresas españolas al proyecto del tren bioceánico que debe unir Ilo (Perú) y Santos (Brasil), a través de Bolivia. En Bogotá (Colombia), ofrecerá al nuevo presidente Iván Duque, con quien ya se vio en julio en Madrid, su disposición a actuar como “facilitador” de las negociaciones con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), si este decide seguir con el proceso iniciado por su antecesor, Juan Manuel Santos. En San José (Costa Rica), visitará la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
El 15 de noviembre, el presidente del Gobierno español regresará a Antigua (Guatemala) para participar en la cumbre iberoamericana y a finales de mes irá a la cumbre del G-20 en Buenos Aires (Aregentina). Quedan pendientes las dos grandes potencias iberoamericanas: México, donde el nuevo presidente Andrés Manuel López Obrador toma posesión el 1 de diciembre; y Brasil, en plena campaña de las elecciones de octubre, con un resultado imprevisible.
Fuente: El País