Carlos Ferreyra
A mediados de este año el rancho San Martín en la Sierra Norte de Puebla cumplirá medio siglo de estar generando bienestar para los poblados cercanos e insumos de primera necesidad.
No es exageración, en el rancho trabajan mi yerno, Alejandro Aguirre Aguirre, mi hija Magdalena y el hijo menor de ambos, Sebastián. Los tres son ingenieros agrónomos en distintas especialidades cada uno.
Hace muchos años, cuando conocí San Martín, propiedad de mi consuegro Antonio Aguirre, también ingeniero agrícola, se dedicaba a defender a los productores de cebada maltera. Maltratados por los compradores, las cerveceras, organizó la concentración de todo el producto en los amplios patios del rancho, donde se asoleaba hasta que quedaba seca totalmente y de allí, al poblado de Grajales.
Antonio tenía su profesión como una especie de apostolado. Decía que el agrónomo es un hombre libre, generador de riqueza; se veía casi como un enviado divino, en lo que no le faltaba razón porque en sus fundos campiranos a los jornaleros se les pagaba o se les paga, supongo, el salario de ley y las prestaciones debidas.
Cuando las cerveceras insistieron en recibir directamente el producto, el mercado se desorganizó. Los pequeños productores de Tlaxcala y de Hidalgo, para una producción de menos de cinco toneladas tenían que alquilar un camión al que hacían esperar para que el dueño de la mercancía, desesperado, ofreciera mordida para que le recibieran su producción.
He visto los extraños caminos por los que caminan los mercados agrícolas. No soy experto ni me he interesado grandemente en conocer a detalle los procesos de producción y comercialización. Por ejemplo, me consta que cuando hay exceso de lluvia la papa se raya, o sea le salen franjas oscuras en la cáscara.
El producto tiene las mismas propiedades pero los acaparadores se agarran de tal circunstancia para bajarle el precio. En San Martín se optó por convocar a los propios trabajadores para que cosechen a su favor, sacan las papas y se la llevan a sus casas, gratis.
Por cuestiones del mercado las siembras van variando, hoy no se siembra papa, pero sí brócoli que dejó de venderse a la empresa Don José de la familia Fox, cuando intentaron robarse la producción comprometida. Tiempos de campaña presidencial del Alto Vacío, por lo que hubo rectificación y pago.
No es cuento. Recibida de conformidad la carga en San Cristóbal, el rancho familiar, a la hora de pagar informaron que el producto había llegado tan húmedo que lo habían echado al drenaje de la población. Imposible, se les respondió, porque se hubiese tapado el sistema de aguas de San Pancho. Se les advirtió que se organizaría una campaña informativa porque jurídicamente en territorio guanajua no había manera de ganarles.
San Martín ha sido pionero en la región para la experimentación de cultivos. Hoy cosechan los frutos que genéricamente llaman “berries” y que cubren durante toda su gestación con una manta casi a nivel de surco. De este proceso está encargado Sebastian, quien acaba de hacer un rápido viaje a Holanda relacionado con su negocio.
Por su parte Magdalena elabora deshidratados que son vendidos en tiendas de conveniencia como sustitutos ventajosos de las papas fritas y otros alimentos dañinos a la salud.
Y Alejandro entre viajes a diversas universidades, norte, centro y sur del país imparte seminarios especializados en temas agropecuarios, y cuida la marcha correcta de la empresa familiar.
Algo que me ha llamado la atención: a pesar de que los cultivos son de gran demanda en el exterior, no los exportan. Afirman que la exportación es mal negocio para el campo, siempre sujeto a las arbitrariedades de los compradores.
Entiendo que grandes corporaciones hacen contratos por adelantado sobre una determinada previsión de cultivo. Un ejemplo que se ha manejado hace años, la adquisición de enormes extensiones de nopal y su traslado a Japón.
Pero esos son polvos de muchos lodos. A mediados del año en San Martín estarán de manteles largos. Estoy seguro que preparan un pachangón con los empleados; asistirán los familiares del propietario y serán degustadas viandas regionales, especialmente los tlacoyos que aquí llaman tlayoyos y unas deliciosísimas empanadas dulces con requesón.
Evidente, los Aguirre proceden de Saltillo, tendrán carne norteña y en respeto a usos y costumbres locales en los que influyen tlaxcaltecas e hidalguenses, barbacoa y muchas otras delicias regionales.
Y bien, a la gorra no hay quien le corra, así que me preparo para estar presente –espero ser invitado—y recorrer los campos entre el verdor de las plantas que muestran la pasión por una actividad que tiene mucho de Santa.