El Maratón de la Ciudad de México cumple su edición 36, pero mucho antes que eso se forjó la historia que motiva a miles de participantes en esta fiesta atlética.
La tradicional prueba de los Juegos Olímpicos en México 1968 se celebró el 20 de octubre y tenía como ingrediente de expectativa ver si Abebe Bikila se convertía en el primer tricampeón de la competencia.
La competencia sería difícil para Bikila, quien ya tenía 36 años de edad, no solamente por los rivales, sino también por las condiciones de la carrera, en una altitud de más de 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar que representaba una dificultad mayor en términos de resistencia.
El disparo de salida se dio en el Zócalo, la plaza central de la Ciudad de México, a las 3:00 PM locales. Junto a Bikila, están entre los favoritos su compatriota, Mamo Wolde -plata días antes en los 10 mil metros- y el australiano Derek Clayton, quien en 1967 le arrebató el récord mundial al entonces bicampeón olímpico.
Bikila y Clayton llegaron disminuidos a México por lesiones. El etíope se retiró en el kilómetro 17 y cedió su corona, en tanto que el australiano se rezagó hasta el séptimo lugar. Sin embargo, Wolde mostró estar en gran forma y llegó primero a la meta con tiempo de 2h 20:26.
Pero el campeón sin corona de aquel maratón fue John Stephen Akhwari, de Tanzania, quien llegó al estadio con la rodilla derecha vendada, cojeando y recorriendo los últimos metros sobre el tartán paso a paso.
Fue el último de los 57 corredores que completaron la prueba, con tiempo de 3h 25:17. Casi 65 minutos despúes que Wolde. Otros 18, incluido Bikila, se quedaron en el camino.
Akhwari fue presa de una carambola en grupo en el kilómetro 17 de la que salió con su rodilla dislocada, pero aún lastimado quiso recorrer los 25 mil metros restantes hasta el Estadio Olímpico Universitario.
«Mi país no me envío a 5 mil millas para iniciar la carrera», dijo el tanzano después de cruzar la meta. «Me enviaron a 5 mil millas de distancia para terminarla.»
La frase y el ejemplo de Akhwari se volvieron una especie de mantra para los corredores recreativos tiempo después. En la siguiente década se empezó a popularizar el maratón como un reto para atletas no profesionales ni de alto rendimiento.
El Maratón de la Ciudad de México se ha celebrado de manera ininterrumpida desde 1983 y desde su trigésimo aniversario, en 2013, replicó de la mayor manera posible la ruta de la prueba olímpica de 1968, con arranque en el Zócalo y llegada en el Estadio de la UNAM.
También desde entonces se convirtió en una serie de seis maratones donde en cada edición a los finalistas se les otorgó una letra de la palabra «México», y precisamente en este año, que coincide con los 50 años de la justa de 1968, la «O» coincide con la temática «Olímpico», tal como a las otras letras se les otorgó otro fin:
M: Mujer
E: Ecología
X: Música
I: Innovación
C: Cultura
O: Olímpico
En este lapso, el principal maratón mexicano logró tener la certificación plata de la Asociación Internacional de Federaciones Atléticas (IAAF por sus siglas en inglés) y está postulada para buscar la oro en esta edición.
De tener 10 mil participantes en 2013, la meta de inscripciones para la edición del domingo es de 42 mil 195, uno por cada metro de la distancia oficial del maratón. En su último pronunciamiento al respecto, la organización había anunciado el 90 por ciento de los lugares asignados.
Todo esto pese a que las condiciones del Maratón mexicano no son las óptimas para estar en la élite mundial, pues su altitud evita que se puedan dar grandes marcas y la fecha en la que se realiza, el último domingo de agosto, se empalma o queda muy cercana a los Juegos Olímpicos y Campeonatos Mundiales, lo que no permite que los mejores fondistas del mundo pudieran competir en él.
Por lo pronto, el maratón representa la mayor de las festividades de la Ciudad de México por los 50 años de los primeros Juegos Olímpicos de Latinoamérica y contará con la presencia de John Stephen Akhwari, ese campeón sin corona cuyo legado tocó a más personas que el del mismo campeón, Mamo Wolde.
Fuente: UnivisIón