No pretendas apagar con fuego un incendio.
Confucio

 

El Tribunal Electoral está que arde. La tiene complicada, tomando en cuenta que esa autoridad no goza de la mejor imagen, ni de cabal salud.

El Trife arde desde el 9 de abril pasado cuando en apretada sentencia revivió la candidatura presidencial independiente de Jaime Rodríguez, El Bronco, luego de que el INE la había rechazado por insuficiencia de firmas legítimas, como exige la ley.

A estas horas, el mismo Tribunal Electoral tiene entre manos una brasa ardiente: la multa de 197 millones impuesta por el INE a Morena por el caso del fideicomiso “Por los Demás”, para recibir aportaciones que Morena encausaría a los damnificados del sismo ocurrido el 19 de septiembre del año pasado.

López Obrador y sus fieles seguidores alegan que esta vez se trató de un fideicomiso privado constituido por militantes y simpatizantes de Morena; que no es instrumento jurídico del partido en cuestión, aunque haya sido creado por decisión del Consejo General; que no tiene obligaciones y restricciones distintas a las de un fideicomiso privado.

Si el Tribunal Electoral asume que el fideicomiso pertenece a Morena, no hay manera de justificar las aportaciones en efectivo prohibidas por la ley. De lo contrario, la multa fijada por el INE será anulada.

Sin embargo, López Obrador come ansias. Más allá del desenlace legal del asunto, el virtual presidente electo “pela” los dientes y saca las garras. Acusa un “complot”. Niega que se trate de un acto inmoral. Afirma que es una “vil venganza”.

López Obrador olvida que ya no es candidato en campaña sino futuro presidente electo, lo cual obliga a una diferencia de comportamiento. El tabasqueño no asimila el deber de controlar sus arrebatos y someterse a criterios institucionales, estrictamente jurídicos, no sólo políticos. Mejor manda todo al diablo…

Mala señal…