Su familia pensaba que solo tenía una gripe muy fuerte, nada grave. Sin embargo, Víctor Martínez se ponía cada vez peor.
Para mediados de enero, yacía en una sala de hospital, su cuerpo estaba siendo consumido por la tuberculosis. Un mes después, en su velorio, los parientes sorprendidos trataban de lidiar con el resurgimiento de una enfermedad que muchos venezolanos consideraban que ya solo estaba en los libros de historia.
“La verdad no sé qué opinar”, dijo Nileydys Yesenia Aurelia Martínez, su sobrina. “Hasta lo que menos te imagines, hay”.
La tuberculosis, una enfermedad que hasta hace poco parecía estar bajo control en Venezuela, está resurgiendo de manera agresiva, en momentos en que el descompuesto sistema de salud no está preparado para esa contingencia, según médicos y especialistas en enfermedades infecciosas.
Esa enfermedad —al igual que la malaria, la difteria y el sarampión— se ha expandido en Venezuela durante la profunda crisis económica que afecta casi todos los aspectos de la vida cotidiana y ha fomentado un éxodo de venezolanos al extranjero, incluidos muchos médicos experimentados.
Aunque su contagio normalmente es vinculado a sectores pobres, la tuberculosis ha comenzado a acechar a un segmento poblacional más amplio de venezolanos que incluye a la clase media. Médicos y especialistas señalan que la mala nutrición causada por la escasez de alimentos y el estrés de vivir en crisis permanente pueden estar debilitando el sistema inmunitario de las personas y eso provoca que sean más susceptibles a contraer la enfermedad.
Con una mayor cantidad de familias cayendo en la pobreza, cada vez más gente se ha visto obligada a compartir su vivienda. Los hogares cada vez están más atestados y eso ha acelerado el contagio.
“La tuberculosis es la sombra de la miseria”, dijo José Félix Oletta, exministro de Salud de Venezuela. “Si hay una enfermedad que es un indicador de la pobreza, es la tuberculosis”.
El gobierno venezolano no ha publicado estadísticas sanitarias desde principios del año pasado, como parte de un esfuerzo por mantener en secreto la crisis de la nación.
Sin embargo, en dos centros vitales de tuberculosis en Caracas, la cantidad de pacientes nuevos que salieron positivos en pruebas de detección aumentó un 40 por ciento o más tan solo durante el año anterior. Algunos expertos temen que la tasa de muerte asociada con la enfermedad también se haya incrementado.
“La tuberculosis está dando duro”, dijo Jacobus de Waard, director del laboratorio de tuberculosis en el Instituto de Biomedicina en Caracas, el centro público para hacerse los estudios más concurrido de la capital. “Estamos perdiendo la batalla”, dijo.
El programa de prevención y control de la tuberculosis del gobierno de Venezuela alguna vez fue de los más sólidos en el hemisferio y la nación tenía una de las tasas más bajas de infección en Latinoamérica, según los expertos.
Pero conforme se ha ido agudizando la crisis del país con el mandato del presidente Nicolás Maduro, quien asumió el cargo en 2013, la tuberculosis se ha salido del control del gobierno, con lo que se han perdido varias décadas de logros.
Los especialistas también han observado el surgimiento de variedades particularmente complicadas de la enfermedad, así como más casos que involucran cepas altamente resistentes a las terapias con medicamentos.
“Todas estas formas de tuberculosis que habíamos olvidado están comenzando a reaparecer”, dijo De Waard.
Ahora los expertos temen que el país esté a punto de sumirse en una epidemia de tuberculosis que podría extenderse más allá de sus fronteras, pues muchos venezolanos han huido de su nación en cantidades récord para escapar de la crisis política y económica, posiblemente exportando la enfermedad con ellos.
Además, el colapso del sistema de salud de Venezuela limita la capacidad del gobierno para responder a la epidemia. En meses recientes, algunas zonas del país han comenzado a reportar escasez de los medicamentos para tratar la tuberculosis, incluido el estado de Bolívar, uno de los más afectados por la enfermedad.
“Antes, tenía que guardar estas radiografías para que las vieran mis residentes porque podía pasar un año sin que se presentara un solo caso. Ahora hay uno cada semana”.
Los especialistas dijeron que, hace poco, el gobierno había suspendido la distribución nacional de antibióticos usados para tratar la enfermedad, supuestamente porque les preocupaba que estuviera desapareciendo en el mercado negro internacional. Según los médicos, la distribución se reanudó después de un paro de tres semanas, pero eso causó interrupciones en el tratamiento de los pacientes.
La falta de equipo y de personal médico capacitado ha ocasionado que se cierren algunos hospitales y clínicas de atención que tenían programas sólidos de pruebas de laboratorio, y algunos de los centros sanitarios que siguen abiertos han documentado tendencias que son preocupantes.
De 2013 a 2015, cerca del cinco por ciento de los pacientes adultos evaluados anualmente en la clínica de tuberculosis y el centro de pacientes ambulatorios del Hospital Dr. José Ignacio Baldó en Caracas fueron diagnosticados con la enfermedad, según Zhenia M. Fuentes, coordinadora de la clínica. No obstante, indicó que para el último trimestre de 2017 esa tasa había aumentado a cerca del nueve por ciento y en enero se incrementó más, a casi el 14 por ciento.
Los médicos dicen que en Venezuela las tasas de infección por tuberculosis quizá están por debajo de los niveles que afectan a los países con las peores epidemias de esa enfermedad, principalmente naciones en Asia y en África subsahariana.
Aun así, los expertos sostienen que con la desintegración del sistema de salud de Venezuela hay poco que se pueda hacer para evitar que la tuberculosis aumente hasta quedar fuera de control.
“El problema es que el país no tiene el poder de detenerla”, dijo Julián Villalba, un experto en tuberculosis venezolano.
Se supone que los principales hospitales públicos de Venezuela cuentan con programas de pruebas de detección de tuberculosis, pero muchos están diezmados o han tenido que cerrar.
El año pasado, debido a la falta de insumos, los técnicos del Hospital Dr. Rafael Quevedo Viloria, un importante hospital público del estado Trujillo, al noroeste del país, dejaron de realizar una prueba básica en la que se aplicaba una tinción a muestras de esputo que luego se observaban bajo un microscopio, dijo Miguel Fernández, quien dirige el programa de tuberculosis en el hospital.
En lugar de eso, tenían que referir a los pacientes a un hospital en otra ciudad, a cuatro horas de distancia. Muchos no podían pagar el precio del transporte público y nunca fueron, dijo Fernández.
De seis hospitales públicos importantes en Caracas que respondieron a solicitudes de información, solo tres aún realizan pruebas de detección de tuberculosis, aunque no en el rango completo requerido.
Los neumólogos y especialistas en tuberculosis alabaron a la actual directora del programa nacional de prevención de la tuberculosis por sus esfuerzos encaminados a mantenerlo a flote, incluyendo el uso de dinero de su propio bolsillo para pagar los insumos necesarios para los cultivos de detección.
Sin embargo, dijeron que la funcionaria Mercedes España no puede hacer mucho debido a la falta de compromiso por parte del gobierno de Maduro para lidiar con las distintas crisis de salud del país.
“Hay una ruptura ética”, dijo Oletta, y acusó al gobierno de mostrar una mayor preocupación por sus posturas políticas que por la salud pública.
Hizo hincapié en que el gobierno se rehúsa a publicar las estadísticas de salud, al parecer porque teme los costos políticos de las malas noticias. “El resultado es más injusticia sanitaria, más sufrimiento de las personas, más muerte”, dijo Oletta.
El gobierno de Maduro no respondió a nuestras solicitudes de entrevistas, enviadas por correo electrónico.
En el laboratorio de tuberculosis que dirige De Waard cada mañana la gente comienza a hacer fila para que le realicen pruebas o le den sus resultados.
“En el pasado, venían para descartarla”, dijo De Waard. “Ahora vienen a confirmarla”.
En una mañana reciente, una mujer llevó a su hijo de cuatro años al laboratorio. La abuela del niño había muerto por tuberculosis una semana antes. Jhonais Morales, la madre del niño, también había tenido un resultado positivo en la prueba de detección.
“Yo ni siquiera sabía lo que era la tuberculosis”, dijo Morales. “Luego mi mamá murió, pero como nadie en mi familia la había padecido, no sabíamos lo que era”.
“Cada vez que la enviábamos al médico, le recetaban medicinas para algo que no era lo que tenía”, continuó Morales. “No entiendo por qué nunca le hicieron la prueba de la tuberculosis”.
Los expertos dicen que un alto porcentaje de venezolanos ya podría ser portador de una tuberculosis latente, y que la desnutrición en aumento, la ansiedad y otras adversidades están debilitando el sistema inmunitario de las personas y activando la enfermedad.
Grelis Contreras, de 36 años, comenzó a sentirse enfermo en octubre, con los síntomas de una gripa terrible: tenía dolor de cabeza, fiebre y se sentía débil. Pronto comenzó a tener dificultades para respirar. Durante meses, su familia había estado ingiriendo menos alimentos para ahorrar dinero y ahora solo tenían una comida al día. No obstante, su pérdida de peso se aceleró con la enfermedad.
Acudió a una clínica local y los doctores le dijeron que tenía asma. Su condición empeoró. En el edificio donde trabajaba como guardia de seguridad, sus compañeros e inquilinos comenzaron a quejarse de su tos incesante y sus jefes lo obligaron a renunciar. “Estaba de verdad muy mal”, recuerda Contreras. “Escupía sangre”.
A principios de enero, con 23 kilos menos que el año anterior, fue a un hospital donde un inmunólogo examinó su radiografía de tórax, le diagnosticó una posible tuberculosis y lo envió al laboratorio de De Waard para que le hicieran pruebas.
Al igual que muchos venezolanos, pensaba que la tuberculosis era un padecimiento arcaico. A los niños les enseñan en la escuela que esa enfermedad mató a Simón Bolívar, el Libertador de la Patria, en 1830.
Contreras se refirió a la crisis y al hombre que preside a la nación ahora, Maduro. “Voté por él”, dijo. “Ahora ya no lo apoyo”.
“Este señor ha arruinado nuestra calidad de vida”, añadió.
Los especialistas dicen que no solo están viendo más casos de tuberculosis, sino infecciones más graves y más casos con variedades inusuales. En el Hospital José Ignacio Baldó, Fuentes, la neumóloga, sacó la radiografía de tórax de un paciente. Los pulmones se veían llenos de pequeñas manchas: tuberculosis miliar, una forma peligrosa y poco común de la enfermedad.
“Antes, tenía que guardar estas radiografías para que las vieran mis residentes porque podía pasar un año sin que se presentara un solo caso”, dijo. “Ahora hay uno cada semana”.
Carlos Ruiz comenzó a sentirse mal en 2015 y llegó a no poder alzar los brazos ni agacharse para ponerse los calcetines. Lo obligaron a renunciar a su trabajo como conductor de autobús.
Los doctores le dieron un diagnóstico erróneo de apendicitis —y de otras enfermedades—, le recetaron medicamentos inadecuados y lo sometieron a tres cirugías innecesarias. En uno de esos periodos, estuvo hospitalizado durante un año.
Nada de eso ayudó. Bajó 35 kilos, casi la mitad de su peso. En enero, macilento y exhausto, llegó al laboratorio de De Waard, quien le diagnosticó una forma extraña de tuberculosis llamada enfermedad de Pott, que afecta las vértebras.
Ruiz recuerda lo que le dijo De Waard: “Me dijo claramente: ‘Esta enfermedad va a matarte’”. Ruiz comenzó a recibir tratamiento y a recuperarse hasta que lo dieron de alta a principios de febrero.
Entre los millones de venezolanos que han huido al extranjero en la década pasada hay muchos médicos talentosos, y los especialistas en tuberculosis que siguen trabajando en Caracas dicen que sus filas han disminuido de manera considerable.
“Muchas personas preparadas se están yendo”, dijo Verónica Martínez, neumóloga pediatra del Hospital José Ignacio Baldó.
La cantidad de neumólogos que trabajan con pacientes adultos en el hospital ha caído de quince a seis y muchos graduados recientes de las facultades de medicina han dejado el país. La mitad de las doce vacantes reservadas para residentes de neumología no ha sido ocupada.
“No tenemos una nueva generación que nos remplace”, dijo Martínez.
Fuente: NYTimes