Guillermo del Toro recibió el abrazo del cine en español a través del Premio Málaga tras su año triunfal con The Shape of Water (La forma del agua) y fue calificado por sus amigos como un «monstruo del cine».
«Lo que nos enseñan los monstruos es que ser falible e imperfecto es lo más bello que puede ocurrirnos a los seres humanos», dijo el cineasta mexicano tras recibir el galardón del vigésimo primer Festival de Cine en Español de Málaga de manos de la actriz Marisa Paredes y del estadunidense Ron Perlman.
Y añadió que «en un momento en que parece que el mundo se polariza en el blanco y el negro, los monstruos son los santos patrones del gris, de la ambigüedad y de la posibilidad de ser imperfectos y de encontrar la belleza y el perdón en eso».
Esta noche sentía que celebraba sus veinticinco años de carrera, en los que se ha dedicado «a hacer un evangelio de monstruos que otorgue a la gente que mira las películas la belleza de su imperfección y la capacidad de perdonarse y quererse como son».
En su discurso durante la gala de homenaje celebrada en el Teatro Cervantes, contó que al terminar el circuito de premios de The Shape of Water, decidió, «de forma azarosa pero muy acertada, un regreso a casa».
«La primera estancia fue para ver a mis padres en Guadalajara y para hablar con estudiantes, porque uno es importante tan sólo en lo que signifique para alguien que viene después».
Aseguró que su padre «por fin entendió lo que significa hacer cine cuando agarró el Oscar», mientras que con su madre «fue más fácil», porque «ya se emocionaba con los premios del instituto».
La segunda estancia fue en el Festival de Cine Fantástico de Bruselas y supuso volver al género que adora y al que ha dedicado «tanto amor, porque en el fantástico se puede hacer poesía».
Ahora, no es accidental ni azaroso que vuelva a España, según Del Toro, quien dijo que «es difícil ver desde acá lo que el cine hecho en España significa para el mundo».
Confesó que, de sus diez películas, las tres favoritas son The Shape of Water, El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, y dos de ellas «están hechas aquí».
«Entendí que esa relación era fundacional. Cuando hice Mimic en 1997, sentí que la vida se escapaba, y aquí en España recuperé la fe en la vida y la fe en el cine», confiesa.
Fuente: Milenio