Estábamos sentados frente a frente en una sala de conferencias pequeña y acogedora de Universal Studios. Había estado jugando con un cigarrillo apagado (ahora solo los sostiene en las manos) mientras hablábamos de la euforia con que su nueva épica de ciencia ficción, Ready Player One: Comienza el juego, había sido recibida en el Festival de Cine South by Southwest tres días antes. La gente estaba diciendo que esta nueva película de gran presupuesto era el regreso a la gloria de E. T., el extraterrestre y Parque Jurásico.
“Ay, Dios mío, qué noche”, dijo Spielberg, sonriente. “¡Sentí que tenía 10 años de nuevo!”.
Sin embargo, no había manera de evadir la pregunta desalentadora: ¿se había dispuesto a probar que no había perdido ese talento?
Si la gente hubiera salido del estreno de Ready Player One: Comienza el juego diciendo que había regresado la antigua magia de Steven Spielberg, eso significaba que creían que en algún momento la había perdido, que sus últimas películas “divertidas”, entre ellas El buen amigo gigante e Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, no habían sido tan buenas.
Imaginé yeso cayendo de los muros con estruendo y una roca que rodaba hacia mí, como en Indiana Jones y los cazadores del arca perdida.
En cambio, Spielberg respondió con un tono amable y sin ponerse a la defensiva. “Estoy demasiado ocupado, en mis vidas privada y profesional, para detenerme mucho tiempo a pensar en el éxito o el fracaso”, comentó. “Siempre me estoy moviendo muy rápido y no veo mucho en retrospectiva. Por eso no me siento a ver mis películas en un cine después de hacerlas. A veces, me toma años atreverme a ver de nuevo una y, a veces, la quito después de cinco minutos”. Miró por la ventana.
“Siempre me he dicho: ‘Jamás llegará el momento en que caiga en recuerdos nostálgicos”.
A menos que esté filmando una película de recuerdos nostálgicos.
Ready Player One: Comienza el juego es una adaptación de la novela que publicó Ernest Cline en 2011, la cual está llena de referencias de la cultura pop de la década de los ochenta, una era cinematográfica que dominó Spielberg, como director y productor (Volver al futuro, Los Goonies, Poltergeist). La parte del título en inglés (Ready Player One) proviene de las palabras que aparecían en los videojuegos de Atari después de meter una moneda en la máquina. El guion, de Zak Penn y Cline, menciona películas de John Hughes e incluye el atuendo rojo de Michael Jackson en “Thriller”, Mechagodzilla y Chucky. Las canciones de Twisted Sister, Van Halen y Joan Jett forman parte de la irónica banda sonora de la película.
En la película, que Warner Bros. estrenará el 29 de marzo en Latinoamérica, el adolescente Wade Watts (Tye Sheridan) vive en un campamento de casas rodantes sucio y atestado en Columbus, Ohio. El año es 2045 y la mayoría de la gente se ha rendido. (¿El ascenso social? No existe). La gente ahora pasa todo el tiempo usando visores de realidad virtual y dispositivos hápticos, lo cual les permite explorar un mundo 3D ficticio llamado el Oasis, como si de verdad estuvieran ahí. El Oasis, creado por un excéntrico multimillonario, es un lugar maravilloso donde puedes ser lo que quieras —tener otro género, pertenecer a otra especie— y Wade, a quien le encanta la década de los ochenta, junto con Samantha Cook (interpretada por Olivia Cooke), la chica de la que está enamorado, salen de caza para encontrar un tesoro, en tres etapas, antes de que una corporación malvada, en ambos mundos, llegue primero.
Como cineasta, Spielberg siempre ha combinado el prestigio y el entretenimiento; estrenó La lista de Schindler y Parque Jurásico el mismo año, por ejemplo, y fue directamente de la filmación de Indiana Jones y el templo de la perdición a El color púrpura.
Sin embargo, últimamente el resultado ha sido inconsistente. Los últimos tres dramas históricos de Spielberg (Los archivos del Pentágono el año pasado, El puente de los espías en 2015 y Lincoln en 2012) han sido éxitos, con nominaciones al Oscar a la mejor película y enormes ventas en taquilla. Al mismo tiempo, sus últimas tres películas concebidas como éxitos comerciales no han superado las expectativas. La más reciente, El buen amigo gigante (2016), una fantasía adaptada del libro de Roald Dahl, fue un fracaso en taquilla. Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio, basada en el personaje belga de las tiras cómicas y hecha mediante captura de movimiento y animación en 3D, hizo que Paramount perdiera dinero en 2011. Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal fue una máquina en taquilla en 2008, pero los fanáticos en general odiaron la historia; todos los involucrados sintieron que era un gancho para ganar dinero.
Eso deja a La guerra de los mundos como el último gran éxito de Spielberg que la mayoría de las personas ven como un éxito desde todos los ángulos y se estrenó en 2005 —una era diferente en Hollywood—.
“Cuanto más ha envejecido, él se ha mostrado menos interesado en provocarles grandes emociones a los espectadores y se ha enfocado más en experimentar”, dijo Jeanine Basinger, fundadora del programa de estudios de cine de la Universidad de Wesleyan. “Y no todos los experimentos artísticos funcionan. Sería injusto que esperáramos lo contrario”.
“Habiendo dicho eso”, continuó, “ahora nos ha entregado varias películas ‘divertidas’ seguidas en las que algo faltaba. El buen amigo gigante tenía tropiezos y lucía extrañamente inerte. Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio no fue espantosa, pero era demasiado elegante para la audiencia familiar. La última entrega de Indiana Jones simplemente no fue buena. No. No. Fin de la discusión”.
Spielberg no está listo para ir tan lejos (ni remotamente). Sin embargo, estuvo de acuerdo con Basinger y su observación sobre emocionar a la audiencia.
“En todas mis primeras películas, desde Tiburón hasta Indiana Jones y los cazadores del arca perdida y E. T., el extraterrestre, estaba contando una historia desde la perspectiva de una butaca en el cine —desde la audiencia, para la audiencia— y no he hecho eso en mucho tiempo”, dijo Spielberg. “No lo he hecho desde Parque Jurásico, y eso fue en la década de los noventa”.
“Porque soy más viejo”, dijo, con una carcajada. “Ahora siento una responsabilidad más grande de contar historias que tengan algún tipo de significado social”. Agregó: “Si puedo elegir entre una película que es 100 por ciento para la audiencia y otra que dice algo acerca del pasado —que resuena para mí o abre un diálogo que podría haberse olvidado, como con Múnich— siempre escogeré a la historia por encima de la cultura popular. A pesar de todo el entretenimiento de una película como Ready Player One: Comienza el juego, aún hay un mensaje social”.
La aceptación de uno mismo y de otros es un gran tema en Ready Player One: Comienza el juego. La acción está anclada en motivos recurrentes y clásicos de Spielberg (la ausencia de los padres, los niños que son más inteligentes que los adultos). Sin embargo, la película también funciona como cuento admonitorio acerca de la realidad virtual, una tecnología que sigue haciéndose cada vez más comercial, mientras las empresas tecnológicas presentan visores más asequibles, empresas emergentes como Dreamscape Immersive (en la que Spielberg es un inversionista) traen experiencias de inmersión a los cines y los estudios de Hollywood averiguan cómo aprovechar el medio.
“Estaba muy interesado en la tecnología que permite que exista este universo alterno —el casco, los guantes de respuesta táctil, los trajes completos— porque de verdad creo que será la superdroga del futuro”, dijo Spielberg.
En una escena de Ready Player One: Comienza el juego, un niño se encarga de algo que se quema en la estufa mientras su madre, quien tiene puesto un visor de realidad virtual, está perdida en otro mundo. La gente se vuelve adicta al Oasis: miente y roba en la vida real para satisfacer su obsesión virtual. Spielberg dijo que con la siguiente generación, “después de cinco minutos de conversación, hay veinte minutos de oración”.
Puede que Ready Player One: Comienza el juego incluya algunas advertencias acerca de la adicción a la realidad virtual, pero la película funciona simultáneamente como el anuncio más grande que haya tenido la tecnología. Si las imágenes espectaculares del Oasis no hacen que la gente común y corriente quiera comprar un visor de realidad virtual, quizá nada lo haga.
Es difícil describir qué pasa dentro del Oasis sin revelar la trama, pero una escena que Warner ha usado en su campaña publicitaria muestra a Wade —o por lo menos a Parzival, su avatar— mientras recorre Manhattan en un DeLorean. El paisaje urbano se reordena mientras avanza. King Kong destruye la ciudad. Las calles de pronto se convierten en pistas llenas de curvas de Hot Wheels.
“Fue el proyecto más ambicioso que ha realizado ILM”, dijo Roger Guyett, un supervisor de efectos visuales en Industrial Light & Magic, que trabajó con Spielberg y Adam Stockhausen, el diseñador de producción ganador del Oscar (El gran hotel Budapest), para hacer realidad el Oasis.
Ready Player One: Comienza el juego, que costó de 150 a 175 millones de dólares, llegó a Spielberg gracias a Donald De Line, un productor de Warner que compró los derechos cinematográficos en 2010 antes de que el libro de Cline se publicara. Después de pasar cinco años desarrollando el guion, De Line envió el libro y el guion a Spielberg y cruzó los dedos.
“Siempre será el director de ensueño para una película como esta”, dijo De Line. “Pero, siendo realistas, ¿cuáles son las probabilidades de que acepte el proyecto?”.
En efecto, el estatus casi divino de Spielberg en Hollywood ha salido ileso de las respuestas negativas a sus películas recientes de fantasía. Está más ocupado que nunca, con un calendario que incluye la quinta entrega de Indiana Jones y una nueva versión de Amor sin barreras, entre otros proyectos.
Para sorpresa y deleite de De Line, a Spielberg le agradó la idea de Ready Player One: Comienza el juego, en parte por la yuxtaposición de los dos mundos. También sería un desafío enorme. En algunos aspectos, Ready Player One: Comienza el juego requeriría que hiciera dos películas a la vez: el Oasis, hecho con captura de movimiento y equipo de realidad virtual —parte del cual se desarrolló específicamente para Spielberg—, conforma cerca del 50 por ciento del filme terminado. El resto de Ready Player One: Comienza el juego ocurre en un Ohio distópico.
La semana pasada, mientras hablaba con él en sus oficinas, Spielberg dijo que Ready Player One: Comienza el juego fue la tercera película más difícil de hacer en su carrera. Tiburón (1975) aún es la más difícil, en gran parte porque hubo mucho tiempo angustiante de esperar que el tiburón mecánico y el océano cooperaran, comentó. La segunda más difícil fue Salvando al soldado Ryan (1998), con su representación impresionante y compleja del Día D en la playa Omaha.
Es imposible saber cómo reaccionará una audiencia de gran tamaño a Ready Player One: Comienza el juego, que cofinanció Village Roadshow (Mad Max: Furia en el camino). Al estreno estridente le fue bien, pero lo presentaron en el entorno amigable y lleno de fanáticos de South by Southwest. Quizá debido a los desafíos publicitarios que enfrenta —un elenco lleno de hombres sin protagonistas famosos—, Ready Player One: Comienza el juego es la primera película de Spielberg en estrenarse durante la primavera, una temporada menos competitiva, desde Loca evasión en 1974.
Sin importar cuál sea el resultado, Spielberg dijo que Ready Player One: Comienza el juego tuvo un impacto populista en él como cineasta, y lo hizo querer filmar películas emocionantes de nuevo.
“La memoria corporal de hacer esas películas”, dijo, “regresó con la experiencia que tuve dirigiendo Ready Player One: Comienza el juego, y me recordó lo divertido que era mi época de director más joven”.
Fuente: NYTimes