Al presidir la fiesta de los Reyes Magos, el Papa Francisco advirtió que el éxito, el dinero, la carrera, los honores o los placeres son “estrellas que encandilan” y “suscitan emociones fuertes”, pero son incapaces de “orientar en el camino”.
En el sermón de su misa de Epifanía, que celebró ante miles de personas en la Basílica de San Pedro, Francisco reflexionó sobre los nobles de oriente que llegaron hasta Belén para adorar al niño Jesús y llamó a todos a hacer el bien sin cálculos, amando a “las personas difíciles” que no pueden dar nada a cambio.
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“A menudo en la vida nos contentamos con mirar a la tierra: bastan la salud, algún dinero y un poco de diversión. Los Reyes Magos no se contentaron con sobrevivir, flotar. Intuyeron que, para vivir de verdad, sirve una meta alta y por eso se necesita tener alta la mirada”, explicó, hablando en italiano.
Aseguró que esos bienes, como el éxito y el dinero, son sólo “meteoros” que brillan por un poco, pero “se estrellan rápido” y “su brillo desaparece” porque son “estrellas fugaces, que despistan antes de orientar”.
“La estrella del señor, en cambio, no es siempre fulgurante pero está siempre presente, es humilde, te toma de la mano en la vida, te acompaña. No promete recompensas materiales, pero garantiza la paz y dona, como a los magos, un gozo grandísimo”, añadió.
Pidió reflexionar sobre cuál “estrella” elige cada uno para su vida; aunque reconoció que seguir “la estrella de Jesús” es difícil, exige decisión, cansancio, implica liberarse de “pesos inútiles” y de “fastos incómodos que bloquean”, para aceptar los imprevistos que “no aparecen en el mapa del cómodo vivir”.
Para ello, sostuvo, es necesario moverse, arriesgar, no quedarse detenido, dejar los sillones de las comodidades mundanas y los calorcitos de las chimeneas que dan seguridad, porque “seguir a Jesús no es un educado protocolo a respetar” sino “un éxodo a vivir”.
Más adelante, el pontífice reconoció que mantenerse en esa tranquilidad es la tentación de algunos creyentes que discuten sobre la fe como si fuese algo que ya saben pero no se ponen en juego personalmente, hablan mucho pero no rezan y tampoco hacen el bien.
Por eso instó a imitar a los Reyes Magos, quienes hablaron poco y caminaron mucho; pidió hacer el bien sin cálculos, incluso si ninguno lo pide, si no hace ganar nada, si no gusta.
Invitó a dar regalos gratuitos y dedicar un momento a los “hermanos más pequeños”, a quienes no tienen nada para devolver como los necesitados, los hambrientos, los forasteros, los encarcelados, los pobres, los enfermos, las “personas difíciles” o aquellos que no suscitan interés.
Fuente: Milenio