Carlos Ferreyra
De memoria
Hiram Almeida es indudablemente el ganador esta semana de la presea “Manceradas” a la disposición o la declaración más estúpida en relación con algún tema de mucha actualidad.
Disputa con Luis Videgaray quien asegura que estamos mejor con Trump que con Obama. Lo dice mientras medita cómo justificará la presencia de hombres armados, gringos, en los vuelos comerciales mexicanos. Es su angustia actual.
Este Hiram, que tiene que ver con los policías uniformados de la capital, 89 mil dice él, se queja de que el caso de Marco Antonio, el joven desaparecido por las policías en conjunto del DF y del Edomex, ha provocado “mala fama” a la corporación.
No sabe, el ignorante o no lo dice para no afectar la imagen de su jefazo, que en una década desaparecieron seis mil 585 menores de edad en la hoy CDMX, antes Distrito Federal. Y que a diario aparecen en las páginas de los cotidianos la foto de uno o más niños desaparecidos sin que haya autoridad alguna que se interese por encontrarlos. Son demasiados para tan poca madre…
Para resolverlo, convocó a los mandos medios a los que instruyó para estar pendientes de que los acólitos del Diablo (doña Borola dixit) cumplan con los protocolos y no violenten los derechos humanos de los ciudadanos.
No deja de causar lástima tan desubicado funcionario que no sabe o se hizo el penitente porque las cámaras de televisión de las patrullas no funcionan. Ninguna porque no les conviene a los patrulleros que las usan tanto para explotar mariposillas como para extorsionar ciudadanos, levantar borrachines, bolsearlos y hasta para practicar relaciones apropiadas para hotel de paso.
Como mencionamos en comentario anterior, no son las autoridades capitalinas las que controlan a los policías y sus tareas de asalto. Es la Hermandad que viene de los tiempos anteriores a Durazo, pero que adquirió mayor fuerza con éste.
La Hermandad controla la distribución de los vehículos de vigilancia, sean motos o patrullas. Vende los vales de gasolina para los automotores, asigna a los que podrán utilizarlo y desde luego establece los precios para ser patrullero o para que les sean concesionadas esquinas o barrios redituables.
También recoge el salpique y los distribuye entre los mandos medios y superiores. Asigna además la cantidad que debe llegar, sin variación alguna y todos los días, hasta las oficinas del jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Si lo recibe o en el camino se lo apropia algún subalterno, es otro asunto.
Lo aclaro porque es fácil decir “yo no sabía” o “a mí nunca intentaron sobornarme”.
Dos datos para certificar lo anterior: la patrulla del asunto que está de moda, tenía reportes de asalto y extorsión anteriores. Todos hechos del conocimiento de las autoridades que llegaron al ridículo de ocultar tales denuncias porque el denunciante nunca aportó los datos necesarios.
Claro, se limitó a indicar fecha, hora y lugar, pero los listillos de la policía le exigen “pruebas”; los videos entregados no son suficientes. Los casos citados pueden corroborarse pero eso no interesa a las autoridades.
Lo curioso es que la misma patrulla ha sido citada en otras ocasiones por asaltar a los jóvenes preparatorianos, los policías no pueden ser señalados, porque resulta que nunca son los mismos. De allí se presume el alquiler de las patrullas.
El ganador de la Mancerada semanal, lo es tanto por sus declaraciones tontas, en las que luego de exigir respeto al protocolo, anuncia que le va a sacar copias al que obra en su poder para repartirlo entre los uniformados.
De plano no se puede ser más ausente. Viven en Babia y lo ignoran pero les importa tres pares de aguacates, los detritusdefecalensis (denominación antigua) aguantan todo.
Iba a terminar con un Dios les perdone, pero no porque quien los consciente y perdona es Ternurita.
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