Es una preocupación de toda la ciudadanía. Gran preocupación. No sólo de los habitantes de la capital de la República, sino de todo el país. Se llama INSEGURIDAD. Es la inseguridad producida por el alarmante frente que forma la delincuencia que ataca y contraataca sin piedad. Esa delincuencia que actúa en la oscuridad de las circunstancias y que cuenta con un aliado importante que se llama impunidad. Esa delincuencia cuyos valores son los más bajos o mínimos y que destruye hogares, viviendas, negocios. Y lo peor, destruye conciencias. Esa delincuencia que se ha dejado crecer a ciencia y paciencia, y que no se limita ya a las acciones pequeñas, sino que su ambición la lleva a ejecutar operativos superiores a las de comandos militares o de fuerzas especiales.
Pero…¿de dónde salió esta delincuencia organizada? Hace más o menos 40 años la seguridad era una sensación de tranquilidad de la que disfrutábamos en todo el país. Las autoridades trataban y cumplían, digamos que adecuadamente, con su labor preventiva y correctiva.
Pero a partir del final de esa década, los policías comprometidos con el servicio público dejaron de hacerlo y pasaron a vivir de la extorsión y de la falta de interés por la seguridad de la ciudadanía.
A partir de entonces, los delincuentes empezaron a organizarse y pertrecharse con super armamentos, buscando siempre el beneficio económico. Y contaron con lustros de acción, sin vigilancia. Tuvieron muchos años para fraguar sus planes y alistarse. Por eso hoy se le llama Delincuencia Organizada. ¿Y las autoridades? Bien, gracias.
Un día de 1988 el hoy desaparecido coronel Rafael Rocha Cordero, de reconocida carrera policial, me platicó cómo se manejó por décadas el sistema policial respecto al hampa, y de qué forma se mantuvo un control de la delincuencia.
Ambos hacíamos antesala en la oficina de nuestro jefe el Procurador General de la República. Rocha Cordero recordaba que “fue el general Lázaro Cárdenas del Río, quien creó el Servicio Secreto, denominación que prevaleció hasta 1976, cuando asumió la presidencia José López Portillo”.
Rocha Cordero seguía: “pero el Servicio Secreto fue la época dorada de los grandes investigadores, hombres vestidos de manera elegante, de obligado traje, gabardina y sombrero, atuendo que sólo abandonaban cuando se disfrazaban de todo, a fin de seguir la pista de algún caso intrincado, ahora se les llama ‘trabajos de inteligencia’.
Era común ver a los detectives vestidos como pordioseros, comerciantes, albañiles o de cualquier otro personaje, para poder sumergirse en el sórdido mundo del hampa y llegar hasta el fondo del asunto a su cargo”.
No eran hermanas de la caridad, ni blancas palomas, tenían controlada al los delincuentes por lo que la gente los respetaba o les temía; eran los tiempos en que la policía estaba por encima de los malandrines y no como ahora, –con sus honrosas excepciones–, que los tiene en su nómina”.
Desde luego, en ese tiempo la realidad era otra a la actual, pues debe acotarse que la inseguridad crece en la medida en que se les dan más garantías a los delincuentes que a los policías.
Rocha mencionó que “entre los hombres más destacados del Servicio Secreto, figuraron Valente Quintana, Martín Cruz Carreño, Alfonso Frías, Silvestre Fernández Cervantes, Manuel Mendoza Domínguez, Sergio Baena, Alfonso Frías, Benjamín Mariblancas, Luis Uriarte Romero, Humberto Moncada, Florentino Ventura, José Luís López Hernández y, desde luego, Rafael Rocha Cordero, muchos de los cuales llegaron a ocupar la titularidad de comandante en jefe”.
Los casos más sonados fueron el de “El Estrangulador de Tacuba”, Gregorio “Goyo” Cárdenas Hernández en 1942, el cual corrió a cargo del coronel Rafael Rocha Cordero, “El Gallo”; y el de los asesinos Higinio Sobera de la Flor en 1952, y Pedro Kleiman en 1956.
Uno de los asuntos que cobró mayor relevancia, por la saña con que se cometió el crimen, fue el asesinato del sacerdote Juan Francisco Fullana Taberner, en 1956, en la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, situada en la calle de Chiapas número 107, en colonia Roma. Rocha comentaba: “Quien se encargó personalmente de investigarlo, fue el entonces jefe del Servicio Secreto, Manuel Mendoza Domínguez, hasta que detuvo en Querétaro a José Valentín Vázquez Manrique, alias “Pancho Valentino”, quien murió en las Islas Marías”.
Pero sin duda, el investigador más sobresaliente fue Valente Quintana González, iniciador de la creación del policía de carrera, cuyo trabajo dejó en claro que los mejores investigadores salieron de las filas de los uniformados que son el primer contacto con la gente. Fueron muchos sus éxitos, como la investigación, en primera instancia, del asesinato del general Álvaro Obregón Salido, muerto el 17 de julio de 1928 en el restaurante La Bombilla.
Hoy he querido hacer un recuento de charlas habidas y de información importante. Esta ciudad merece, y tendrá, mejor suerte, mejores representantes sociales, mejores policías y más seguridad para sus habitantes. Es mi ciudad. Ciudad a la que quiero y respeto. Ciudad que tendrá mejores días y placenteras noches. Es mi ciudad. No tengo otra.
Fundador de Notimex
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