Al abandonar Hollywood para casarse con un príncipe, Meghan Markle renuncia a una exitosa carrera para sumarse a la empresa de integrar la realeza británica.
Y se trata de una máquina de dinero, si bien con frecuencia roza los límites del buen gusto y escapa al control de la monarquía. Para celebrar la boda del príncipe Harry con su novia estadounidense, que se llevará a cabo este sábado, los admiradores pueden comprar cucharas de madera con los rostros de ambos, trajes de baño y hasta condones.
Ese verdadero mar de productos vulgares es tan sólo uno de los ejemplos del impulso que la monarquía británica da a la economía. Casi 5 millones de personas visitaron el año pasado el Palacio de Buckingham, la residencia londinense de la reina Isabel, y se estima que el turismo real representa 747 millones de dólares por año.
También dará a los comercios una bienvenida ayuda de 120 millones de libras (162 millones de dólares) conforme los británicos gastan en recuerdos y celebran fiestas en la calle, según el Centro de Análisis Minorista (CRR por la sigla en inglés).
La boda de Harry, sexto en la línea de sucesión al trono, con Meghan, una divorciada interracial, marca un hito en la historia de la institución. Los comentaristas políticos analizan ese bastión tradicional y su capacidad de renovarse. Los medios populares hacen comparaciones con Grace Kelly, que también abandonó el espectáculo para casarse con un príncipe, y con Wallis Simpson, una aristócrata estadounidense cuyo segundo matrimonio con Eduardo VIII desencadenó su abdicación.
La familia real británica ha tenido sus altibajos. La década de 1990 fue mala, ya que en 1997 murió la princesa Diana, la muy querida madre de Harry, cuyo auto chocó en momentos en que la perseguían fotógrafos. La reina se vio obligada a hacer una declaración pública sobre su exnuera en tanto diarios y canales de televisión debatían el futuro de la monarquía.
Más de dos décadas después, resulta difícil imaginar un momento en que haya sido tan popular –o se haya visto tan rehabilitada-, y programas como The Crown ganan premios.
Las voces que cuestionaban si la monarquía es un costo que vale la pena mantener han muerto. La reina Isabel, que tiene 92 años, recibe ingresos a través de una corporación de bienes raíces llamada The Crown Estate, que entrega sus ganancias –más de 2 mil 600 millones de libras en los últimos 10 años- al gobierno.
A cambio, la familia recibe una asignación anual de 15 por ciento de las ganancias, lo que representó 42.8 millones de libras según los últimos cómputos disponibles. La Casa Real estima que la familia le cuesta a cada habitante del Reino Unido 65 peniques al año de impuestos.
El último rumor o la imagen más reciente de la familia real venden diarios e impulsan el tráfico online en el Reino Unido, y el revuelo de medios que rodea a la nueva pareja real no es diferente, incluidos sus posibles problemas. A menos de una semana del gran día, The Sun y otros medios informaron que Thomas Markle no llevará a su hija al altar luego de admitir que había pactado fotos con la prensa.
En respuesta, el palacio declaró: “Es un momento muy personal para la Srta. Markle en los días a previos a su boda. Ella y el príncipe Harry vuelven a pedir comprensión y respeto para el Sr. Markle en esta difícil situación”.
Fuente: El Financiero