El día de hoy, después de cinco años de trabajo, la Nueva Bolsa Institucional de Valores (BIVA) está lista para para iniciar operaciones, arrancando con la competencia en el mercado bursátil mexicano.
A manos de Santiago Urquiza, presidente y el hombre detrás del proyecto del nuevo centro de valores; y de María Ariza García, directora general de BIVA, se llevará acabo, a las 08:30 de la mañana, el timbrazo que dará inicio a una nueva etapa operativa en México.
El inicio de la BIVA se remonta a febrero de 2013, a través de Central de Corretajes (Cencor), pero fue hasta el 29 de octubre de 2015 que la correduría solicitó la concesión del nuevo centro operativo.
No obstante, fue hasta el 29 de agosto del 2017 que el presidente Enrique Peña Nieto, a través de la Secretaría de Hacienda, entregó la concesión a la BIVA.
El nuevo intermediario bursátil tiene como objetivo hacer crecer y desarrollar el mercado de valores local; además de ampliar oportunidades para que pequeñas y medianas empresas se enlisten.
El reto es grande, existen 146 empresas que comparten sus acciones con los inversionistas, en Estados Unidos existen tres grandes bolsas que tienen más de 3,000 empresas listadas y existen también bolsas más pequeñas.
De acuerdo con Santiago Urquiza, la nueva Bolsa requirió de una inversión de 650 millones de pesos.
Cencor será el accionista mayoritario de BIVA, mientras que el fondo de capital privado LIV Capital, mismo que aportó una inversión por 450 millones de pesos para el proyecto, será el accionista directo. La inversión es a través de un certificado de capital de desarrollo que captó los recursos de afores mexicanas, esto es, ahorradores del sistema de pensiones apuestan al nuevo proyecto.
Todas las casas de bolsa tendrán que conectarse con los dos centros bursátiles, la Bolsa Mexicana de Valores ha lanzado nuevos instrumentos de inversión con los Cerpis, Ckd´s, entre otros. Sin embargo, José Oriol Bosch, director de la BMV declaró que el tamaño de mercado es pequeño para otro intermediario y que no se debía compartir el pastel, sino hacerlo más grande.
Fuente: El Economista