Rusia condenó con dureza el ataque de Estados Unidos y sus aliados europeos en Siria y, al mismo tiempo, asumió una posición prudente al no abrir fuego contra las embarcaciones y aviones que la madrugada de este sábado lanzaron 105 misiles crucero en instalaciones estratégicas del gobierno de su aliado, Bashar al Asad, lo cual evitó un enfrentamiento directo entre los dos poseedores de los arsenales nucleares más devastadores del mundo.
“Sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, en contra de la Carta de las Naciones Unidas, de las normas y principios del Derecho Internacional, se cometió un acto de agresión contra un Estado soberano, que se encuentra en la vanguardia de la lucha contra el terrorismo”, subrayó el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una declaración especial.
Según el mandatario ruso, igual que hace un año cuando EU atacó la base aérea de Shairat, esta vez se utilizó como pretexto “la escenificación de un ataque con sustancias tóxicas a la población civil”, en la localidad de Duma, en las afueras de Damasco. Putin asegura que los expertos rusos que inspeccionaron Duma “no encontraron rastros de cloro o de alguna otra sustancia tóxica” y sostiene que los habitantes preguntados “no confirmaron ningún ataque químico”.
Por ello, agregó Putin, “Rusia condena de la manera más enérgica la agresión a Siria, donde militares rusos ayudan al legítimo gobierno en su combate al terrorismo”.
Y puntualizó el titular del Kremlin: “Con sus acciones Estados Unidos agrava aún más la catástrofe humanitaria en Siria, causa desgracias a la población civil, de hecho hace el juego a los terroristas que llevan siete años desgarrando el pueblo sirio, provoca una nueva ola de refugiados desde este país y la región toda”.
Para Putin, “la actual escalada de la situación en Siria ejerce una influencia destructiva en todo el sistema de relaciones internacionales”.
El presidente ruso está convencido de que “la historia pondrá todo en su sitio, y ya hace recaer sobre Estados Unidos la pesada responsabilidad por sus masacres en Yugoslavia, Irak, Libia”.
El Kremlin se limitó a convocar una sesión urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas –a sabiendas de que, por la correlación de fuerzas en esa instancia, sería muy difícil lograr la mayoría para aprobar una resolución de condena a los bombardeos en Siria–, pero no recurrió a su fuerza militar para frenar la agresión contra el país árabe, como sugerían algunos generales del Estado Mayor del ejército ruso.
Puede concluirse que el impresionante despliegue que realizó el ejército ruso la víspera –sacó a posiciones de combate todos los buques de guerra que tenía en su base de Tartus y puso en estado de alerta los aviones y las unidades antiaéreas de su base en Latakia–, obedeció a la intención de demostrar que el ejército ruso está listo a abrir fuego en caso de ataque directo contra esas instalaciones. Esa parece ser la línea roja que marca en qué circunstancias no dudaría Rusia en involucrarse en un enfrentamiento directo con Estados Unidos y sus aliados en Siria.
Estados Unidos también quiso eludir un conflicto armado con Rusia –impredecible por sus consecuencias demoledoras para ambos–, y procuró no afectar las bases militares rusas en suelo sirio. El ministerio de Defensa de Rusia, por su parte, también enfatizó que los militares rusos no participaron en repeler el ataque estadunidense – se dice que al menos veinte misiles crucero fueron derribados–, que corrió a cargo del ejército sirio, que usó armamento fabricado en la época soviética.
De cualquier modo la agresión de Estados Unidos y sus aliados contra Siria pone la relación con Rusia en su nivel más bajo desde que Donald Trump ocupa la Casa Blanca, ya de por sí deteriorados los vínculos bilaterales de modo sistemático y creciente en los años anteriores.
El actual desencuentro coincide con la elaboración en la Duma (Cámara Baja del Parlamento ruso) de un primer borrador con la respuesta de Rusia a las recientes sanciones de Estados Unidos a magnates, funcionarios y empresas rusas del entorno de Putin.
Aunque se encuentra en una fase preliminar, se tendría que convocar una sesión extraordinaria o esperar que se reanude el periodo de sesiones el 8 de mayo siguiente, y desde luego el proyecto puede sufrir muchas modificaciones, precisiones y adiciones. Los autores del borrador proponen de entrada:
Prohibir la importación de medicamentos, tabaco y bebidas alcohólicas de EU y de los países que apoyan sus sanciones contra Rusia; suspender la cooperación con empresas rusas en que ciudadanos de EU tengan más de 25 por ciento de las acciones en las áreas de energía atómica, construcción de aviones, cohetes y turbinas; prohibir la compra de software y equipos de computación para empresas públicas; prohibir o limitar la contratación de especialistas estadunidenses por parte de las empresas rusas; desconocer los derechos sobre marcas registradas que pertenezcan a Estados Unidos; entre otras medidas.
Fuente: La Jornada