Soluciones simplistas para problemas complejos podría ser una síntesis de los posicionamientos del puntero de las encuestas para la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador.
Se señalan como problemas principales la corrupción y la inseguridad. La corrupción que se traduce en hartazgo de la sociedad hacia la clase política y la inseguridad por la interminable guerra contra el crimen organizado; sin que por ello queden a la zaga el magro crecimiento, los salarios deprimidos o los muy escasos avances en sectores estratégicos como educación o campo.
Terminadas las precampañas no se le ha visto a ninguno de los aspirantes, ni a los de partidos ni a los autollamados independientes, la personalidad del estadista que México necesita para un cambio sustancial. Y mire que no estoy entre los que creen que hacen falta propuestas; esa es una de las grandes falacias, las campañas son emoción, imagen, impacto, carisma; entre otros atractivos. Finalmente en las contiendas prevalece aquella vieja conseja: prometer no empobrece, dar es lo que aniquila… Read my lips: no new taxes, la frase que inmortalizó el expresidente George Bush padre y que se recuerda en casi todas las campañas, como se sabe, en su gobierno Bush aumentó los impuestos.
Me he tomado la tarea de analizar las declaraciones de AMLO y no cambia mi opinión: metas inalcanzables (descentralización de secretarías, construcción de refinerías, modificación del proyecto de aeropuerto capitalino, por citar algunas). Promesas incumplibles o de riesgo (terminar con la inseguridad en tres años, suponer que si el presidente no roba se acaba la corrupción o que el presupuesto da para regalar dinero y servicios baratos).
Es la simplificación al extremo, la inseguridad no se resuelve pronto, México carece de las fuerzas de seguridad y de inteligencia para enfrentar cárteles y grupos del crimen organizado; cosa que se toma mucho más tiempo que un sexenio y la corrupción es una hidra de mil cabezas, el propio López Obrador carga con varios ejemplos durante su paso por el DF.
El tabasqueño tiene una formación elemental, se observa en su visión de almanaque de Juárez, se tropieza con el idioma, su acervo cultural es limitado; su visión global es estrecha y la intolerancia le brota al menor asomo de oposición que se le presenta.
Así las cosas, el problema es de los electores que tampoco han visto en el horizonte candidaturas robustas. De seguir en este tenor, el ciudadano no tendrá más que decantarse por el menos peor.
Habrá quien lo tome a broma; no lo es. Rusia se ha entrometido en las elecciones de varios países. Los servicios de inteligencia sostienen que el gobierno de Putin ha vulnerado los procesos electorales de Gran Bretaña, España, en particular Cataluña y, desde luego los de Estados Unidos. (https://elpais.com/internacional/2018/02/13/estados_unidos/1518538500_939739.html). Las 17 agencias de inteligencia estadounidenses coinciden en dicha versión, base de la investigación que desarrolla el fiscal Robert Müller que tiene nervioso al presidente Trump, pues, entre otros temas, se investiga si hubo colusión con su campaña y obstrucción de la justicia en la renuncia del director del FBI, James Comey. En estas condiciones, para Rusia la elección de México es bocatto di cardinale.