Hacía años que se le conocía por varios sobrenombres. La policía francesa lo apodaba “el violador de la Sambre”, por la zona en la que atacaba a sus víctimas. En la vecina Bélgica, donde también actuaba, lo llamaban “el violador de la gorra” o “el violador de la cuerda”, porque a menudo ataba con un cordel las manos a sus víctimas y ocultaba su rostro con un gorro, o también “el violador de la mañana”, por la hora en que solía actuar. Se sabía que se trataba de un único agresor porque el ADN hallado en las víctimas era coincidente. Pero nunca había suficientes pistas. Faltaba una identidad. Más de dos décadas después de que la policía empezara a buscar al hombre que agredía a mujeres y menores a los dos lados de la frontera franco-belga, un hombre ha sido detenido esta semana en Pont-sur-Sambre, en el norte de Francia. Un país que no sale de su asombro. No solo porque no solo porque podría tratarse de uno de los violadores en serie más prolíficos de Francia en décadas. También porque el acusado de haber cometido al menos 19 violaciones en los últimos 22 años no es un individuo de pasado siniestro y larga carrera criminal, sino un hombre “normal y corriente”, como lo ha definido el fiscal encargado del caso. Dino Scala, que incluso ha reconocido haber cometido aún más agresiones sexuales que las que se le atribuían, hasta “una cuarentena”, según dijo durante los interrogatorios, es un trabajador de 56 años, padre de familia, convertido en abuelo recientemente y muy activo en la pequeña comunidad de Pont-sur-Sambre, de 2.550 habitantes, donde vivía y entrenaba al equipo de fútbol local.
La suerte de un hombre que había logrado actuar con impunidad durante al menos dos décadas y probablemente más aún —Scala ha dicho en los interrogatorios que comenzó a atacar a mujeres en 1988, ocho años antes de que la policía empezara a investigar— se agotó hace un mes. En la mañana del 5 de febrero, una menor fue agredida sexualmente en la pequeña comuna belga de Erquelinnes, a 26 kilómetros de Pont-sur-Sambre, cuando caminaba sola hacia su escuela. El caso llamó enseguida la atención de la policía del otro lado de la frontera, porque el modus operandi se correspondía al del “violador de la Sambre”. “Actuaba en la mañana, muy temprano. Atacaba a sus víctimas por la espalda, usaba guantes y se enmascaraba, todo el rostro o parte de él, con un gorro”, explicó el fiscal de la subprefectura francesa de Valenciennes —a 200 kilómetros al noreste de París—, Jean-Philippe Vicentini.
Las imágenes de las cámaras de seguridad de los alrededores del lugar del ataque permitieron identificar un vehículo de matrícula francesa, por lo que los agentes belgas avisaron a sus colegas del otro lado de la frontera. La pista llevó finalmente hasta Scala, que fue detenido en la mañana del lunes cuando se disponía a ir a trabajar, precisamente en el mismo coche por el que fue identificado. Las pruebas de ADN confirman que se trata del violador buscado desde hace más de dos décadas.
Durante los interrogatorios, dijo que “actuaba por impulsos que no podía controlar”. Y sorprendió a los investigadores al reconocer que la lista de mujeres agredidas, entre ellas menores de hasta 13 años, es mucho más larga de la que se le achacaba. “Él cifra el número de sus víctimas en unas cuarenta desde 1988”, dijo el fiscal Vicentini.
El miércoles, fue acusado oficialmente de 19 violaciones y agresiones sexuales. La policía ha comunicado que repasará otros casos no resueltos en la región para verificar si también fueron obra del procesado.
Pont-sur-Sambre, donde vivía el acusado junto a su mujer y sus tres hijos desde hace unos veinte años, no acaba de creérselo. Scala era una persona “sociable” y un “buen padre de familia”, declaró el alcalde de la localidad, Michel Détrait, a la prensa francesa. “Casi el yerno ideal”, insistió y rechazó la idea de que pueda tratarse de uno de los peores violadores en serie del país. “No encaja con su personalidad, era muy querido. Estamos completamente conmocionados”, resumió el regidor.
Según el periódico La Voix du Nord, el hombre, que tiene nietos, trabajaba como agente de mantenimiento en una empresa de la región. Era conocido en su pueblo por haber sido jugador, entrenador y presidente del equipo de fútbol de Pont-sur-Sambre. “Se le podía pedir lo que fuera, siempre ayudaba. Era apreciado de la mayoría de gente que le conocían, era una persona sociable”, dijo a la AFP el actual presidente del club, Willy Lebrun.
Fuente: El País