Reza el chiste que la hiena come carne podrida, se aparea una vez al año, vive lejos y todavía se ríe. Algo así le ocurrió a muchos mineros hace unos días que debieron aplaudir la incorporación de Napoleón Gómez Urrutia, a la lista de candidatos plurinominales al Senado de la República por Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena.
Cuenta la historia que por casi 50 años Napoleón Gómez Sada fue el cacique de los trabajadores mineros, su hijo Napoleón Gómez Urrutia tras ser despedido en el año 1992 por irregularidades como Director de la Casa de Moneda, se incorporó como asesor de su padre en el sindicato y fue registrado en un área administrativa de la mina La Ciénega para inventarle un expediente laboral.
Así, en unos cuantos años, sin cumplir con los requisitos, “Napito” se hizo del control del sindicato a la muerte de su padre.
A los mineros les impusieron un líder que jamás trabajó en una mina, a quien le heredaron el sindicato y todavía se llevó las cuotas, la acusación en su contra es por la malversación de fondos de un fideicomiso por 55 millones de dólares, a pesar de todo ello hubo quienes se mostraron felices con la posibilidad de verlo Senador. Kafka a todo lo que da. Pero la democracia así es, con todo y sus bondades y que es el menos malo de los sistemas políticos prevalecientes, permite este tipo de distorsiones.
Solo López Obrador en su calidad de dueño del partido Morena sabe las razones reales por las que incluyó en las listas al Senado de la República a un prófugo de la justicia que tiene casi tres lustros refugiado al amparo de las bondades de legislación de Canadá, viviendo como príncipe, literal no trabaja, nadie sabe de qué vive, aunque no es difícil de imaginar, y está en un país que le rinde a la soberana británica.
Napoleón Gómez Urrutia es el hijo de Napoleón Gómez Sada, llegó a la Secretaría General del Sindicato de Mineros al amparo del régimen priísta que toleraba todo a los dirigentes sindicales con tal de que mantuvieran a los trabajadores bajo control.
México está en los dos extremos, entre las luchas históricas por la defensa de los trabajadores y la creación de sus órganos de representación y la institucionalización creada por el PRI que hizo de los sindicatos uno de sus tres sectores, de entonces a la fecha el dulce ha sido darle a los dirigentes de las principales centrales posiciones legislativas y algunos gobiernos estatales y municipales; porque aunque los sindicatos han jugado un papel determinante, hasta ahora de sus filas no ha salido un presidente de la república y vaya que el poder que llegó a tener Fidel Velázquez fue imponente, pero siempre supo jugar sus cartas de acuerdo a las órdenes del mandatario en turno y así estuvo hasta el último día de su vida.
Se debe reconocer que en los últimos años se ha producido una recomposición, a pesar de que siguen con vida las principales agrupaciones y que algunas como la CTM, la CROC y otras; sus dirigentes las mantienen incorporadas en las filas del partido que gobierna México, ya son más las agrupaciones que van por la libre y sobre todo, muchos más los trabajadores que entendieron que el voto es asunto personal y no se debe vender. Hoy incluso organizaciones como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, cuya exlideresa Elba Esther Gordillo creo el Partido Nueva Alianza, no pueden asegurar el voto de sus agremiados, por más que algunos personajes quieran hacer creer que pueden manipular a los trabajadores.
La minería en México es un asunto aparte, se trata de un sector que podría generar una gran riqueza, convertirse en uno de los pilares del desarrollo del país, lamentablemente se han impuesto los controles privados y los sindicales. Algunos dicen que “Napito”, así le dicen al heredero del sindicato, no tiene todo el control, que quienes se alegran de su postulación plurinominal al Senado por Andrés Manuel López Obrador a través de su partido Morena, son aquellos que se siguen beneficiando del entramado creado por Napoleón padre y extendido por el huésped de Canadá.
Así, los trabajadores mineros están en el centro de la controversia porque el “Mesías que Purifica”, absolvió a un personaje que sigue sin dar cuentas de 55 mil millones de dólares, no ha sido sometido a la elección de las bases y a pesar de todo hay quienes sonrientes aplauden su posible regreso a México con la protección del fuero senatorial. Decían los viejos políticos que el estado perfecto de un político era el Senado, ¿es lo que le depara a “Napito” por la gracia de López Obrador?
Ahora que en todo caso habría que ver si se respeta la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que en su artículo 58 establece que para ser Senador se debe demostrar la residencia oficial en el país seis meses antes de la elección y en este caso está claro que faltan cuatro meses para los comicios y el “trabajador minero” radica en Vancouver.