Anaya en su laberinto, Meade en la guerra sucia y AMLO ríe, se carcajea. La mayor parte de sus 64 años inmerso en campañas políticas le permite darse cuenta de que la alianza PRI-PAN que en 2006 le dio el triunfo a Calderón la están haciendo pedazos.
Con todo eso y más, la elección no está resuelta. Ni AMLO ya ganó ni Meade ya perdió. Como en el deporte, hay que jugar el partido para llegar al resultado final.
El gobierno, el PRI y el equipo de campaña están en lo suyo: salir del hoyo en que se encuentran para desbancar a Ricardo Anaya del segundo lugar, y para ello han emprendido la cacería más feroz y despiadada que se recuerde en una contienda presidencial; incluso peor que la de “Un peligro para México”; si lo consiguen, entonces, ir con iguales o peores armas y métodos a la caza del puntero. Comunicación política básica…
Anaya puede ganar la elección, lo sabe, lo tiene medido, pero los escenarios están cambiando. Sin embargo, él no cambia, sigue el mismo guion que lo llevó a la candidatura; se mantiene encerrado en la burbuja y en el pequeño grupo en el que confía. Desestima el gran número de personajes de los tres partidos que integran el Frente que podrían fortalecer su proyecto, algunos ya fueron gobernadores, legisladores, alcaldes, funcionarios de los tres órdenes de gobierno que están en silencio.
El mejor ejemplo es Diego Fernández de Cevallos, cuyos conocimientos y capital político han sido su mejor escudo en la crisis que atraviesa. Sin Diego el daño en la visita a la PGR hubiera sido mucho mayor. Como Fernández de Cevallos hay más que pueden fijar posiciones y responder ataques sin exponer tanto al candidato.
Porque fue parte del gobierno de Felipe Calderón, Ricardo Anaya sabe que administrar o gobernar con un pequeño grupo limita la visión y los horizontes. Desde sus días de presidente del PAN, mantiene su pequeño grupo hermético, a diferencia de José Antonio Meade, quien ha desplegado un numeroso y variado elenco de voces para responder a todos los temas y aprovechar todos los espacios que generosamente los medios le han abierto para que se escuche a toda hora y todos los días.
Podrá argumentarse que de esa manera se mantiene un discurso homogéneo y controlado, no es así. La campaña del PRI ha contado por lo menos con 10 voces diferentes, aun López Obrador, tan dado a concentrar el discurso, ha recurrido a una decena de voceros y él aparece cuando le da la gana.
Es una queja de panistas de todas las procedencias, Anaya vive encerrado, sólo escucha y decide con dos o tres.
Hoy podría contar con un buen número de representantes, desde los polemistas hasta los ideólogos. Si siempre son las mismas voces el auditorio se cansa y los productores de los medios también.
El PRI y el gobierno no van a ceder, si su candidato no levanta lo que sigue es que el presidente elija juez y verdugo de su gobierno, por lo ocurrido hasta ahora parece que prefiere a López Obrador.
No deja de causar sorpresa la poca importancia a la llamada telefónica en la que Trump le respondió: ¿Estás loco?, a Peña Nieto. Porque no se reduce a una expresión circunstancial, sino a la falta de respeto hacia un jefe de Estado, en este caso el que representa a todos los mexicanos.