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Asimetrías en el comercio: Claudia Luna Palencia

Publicado por
José Cárdenas

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia
@claudialunapale

En realidad, el presidente Donald Trump, pretende retroceder a Estados Unidos y al comercio global al siglo XIX con su idea de “largo plazo” de imponer nuevos aranceles al acero (del 25%) y al aluminio (10%); así como con su retrógrada amenaza de desatar una guerra comercial mundial.
También hay precedentes más cercanos de proteccionismo comercial y múltiples recelos entre los países más o menos desarrollados sucedió como consecuencia de la Gran Depresión de 1929: el crack bursátil se coló hasta las venas de la macroeconomía.
Y el pánico desató bastante miedo en muchos sectores que vieron en cerrarse y proteger a la economía norteamericana –contra el exterior- la única forma de sobrevivir… asegurándose sí o sí el pastel del mercado interno.
Los senadores republicanos Reed Smoot y Willis C. Hawley propusieron la conocida Ley de Aranceles aprobada el 17 de junio de 1930 (en inglés Tariff Act of 1930) que impuso una serie de aranceles ad valorem a una enorme cantidad de productos importados, más de 20 mil.
Se trató de una decisión unilateral de gran calado que desde luego fue igualmente contrarrestada por Europa casi en la misma proporción, provocando el cierre de muchas economías europeas, un feroz rechazo a lo comprado en el extranjero en aras de un nacionalismo recalcitrante que apostaba por el fortalecimiento de la industria nacional con la baza de crear cadenas de millones de trabajadores y luchar así contra la desazón del desempleo.
En esta fase, el discurso de líderes como Hitler, encontró enorme calado en la defensa de los intereses patrióticos que tenían en las grandes productoras de carbón, hierro y otros minerales al basamento de la industria interna. Así empezó a cocinarse el ambiente de preguerra que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial.
En ese entonces no existía el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT por sus siglas en inglés) que empezó a funcionar en 1947 ni mucho menos funcionaba la Organización Mundial del Comercio (OMC) una evolución natural del GATT que supuso uno de los más relevantes entendimientos multilaterales para acordar un consenso de regulación de las bases del comercio global; empezó a funcionar como organismo reconocido en 1995.
Hasta donde estamos actualmente, en nuestra época contemporánea, somos el resultado de dos terribles guerras mundiales y una tirante, tensa y divisionista Guerra Fría.
Lo más vital es que todo eso lo hemos dejado atrás, lo más peligroso es que, ignorantes de la Historia y de la historia económica como Trump, arriben a posiciones medulares de poder político y se sientan dictadorcillos en plenitud de democracias maduras para imponer a rajatabla un criterio que no sólo desconoce el pasado sino que además de provocar un daño en su propio país (a corto plazo tendrá unos efectos pero a largo plazo su verdadera dimensión será totalmente negativa) arrojará un impacto indeseable en una aldea global que, como nunca antes en las relaciones internacionales, está más vertebrada y medularmente interconectada.
Lo que se está cocinando, económicamente hablando, en Estados Unidos es el ingrediente para una nueva recesión, que terminará explosionando porque cada decisión en política económica, monetaria y fiscal es netamente inflacionista en la égida de la Administración Trump.
A COLACIÓN
Hay una recóndita obsesión de impacto electoral en el mandatario Trump, sus medidas de política fiscal son electoreras; su comportamiento temerario frente a Irán y Corea del Norte es electorero; su anuncio de proteger a la gran industria estadounidense es naturalmente electorera.
El empresario inmobiliario está trabajando más que nunca para proteger y fortalecer a los grandes holdings, consorcios y multinacionales relacionadas con la industria del carbón; la industria de la construcción; la industria automotriz; la industria de la infraestructura de las comunicaciones; la industria armamentista; y desde luego, la industria minero-metalúrgica.
Y, anótelo muy bien amigo lector, se va a llevar entre las patas a los consumidores y a la clase media a quienes terminará trasladando vía el consumo y el encarecimiento de los empréstitos los costos de sus torpes decisiones económicas y comerciales.
Trump quiere jugar a ser Keynes en la plenitud del siglo XXI con variables y escenarios económicos que nada corresponden con hace cien años, pretende borrar a golpes de tuits el doble déficit gemelo de su país como si el mundo entero fuésemos culpables de sus propias políticas económicas y monetarias de un país declarado imperialista y supremacista desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Sus políticas de armamentos, guerras, invasiones y espionajes se han desarrollado con cargo al erario estadounidense, léase el ciudadano norteamericano. Y como no ha sido suficiente, de paso nos han endeudado a media Humanidad.
Desde hace tres quinquenios la economía estadounidense ha comenzado a ceder su espacio hegemónico respecto de China, la guerra del acero y el aluminio de Trump, es una declaración de intenciones contra los chinos; de las 39 mayores empresas productoras de acero, 20 son chinas. Además, China, la Unión Europa, Japón y la India son los mayores productores de acero. Y ahora, por supuesto, habrá consecuencias por el anuncio arancelario de Trump…
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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José Cárdenas