Como nunca en la historia de México, la amenaza de enfrentar un proceso y el riesgo de ir a la cárcel por casos de corrupción se cierne sobre un presidente. A juzgar por lo que se discute en la campaña presidencial, la posibilidad está latente.
Es absurdo suponer que una victoria de Andrés Manuel López Obrador sería una patente de corzo para Enrique Peña Nieto, porque también la historia nos dice que cuando un gobierno necesita legitimarse echa mano de lo que sea.
La administración en turno está marcada por la corrupción, son muchos los señalamientos, pero mencionemos dos que pudieran alcanzar directamente a Peña Nieto: la Casa Blanca y Odebrecht; en ambos casos hay elementos suficientes como para construir una querella.
De la Casa Blanca ya se ha escrito mucho.
Pero de Odebrecht apenas se asoma la punta del iceberg. A declaración expresa de uno de los principales accionistas, la huella de la constructora brasileña se ha hecho presente en las campañas electorales de los expresidentes: Humala, Toledo, García y Kuczynski, de Perú; Funes, de El Salvador; Martinelli, de Panamá; ya cobró factura en Brasil contra los expresidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff, y se mantienen acusaciones contra Michel Temer. En Colombia, hay señalamientos a la campaña del presidente Santos y el tema podría ser una tentación para el uribista Duque si gana la Presidencia.
Esta semana The New York Times lo reiteró, sólo los gobiernos de Venezuela y México no han actuado con el tema Odebrecht.
En el primer caso, nada sucederá en tanto Maduro se mantenga en el poder, pero en México las cosas podrían ser muy diferentes: Odebrecht ha señalado que canalizó sobornos a través de quien fuera uno de los coordinadores de la campaña de Peña Nieto, Emilio Lozoya (https://www.eleconomista.com.mx/empresas/VIDEO-Odebrecht-pago-10-millones-de-dolares-a-Lozoya-asegura-delator-20171204-0092.html). Es decir, hay materia.
El candidato de Por México al Frente, Ricardo Anaya, ha sido contundente al señalar que, de llegar a la Presidencia, abriría una investigación contra el gobierno de Peña Nieto.
Desde hace varios meses, López Obrador ha declarado que no emprendería una cacería de brujas si llega a la Presidencia, que no metería a la cárcel a Peña Nieto, (https://elpais.com/internacional/2018/03/22/mexico/1521689874_380187.html).
En la historia moderna, ningún presidente de México ha estado en riesgo de ir a la cárcel, pero eso es historia; hoy encarcelar presidentes está de moda y Peña Nieto lo sabe.
Es verdad que en México los presidentes son muy poderosos y el sistema tiene redes de gran alcance, pero hace tiempo que no dan para decidir la elección presidencial.
La paradoja estriba en que el presidente parece que confía más en quien fue su principal adversario de los dos que aparecen con posibilidades de ganar. Pero digámoslo, sería un acto de fe, porque en la política una promesa de impunidad puede tener caducidad.