Desde 2011, las películas candidatas al Oscar principal no habían recaudado tan poco dinero en Estados Unidos (no suman ni 700 millones de dólares). Por varias razones: la principal, porque siete de las películas candidatas nacen de productoras pequeñas, auténtico cine indie, como Lady Bird o La forma del agua (que Guillermo del Toro filmó con lo mínimo antes de venderla a Fox). De las candidatas, solo Dunkerque y Déjame salir han superado en EE UU y Canadá los 100 millones de dólares. Cuando se abrió en 2009 el número de candidatas al Oscar principal, la Academia esperaba que por esa puerta entraran películas populares y taquilleras. Eso ocurrió con El caballero oscuro, pero no ha vuelto a repetirse con ninguna película basada en cómics. Y eso que este año había dos aspirantes claras: Logan (que al menos se convierte en la primera en obtener una candidatura a guion adaptado) y, sobre todo, Wonder Woman, que parecía llamada a liderar una revolución femenina y popular que no ha ocurrido.
Pero hay más apuntes económicos que entrelazan el cine con su contenido social. El año pasado Moonlight se convirtió, al ganar el Oscar principal, en la segunda película con ese premio menos taquillera de la historia (28 millones de dólares llevaba acumulados hasta el jaleo del sobre). ¿Esto es bueno o malo? Pues depende, al igual que ocurre con los Goya. Porque los premios no están para homenajear a las más taquilleras —al menos, estos premios—, sino para reconocer el valor cinematográfico. Pero, por otro lado, los ejecutivos de ABC, la cadena que retransmite la ceremonia, tiemblan con la posible baja audiencia de la gala en televisión. Y, más allá, confirma la tendencia que se inició en los ochenta, cuando los adultos empezaron a abandonar las salas, que fueron rellenando sus butacas con adolescentes. Hace seis décadas, los grandes títulos de mayor calidad coincidían con los más taquilleros y eran producidos por las majors de Hollywood y premiados en los Oscar. Hoy no es así.
En esta edición, las nueve candidatas poseen un claro componente social, que no tiene por qué ser su motor principal, pero que sí asoma de una u otra forma. Desde luego eso está claro en Déjame salir, que aunque venga empaquetada en un formato de cine de terror habla del racismo en Estados Unidos —y ahí radica su éxito— y en Tres anuncios en las afueras, una tragicomedia que radiografía la América profunda. Por ahí van también los tiros de Lady Bird, con el final de la adolescencia de una chica de Sacramento. Puede que sea una más o menos fiel traslación de la vida de su directora, Greta Gerwig, pero describe un tiempo y un lugar, dibujando clases sociales y situaciones como suele hacer, por ejemplo, el cine francés.
Call Me By Your Name, aun siendo una historia romántica, no puede obviar que habla de amor homosexual y de aceptación de quiénes somos y cómo somos. Algo parecido le pasa a La forma del agua, que incide en aceptar lo que somos en una película cebolla, realizada con múltiples capas: es un filme de terror que esconde un cuento de hadas que esconde un thriller sobre la guerra fría que esconde una reflexión sobre los otros, sobre los diferentes, sobre los inmigrantes. Un mensaje claro en tiempos de Trump.
Tanto Dunkerque como El instante más oscuro reflejan hechos históricos. Casi, casi, el mismo hecho histórico, crucial y curioso: fue la derrota más hermosa, el momento en que un país decidió resurgir de sus cenizas. O lo que es lo mismo: aprovechemos el triunfo de Trump para renacer. Se ve más en el largometraje de Joe Wright que en el de Christopher Nolan, aunque ambos defiendan el esfuerzo colectivo (con todo, es irritante por ridículo el viaje en metro de Churchill en El instante más oscuro, creado para remarcar esa unión social). De Los archivos del Pentágono solo apuntar que el mismo Spielberg explica que la rodó a la carrera porque sentía que era una producción necesaria para los tiempos sociales y políticos. Hablando Spielberg, el resto callamos.
Solo queda El hilo invisible, en la que Paul Thomas Anderson toma otros derroteros, con su drama que alberga un thriller, Sin embargo, en su indagación en la Inglaterra de la época no puede ocultar el tiempo y el lugar, con unas clases sociales muy delimitadas.
Si a estas nueve se les hubieran sumado una obra maestra como The Florida Project y un taquillazo como Wonder Woman, todavía se habría subrayado más la cara social de los Oscar 2018, unos premios muy comprometidos.
Fuente: El País