Al aclarar que ya es tiempo de hablar de «obesidades» y no de obesidad, expertos de la UNAM señalan que su diagnóstico y tratamiento dependen de factores como la edad de inicio, el grado en que se encuentra, las comorbilidades y las incapacidades físicas, psicológicas y sociales que la ocasionan.
Juan Pablo Méndez Blanco, profesor de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, destacó que este problema se ha incrementado considerablemente al considerar que el 70 por ciento de la población tiene sobrepeso u obesidad.
Estas enfermedades son un reto para la salud pública porque incrementan el riesgo de tener diabetes, hipertensión arterial, coronariopatía, accidentes cerebrovasculares, embolismo pulmonar, enfermedad de riñón y trombosis venosa profunda, también se asocian a la aparición de varios tipos de cáncer como el de mama, esófago, riñón, endometrio, ovario, tiroides, hígado, vesícula biliar, páncreas, colon y recto, además del adenocarcinoma y mieloma múltiple.
Al analizar las obesidades: enfermedades de diagnóstico sencillo y difícil manejo, el también responsable de la Unidad de Investigación en Obesidad de la Facultad de Medicina, destacó que la piedra angular en el tratamiento es un cambio de actitud hacia la comida y la vida, pues los medicamentos que existen en el mercado para disminuir de peso “tienen efectos adversos, la pérdida de kilos es poco significativa y el peso se recupera fácilmente al suspender los fármacos”.
Las obesidades se deben manejar con un tratamiento médico, nutricional y muchas veces psicológico y psiquiátrico; esto llevaría a tener una pérdida mayor al 10 por ciento cada año, remarcó.
“No existe una píldora mágica. En la atención de este problema la intervención dietética es fundamental. Si alguien hace dieta revierte un mal balance energético y entonces empieza a mejorar el peso”, dijo en el evento realizado en el marco de las actividades del Seminario Permanente Obesidad y Diabetes del Programa Universitario de Alimentos (PUAL).
En el debate se habló del esquema “21V: 21, porque es el promedio de comidas que hacemos a la semana. Todos, aún las personas delgadas, incumplen su dieta habitual algunas veces; entonces, si tenemos 21 comidas y transgredimos una o dos, no pasa nada, podemos compensar en las demás, el problema es cuando comemos normal en 10 y fallamos en 11”, subrayó.
La “V” se refiere a la ingesta de verduras. “Si alguien come ocho quesadillas, pues mejor que le baje a cuatro y combine con lechuga, apio y jitomate; eso hará que disminuya paulatinamente de peso”.
No obstante, resaltó, el verdadero reto no es bajar muchos kilos, sino mantenerse; de este modo tendremos menos años con obesidad e hipertensión, dislipidemias, diabetes tipo 2, eventos cardiovasculares y cerebrovasculares.
Los casos exitosos son de quienes tienen actividad física, un patrón de alimentación constante y, sobre todo, de las personas que hacen cambios conductuales, aunque para esto es trascendente el apoyo familiar y social, expuso.
En su oportunidad, Carlos Labastida, coordinador del PUAL, consideró que la prevención del exceso de peso requiere de acciones integrales, coordinadas entre el gobierno, organizaciones comunitarias, escuelas, familia, profesionales de la salud y académicos.
“Las instituciones de educación superior también tenemos participación, pues la obesidad y el sobrepeso pueden prevenirse con base en información técnica y científica. Por ello, en la UNAM se realizan múltiples actividades de investigación y de extensión sobre este tema, además de contar con una sólida planta académica especializada en el estudio de estas enfermedades”, concluyó.
Fuente: MVS