Un estudio reciente mostró que entre 2012 y 2017, la Antártida perdió 219 mil millones de toneladas de hielo al año, lo que hizo que el nivel del mar aumentara a un ritmo de 0.6 milímetros (mm) de forma anual.
La investigación dirigida de Andrew Shepherd, de la Universidad de Leeds, Reino Unido, y Erik Ivins, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), destaca que hasta 2012, año del último estudio de este tipo, la Antártida perdía 76 mil millones de hielo al año.
Las perdidas generaban que el nivel de los mares subiera a un ritmo de 0.2 mm por año, y desde entonces la Antártida ha perdido hielo a una velocidad tres veces mayor.
La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), destaca que dicha tendencia desfavorable en el continente se debe, en parte, porque los glaciares fluyen más rápido en la Antártida Occidental y la península Antártica.
La Antártida Occidental es la zona que sufrido en mayor medida el deshielo, al pasar de una merma de 53 mil millones de toneladas al año en los noventa a 159 mil millones de toneladas anules en 2012.
Lo anterior, debido al rápido retroceso de los glaciares de Pine Island y de Thwaites, por la mayor temperatura del agua marina bajo su barreras flotantes.
Los resultados publicados en la revista “Nature”, donde colaboraron 84 científicos procedentes de 44 organismos internacionales, es importante para saber cómo el cambio climático afecta la parte más remota del planeta y su impacto en el resto del mundo.
“Según nuestros análisis, se ha producido una aceleración en la pérdida del hielo en la Antártida durante la última década, lo que está provocando que el nivel del mar aumente hoy a mayor velocidad que en ningún otro momento de los últimos 25 años”, dijo Shepherd.
De acuerdo con la ESA el deshielo de la Antártida ha hecho aumentar el nivel del mar 7.6 centímetros desde 1992, y cerca de la mitad ha sido en los últimos cinco años.
Para el desarrollo de la investigación los científicos utilizaron datos de varios satélites como CryoSat y la misión Sentinel-1 de Copernicus, de la ESA.
Fuente: Crónica