La portada de la revista New York Magazine podría decirlo todo: Trump con nariz de cerdo, pero va más allá: “No es la colusión, no es la incompetencia, no es la crueldad, sino la corrupción”, según uno de los textos que da origen a la fotocomposición.
Contra lo que algunos crean, Estados Unidos se agrega a la ya larga lista de países que arrastran corrupción desde sus gobiernos y no se limita al señalamiento de un medio, sino a las evidencias de las negociaciones irregulares que, según algunas voces bien enteradas, revelan se suceden en el entorno de la Casa Blanca.
Jared Kushner, el yerno y principal asesor de Trump, ha sido señalado de tramitar créditos para enfrentar las deudas de la empresa de su familia; los crecientes beneficios en los hoteles de Trump; el juego con acciones en la industria del acero, previo al anuncio del aumento en los aranceles, entre otros, se han convertido en temas del dominio público.
La cloaca destapada por la empresa Odebrecht ha provocado tal impacto en Brasil que ya alcanzó a la presidenta Dilma y al expresidente Lula, otro tanto ha ocurrido en Perú, donde tres exmandatarios han sido exhibidos de recibir sobornos de la poderosa constructora que ha revelado sus “contribuciones” a la mayoría de los países del continente, entre ellos México, el único país donde las investigaciones no han tenido mayor impacto.
En España, el gobierno de Mariano Rajoy ha tenido en la corrupción una especie de pecado original, que no lo ha dejado en paz en lo que lleva de administración por las acusaciones de manejos oscuros del Partido Popular.
Según la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del Inegi, más de la mitad de los mexicanos considera que la inseguridad, en primer lugar, y la corrupción, en segundo, son los principales problemas de México. Está de manifiesto que el bache en el que se encuentra el gobernante del PRI y su candidato presidencial obedece, en gran parte, a la corrupción del gobierno de Peña Nieto.
En nada ayudó el reciente carpetazo del Órgano Interno de Control de la Secretaría de la Función Pública a la investigación de la Auditoría Superior de la Federación a las 69 quejas presentadas contra la Secretaría de Desarrollo Social por desvíos e irregularidades en los años 2013 y 2014.
Ni las acciones emprendidas por organismos internacionales, de la sociedad civil, juicios, sanciones, ni siquiera ejercicios como el practicado en Guatemala, donde se integró un grupo de las Naciones Unidas, acaban con la corrupción.
No parece haber salida. Tal vez algunas recetas están en la participación decidida de la sociedad, las limitaciones a los presupuestos públicos, la transparencia y un freno a los intermediarios o el llamado lobbying, pero por ahora se ven como paños calientes o lejos de ocurrir. La corrupción en los gobiernos se extiende y alcanza a países que hasta hace poco daban clases de moral.
Otro error de política exterior de los gobiernos de México y Estados Unidos. La llamada caravana de la paz ha desatado nuevas críticas de Trump contra México, porque dice que nada hizo para evitar el cruce del grupo por su frontera sur. A diferencia de la inmigración indocumentada, se trata de ciudadanos perseguidos en sus países, en particular Honduras.
El tema debe verse como un problema humanitario, implica soluciones muy diferentes a las tradicionales; parece que eso no lo saben ni la cancillería de México ni la Secretaría de Estado de Estados Unidos.