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El tubo de ensayo: Claudia Luna Palencia

Publicado por
José Cárdenas
POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Que a nivel global se retrotraiga la Inversión Extranjera Directa (IED) es innegablemente una pésima noticia dado que la IED es siempre un termómetro de la confianza de los inversionistas particulares en el rumbo de la economía ya sea en su ritmo mundial o bien de forma pormenorizada, en determinada región o país.
Y no es para menos mientras las instituciones y organismos internacionales intentan dar certeza de que los peores años de la crisis económica experimentada en las naciones más industrializadas han quedado atrás, la nueva tragicómica política internacional de Washington (bastante amenazante y desbocada) ha puesto sobre de la mesa a la geopolítica como variable de peso pesado.
Los flujos de capital foráneo han dado un paso hacia atrás azuzados por las tensiones de los últimos 15 meses, sus decisiones de corto y mediano plazo están salpicadas por la bruma del momento: que si habrá o no una confrontación bélica entre Corea del Norte y Estados Unidos; que si Washington finalmente desconocerá el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC) signado durante la administración del presidente Barack Obama gracias a la mediación de seis países para que fuese negociado un pacto con Irán.
Hay tal incertidumbre al respecto de qué decisión tomará el presidente Donald Trump estos días –si refrendará el Plan o no- que la economía iraní desde que arrancó el año lleva enfrentando sendas sacudidas por parte de los inversionistas tradicionales que intentando protegerse unos están reorganizando su estrategia de negocios hacia distintas áreas en Asia; y otros, empiezan a buscar valores refugio como el oro.
La sola posibilidad de que primero, la Unión Americana dé marcha atrás a lo pactado con Irán y segundo, que esto abra el intervalo para una asonada bélica con Israel y Estados Unidos dirigiendo sus tropas con el pretexto de las armas nucleares, el miedo flotando en el ambiente ha provocado un desplome del 35% en el rial, la moneda de Irán, que tiembla ante lo que parece insalvable: una confrontación.
Si el iraní de a pie intenta proteger sus ahorros cuanto más el dueño de una fábrica o de una empresa que ha visto a priori cómo otros muchos empresarios de la región se han arruinado debido a la intervención estadounidense por muchos motivos (terrorismo y armas químicas) ya sea en Afganistán, Irak o Siria.
Esa parte del mapamundi está peor que nunca convertida en un potro indómito y sin rumbo, pero también hay incertidumbre en otras partes hablamos de Venezuela, depauperado por un sátrapa obcecado en continuar con la persecución de los capitales externos y también de socavar toda intención del inversionista nacional; sin el permiso directo del dictador Nicolás Maduro simplemente no hay forma real de existir como empresario –nacional o extranjero- así funcionan las cosas.
Igualmente en el concierto americano, la trampa de la renegociación del NAFTA-TLCAN ha provocado tanto en Canadá como en México que cierto grupo de inversores abran un paréntesis aguardando a ver qué pasará finalmente con el Tratado; quitarle ya ese halo espeso y siniestro porque no hace más que perjudicar la toma de decisiones en materia de inversión, de comercio y de negocios.
Como sucede también en España, con el conflicto catalán que sostiene en vilo uno de los más largos episodios de ruptura secesionista, ni la vuelta a las urnas, ni la fuga de la élite en el poder en Cataluña, han terminado por resolver el sino de esta parte del norte del país ibérico.
Por supuesto, persiste una afectación económica: varias importantes decisiones de inversión no han sido efectivas hasta no saber si permanecerán dentro de territorio español o su obcecación terminará finalmente por cristalizar su ilusorio destino manifiesto en forma de independencia lo que de tajo significaría quedar fuera de todos los beneficios (y también de las obligaciones) por pertenecer a la Unión Europea.
Es lo mismo con el Brexit: las arduas negociaciones entre el equipo de la premier británica Theresa May y los ejecutivos de la Comisión Europea (CE) acerca de cómo quedara finalmente el Brexit congelan cualquier intención de los nuevos capitales; es menester despejar las dudas de si permanecerán o no en el mercado único europeo.
Hay que entenderlo claramente: el capital privado nacional tiene la piel sensible y todavía es más delicada la del capital foráneo; y ninguno de los dos saben qué hacer en un entorno brumoso máxime sin entran en otro país para crear infraestructura, para cimentar una empresa que ladrillo tras ladrillo no es tan fácil desmontar ni deshacer como sucede en el caso del fugaz capital bursátil; el primero crea empleo, el segundo lo destruye y favorece además la especulación.
En un amplio espectro lo que la inversión requiere es certeza, certidumbre, un marco jurídico estable, todas las garantías posibles para funcionar; lo menos plausible es meter ideas chocantes y extravagantes en un tubo de ensayo.
A COLACIÓN
De acuerdo con la UNCTAD en su informe “Global Investment Trends Monitor” el año pasado el flujo de IED redujo un 16% para ubicarse en 1.52 billones de dólares en comparación con 2016.
En opinión de Mukhisa Kituyi, titular del organismo adscrito a la ONU, la inversión extranjera enfrenta un camino lleno de baches, muchos de esos obstáculos derivan, como lo hemos comentado, de variopintas presiones geopolíticas.
“La reducción a nivel mundial de la IED se debe principalmente a la caída de las corrientes de inversión destinadas a los países desarrollados (-27%); se registró una marcada disminución de la corriente en Europa (-27%) y en América del Norte (-33%), debida sobre todo a que las entradas de IED en Reino Unido y Estados Unidos volvieron a su nivel anterior, tras haber aumentado en 2016. Este descenso se vio atenuado por un crecimiento del 11% de las corrientes destinadas a otras economías desarrolladas, principalmente Australia”, informó el organismo.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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José Cárdenas