Carlos Ferreyra
Miro de soslayo un reclamo publicitario de Andres Manuel y me parece escuchar que el señor, así, sin salivita ni vaselina nos deja ir la versión de que los ex presidentes reciben algo así como cinco millones de pesos mensuales.
Y deja al juicio de cada quien suponer que habla de cifras individuales para luego asegurar que en el momento en que se trepe a la Silla del Águila, se abstendrá de firmar el decreto que asigna las pensiones a los ex tlatoanis.
De acuerdo. Y ahí viene el pero: lo que dice es una completa mentira, una falacia más entre las muchas que imagina contra la mafia del poder, de la que el ha sido parte muy notoria.
Igual que los 86 priistas a los que tiene enlistados para llevarlos a las cámaras estatales y federal, lo mismo que al Senado que es uno y por tanto sobra el mote “de la República”.
Pretende, es evidente, revivir los gloriosos años tricolores con el control absoluto, total, del Poder Legislativo con la consecuente capacidad de decidir si no en asambleas abiertas con votación a mano alzada, en los recintos donde medran diputados y senadores.
Aquí lo importante no son las maniobras del tabasqueño sino la parálisis de loslorencitos que permiten la propagación de anuncios que no aportan conocimiento, sino irritación a nivel popular.
Se trata de una responsabilidad grave, cuyas repercusiones trascenderán los comicios. Contribuye a aumentar la frustración de la gente que ya no busca a quien lo hizo sino al que se lo cobrará.
Y no se trata de defender las pensiones presidenciales, lo que habría que hacer es poner en juicio las que se asignan al resto de Los altos empleados del gobierno. Por sabido, citemos el caso del moreliano Ochoa, que trabajó unos cuantos meses en la CFE, renunció cuando encontró un hueso más sustancioso y a pesar de eso lo liquidaron con millón y medio de pesos… aparte su pensión de por vida.
El Peje no es, desde luego, el único que se mueve entre pesadillas y malos pensamientos. De las reiteradas mentiras de Ricardo Anaya nos hemos ido enterando a diario. Si, a diario con todo y costalito vacío y sus olvidos como su participación en las decisiones del gobierno de Peña Nieto de las que hoy abjura.
Inventa cifras y situaciones y avienta responsabilidades a diestra y siniestra dejando de lado su participación cuando le convenía, cuando pretendía el apoyo oficial para cimentar sus ambiciones de controlar el Congreso, desplazar a los panistas dizque tradicionales y garantizar su candidatura presidencial.
Llegó al extremo en su sueño de poder y gloria, en pensarse el verdadero candidato peñista a Los Pinos. Seguramente no le faltaba razón, lo que permite entender su virulenta reacción contra el mandatario cuando comprobó que la llamada mafia del poder no es tricolor sino Itamita.
Y que la célebre mesa que en épocas juveniles arrastraron Videgaray y Meade sigue teniendo dos soportes, entre ellos nadie más, ni el presidente.
Sin duda para el gobierno de Trump el hombre ideal es Meade. Su relación estrecha, casi íntima con el Canciller y de éste con el primer yerno de Estados Unidos garantiza una relación tersa y, en un descuido, que los mexicanos paguen el muro y alguna otra cosa más que se le ocurra al habitante de la Sala Oval.
Curiosa coincidencia entre Videgaray y López Obrador: no irritar al señor del norte y no emprender guerras comerciales en su contra, a pesar de lo que hace y siga haciendo contra México.
Entre todos, las iglesias. Meade consulta a Obispos, Peje se alía a evangélicos cuya fe profesa y admite a su lađo a los yunquistas.
Y en esta feria de falsarios, la República laica a punto de desaparecer y nuestra adhesión como Estado asociado, a punto de concretarse. Sin importar grandemente quién sea el bateador en el turno 2018/2024.
Mientras, felices sueños y mejor despertar para los afortunados asalariados del Instituto Nacional Electoral. Sigan durmiendo, merecen ese bienestar.