El espía ruso Serguéi Skripal envenenado con un agente nervioso el pasado 4 de marzo en Reino Unido «mejora rápidamente» y ya no está en estado crítico, según ha informado este viernes el hospital de la localidad inglesa de Salisbury donde está ingresado.
El centro hospitalario Salisbury District ha indicado en un comunicado que Skripal, de 66 años, responde bien al tratamient tras haber sido atacado con un agente nervioso junto a su hija Yulia, de 33 años, en el sur de Inglaterra. «Como la propia Yulia ha dicho, gana fuerza cada día y ya puede pensar en el día en que esté lo suficientemente bien como para abandonar el hospital», ha comentado Christine Blanshard, directora médica del hospital.
Este jueves, a través de un comunicado difundido por Scotland Yard, la hija del espía envenenado también confirmó la mejoría de su estado de salud. «Me desperté hace ahora una semana y me alegra decir que gano fortaleza día a día”, afirmó Yulia, quien aprovechó para mostrar su agradecimiento hacia el personal hospitalario y a las personas que le han enviado muestras de solidaridad, con la petición añadida de que “espero que respetéis mi privacidad y la de mi familia durante este periodo de convalecencia”.
Tanto en la nota difundida por la policía británica como la publicada por el hospital este viernes, se ha pedido privacidad. En este sentido, Blanshard ha prometido que el centro médico irá actualizando la información referente a ambos pacientes.
Ambos comunicados confirman la progresiva recuperación de quienes pueden ser testigos esenciales en un suceso que ha enfrentado al Gobierno de Londres y sus aliados con el régimen de Vladimir Putin y que ha provocado la crisis más grave que afrontan las relaciones entre Moscú y las potencias occidentales desde el final de la Guerra Fría. Más de centenar y medio de diplomáticos han sido expulsados por ambas partes, a raíz de las acusaciones británicas responsabilizando a Rusia del suceso y la consiguiente respuesta del Kremlin que denuncia una confabulación occidental para desatar la “histeria antirrusa”.
Fuente: El País