Andrés Manuel López Obrador es un torbellino de pasiones…
Sin haber sido declarado presidente electo, el hijo de Villa Tepetitán (Macuspana, Tabasco), se apodera de la transición, eclipsa la despedida del mandatario saliente y acapara la atención de los medios de comunicación y la sociedad; ocupa la escena de cuerpo completo.
El próximo mandamás de la patria ya dejó claro a los gobernadores la fuerza que tendrá la federación bajo su mando, por aquello de que alguno, de cualquier color, piense en salirse del redil. Ya dobló a la “minoría rapaz” como llama a los empresarios que tanto le temen; a sindicatos, iglesias, medios masivos o redes sociales… a quien se le atravise. Hasta le hizo un guiño al antipático Big Brother mundial.
Andrés Manuel ha revelado los cincuenta lineamientos de sus politicas públicas para quitar la grasa del cuerpo nacional, exorcisar a los demonios de la corrupción y cancelar fueros y privilegios de la clase gobernante… por aquello de las tentaciones rateras.
En pocas palabras, el señor López ha trazado la ruta que seguirá la Cuarta Transformación del país…
Han pasado dos semanas y dos días, con sus noches, y el “elegido” trae prisa. Demasiado apremio.
López Obrador comanda un gobierno anticipado que es un anticipo de gobierno, cimentado en 30 millones de votos de verdad… protagoniza una toma de poder adelantada, de peso completo… sin contrapeso.