El Tiangong-1, el primer laboratorio espacial que China lanzó al espacio, se desintegró este lunes durante su reentrada en la atmósfera terrestre. La nave, que se desplazaba de forma descontrolada desde 2016, puso fin a más de seis años en el espacio a las 8.15 hora china (2.15 hora española) al precipitarse en la remota región central del Pacífico sur.
“La mayoría de los dispositivos del módulo fueron eliminados y destruidos durante la reentrada”, informó en un comunicado la Oficina de Ingeniería Espacial Tripulada de China. El Tiangong-1 entró en la atmósfera una media hora antes de lo previsto por la misma agencia, que había estimado inicialmente que la zona de caída sería el Atlántico Sur, frente a las costas de la ciudad brasileña de Sao Paulo. Su entrada, finalmente, se produjo en el vasto océano Pacífico, a miles de kilómetros al noreste de Nueva Zelanda.
Agencias espaciales de todo el mundo han estado pendientes del destino final de la nave, que podía caer en una amplísima franja del planeta que abarcaba toda África, América del Sur, el sur de Europa, Australia y buena parte del continente asiático. Su destino era prácticamente imposible de predecir con precisión porque el laboratorio estaba fuera de control. Las autoridades chinas han reiterado durante los últimos días que la caída de la nave no debería provocar daños, y desde la Agencia Especial Europea se estimó que la probabilidad de que alguien fuera golpeado por alguno de los restos del Tiangong-1 era “10 millones de veces más pequeña que la probabilidad anual de ser alcanzado por un rayo”.
Se cree que algunos pequeños restos pueden haber caído en las aguas del Pacífico, pero no ha habido ninguna confirmación al respecto. La posibilidad de que se viera “una espléndida lluvia de meteoritos a través de un cielo estrellado” (según habían descrito los responsables de la agencia espacial china) tampoco se materializó, porque la desintegración de la nave ocurrió en una zona no habitada y a plena luz del día.
El laboratorio chino, cuyo nombre significa literalmente “palacio celestial”, fue puesto en órbita en diciembre de 2011 con el objetivo de llevar a cabo varios experimentos en el espacio como parte del ambicioso programa espacial chino, que aspira a tener su propia estación espacial en el año 2022. El laboratorio acogió a dos misiones tripuladas en 2012 y 2013. A finales de 2016, cuando las autoridades chinas ya habían perdido el control sobre la nave y sus comunicaciones, se lanzó con éxito un segundo módulo, llamado Tiangong-2, que sigue operativo. Desde entonces el hermano mayor de los laboratorios espaciales chinos ha vagado por el espacio, perdiendo cada día algunos metros de altitud.
El Tiangong-1, de unos 10 metros de largo y 8,5 toneladas de peso, no es ni mucho menos la primera nave espacial que se precipita hacia la tierra sin control. Por ejemplo, la estación soviética-rusa Mir, que cayó y se desintegró en 2001, pesaba 140 toneladas, mientras que el laboratorio estadounidense Skylab (que reentró en la atmósfera terrestre den 1979), pesaba cerca de 80 toneladas, informe Efe.
NW of Tahiti – it managed to miss the 'spacecraft graveyard' which is further south! pic.twitter.com/Sj4e42O7Dc
— Jonathan McDowell (@planet4589) April 2, 2018
Fuente: El País