Las adversidades arrecian en Europa, y París y Berlín se han propuesto liderar la transformación que necesita la Unión para afrontar los nuevos tiempos del Brexit, los populismos, los nacionalismos y las intensas grietas trasatlánticas. Emmanuel Macron y Angela Merkel han acordado tras largos meses de espera e indecisión una batería de reformas para proteger a los países de la zona euro de futuras crisis y coordinar la política migratoria; los dos grandes asuntos que a su juicio urgen, para evitar una fractura de la Unión.
La reunión ministerial y de jefes de Gobierno franco-alemana, celebrada en el palacio de Meseberg, a las afueras de Berlín, pretende sentar las bases para el consejo europeo que se celebrará a finales de junio en Bruselas. El punto clave del pacto presentado franco-alemán es la creación de un presupuesto para la zona euro, que financie inversiones que fomenten la competitividad y la innovación y ayude a estabilizar la zona euro al margen del presupuesto plurianual del Unión. Los líderes no han detallado sin embargo qué tamaño tendrá ese presupuesto, que debería crearse en 2021, según anunció Macron. “Queremos que el presupuesto de la zona euro fortalezca la inversión, con el objetivo de tender a la convergencia en la zona euro”, dijo Merkel en la conferencia de prensa posterior a cuatro horas de reunión.
Frente a las ambiciones de París, Berlín se había mostrado reticente con la idea de crear un presupuesto específico para los países que comparten la moneda única y hasta ahora la canciller ha hablado de dotarlo con una cifra muy limitada. Merkel cuenta con una notable resistencia interna, también dentro de su propio partido, a cualquier medida que implique sufragar deudas ajenas de países que los alemanes consideran que no han hecho bien los deberes. La pujante extrema derecha centra además su euroescepticismo en la batalla contra la moneda única, lo que complica la defensa de posiciones más europeístas por parte de los partidos tradicionales, que temen perder electores.
El presidente estadounidense, Donald Trump, volvió el martes a atacar a Alemania y lo hizo otra vez a través de Twitter y empleando de nuevo datos falsos. “La criminalidad en Alemania ha crecido un 10% (el Gobierno no quiere informar de esos crímenes) desde que aceptaron a migrantes. Otros países están incluso peor. ¡Sé lista América!”, tuiteó.
La canciller, Angela Merkel, aprovechó la conferencia conjunta con Emmanuel Macron para rebatir la afirmación de Trump. “Las nuevas estadísticas sobre criminalidad del ministerio de Interior hablan por sí solas”. Las cifras oficiales indican que el año pasado los delitos registrados sumaron 5,76 millones, lo que supone la cifra de criminalidad más baja de los últimos 30 años. Los delitos perpetrados pro extranjeros también sufrieron un descenso considerable en Alemania, según los datos policiales.
Un día antes, Trump había escrito en la red social que “la gente en Alemania se está volviendo en contra de sus líderes y la migración está haciendo tambalearse la débil coalición de Berlín. La criminalidad en Alemania va en aumento”, escribió para a renglón seguido vincular el falso aumento de delitos con la llegada de refugiados al continente.
Junto al europresupuesto, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), pasará a convertirse en un Fondo monetario europeo que operará como una línea de crédito. El eje franco-alemán propone también adelantar la puesta en marcha del llamado respaldo del Fondo de Resolución, una de las patas de la Unión Bancaria inicialmente prevista para 2024, que serviría para paliar la inestabilidad financiera que pudiera generar el cierre de bancos.
Merkel reconoció que la reforma de la eurozona había sido la más complicada, pero más allá de la endiablada letra pequeña del capítulo económico, la inmigración, que amenaza con acaparar la atención del próximo consejo europeo, ha sido el otro de los asuntos que ha centrado el encuentro franco-alemán y que se ha convertido en un problema urgente en términos de política interna para la canciller. Es además, un tema que divide profundamente a los socios de la UE como ha evidenciado el periplo del Aquarius y capaz de dinamitar pilares de la construcción europea como la libre circulación.
Macron y Merkel han explicado que defienden una mayor protección de las fronteras exteriores de la UE, reforzando Frontex y trabajando con países de origen de los migrantes y de tránsito, en particular con Libia.
Merkel ha acudido a esta reunión debilitada y bajo una enorme presión debido a la fractura del bloque conservador que dirige. Su ministro de interior, Horst Seehofer, impuso el lunes un ultimátum de dos semanas, en las que la canciller debe consensuar con los socios europeos fórmulas que le permitan reducir la llegada de demandantes de asilo a Alemania. Si no lo hace, Seehofer actuará por libre.
A modo de advertencia a Seehofer La declaración de Meseberg hace hincapié en la necesidad de buscar “soluciones europeas comunes”. “Las acciones unilaterales y descoordinadas partirán a Europea, dividirán a sus pueblos y pondrán a Schengen en peligro”, añade la declaración en alusión a la libre circulación de personas dentro de la Unión.
Meseberg era una cita de esperadísimas respuestas. Francia lleva casi un año esperando que Alemania emita señales concretas de hasta dónde está dispuesta a llegar en la prometida y necesaria refundación de la zona euro. La política interna ha mantenido secuestrada a la gran potencia germana, primero con una elecciones generales, después con una dilatadísima formación de Gobierno y ahora, cuando parecía que era por fin el momento de echar a andar, con una aguda crisis interna. La paciencia, tampoco la francesa, es infinita, pero Macron ha esperado y ha cedido en sus ambiciones, plenamente consciente de que sin Berlín no hay reformas posibles.
Fuente: El País