La computación cuántica está en pañales, esos procesadores subatómicos tan poderosos que pueden hacer que nuestra supercomputadora más rápida parezca un ábaco son, en su mayor parte, aún teóricos. Mike Lazaridis, el coinventor de BlackBerry, dice que en lo que atañe a la tecnología cuántica, ha aprendido la lección. Ningún iPhone volverá a comerle el mandado.
Tras años de ver cómo su marca se marchitaba durante la era de Apple, Lazaridis dejó el puesto de codirector ejecutivo de la compañía en 2012 y centró su energía en la investigación de tecnologías cuánticas, incluidas computadoras, sensores y un amplio abanico de dispositivos. Junto a su excolega de BlackBerry, Doug Fregin, ha invertido más de 450 millones de dólares en proyectos cuánticos en las últimas dos décadas y ahora dirige la firma de capital de riesgo Quantum Valley Investments desde su oficina en Waterloo, Ontario, donde también nació BlackBerry Ltd. hace ya varios años.
Las computadoras clásicas interpretan bits de datos como 0 o 1, pero los datos en la computación cuántica pueden existir como 0 y 1 al mismo tiempo, lo que permite un nivel de multitarea inimaginable para los estándares actuales. Las computadoras cuánticas que existen hoy son demasiado pequeñas e inestables para ese tipo de resultados (se vuelven propensas a errores después de meras fracciones de segundo) y los investigadores dicen que perfeccionarlas podría llevar décadas.
Con la ayuda de Fregin, más mil millones de dólares canadienses de las arcas del gobierno de ese país, Lazaridis ha dirigido la contratación y formación de personal en tres centros de investigación: el Institute Perimeter de Física Teórica, el Instituto de Computación Cuántica y el Instituto Waterloo de Nanotecnología. Esos esfuerzos han atraído a físicos prominentes como David Cory del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y el discípulo del legendario Stephen Hawking, Raymond Laflamme, y han transformado a Canadá en una potencia descomunal en la materia, dominada tradicionalmente por Estados Unidos y China. “Todos en el campo han pasado por Waterloo”, dice Seth Lloyd, profesor de ingeniería mecánica cuántica del MIT.
Varias de las inversiones de Lazaridis han llegado ya al mercado o están a punto de hacerlo. Isara Corp., que desarrolla software de seguridad blindado contra los hackeos cuánticos, ha vendido un millón 600 mil dólares en software y espera duplicarlo en el año fiscal 2018.
High Q Technologies LP afirma que para fin de año venderá sensores cuánticos cien mil veces más sensibles que las herramientas utilizadas por las compañías farmacéuticas para desarrollar fármacos. Los sensores podrán determinar qué compuestos se unirán correctamente a las proteínas deseadas en lugar de “probar muchos fármacos y ver si alguno funciona”, dice Cory, quien fundó High Q.
La fascinación de Lazaridis por la investigación cuántica se remonta a una clase de física en la universidad y sus certeros fichajes se han beneficiado de su historia con varias de las personas detrás de sus inversiones. El CEO de Isara, Scott Totzke, supervisó el famoso software de encriptación de BlackBerry por más de una década. Lazaridis también se ha asociado con antiguos empleados de BlackBerry al frente de Cognitive Systems Corp. para conectar las computadoras cuánticas con los modelos convencionales, para hacerlas accesibles a un público más amplio. Esos esfuerzos, por supuesto, tendrán que demostrar que son negocios viables.
Los investigadores de Canadá deben trabajar duro para no quedarse a la zaga de Estados Unidos y China en los objetivos a más largo plazo, advierte Elsa Kania, investigadora adjunta del Center for a New American Security en Washington. “La carrera para construir una computadora cuántica utilizable y escalable será más un maratón que tendrá lugar en las próximas décadas”, escribió en un correo electrónico sobre el tema.
A medida que la carrera inicia, dice Lazaridis, Canadá necesitará más capitalistas de riesgo para garantizar que los esfuerzos de comercialización cuántica obtengan los fondos que necesitan. “Hemos demostrado que podemos hacer esto. Invertimos en lo que creemos”.
Fuente: El Financiero