Carlos Ferreyra
Me disculpo de antemano por el uso de palabras a las que no soy adicto, salvo cuando me encuentro entre amigos muy cercanos y estamos en franco relajamiento de las tareas de la información.
Acudo a una frase archiconocida, expresada por uno de los clásicos de la política nacional, cacique empistolado y criminal reconocido además de, como costumbre, saqueador del erario. Se trata del llamado “Alazán Tostado”, uno de esos egresados de las filas de la Revolución que llegó a gobernador y se llamaba Gonzalo N. Santos.
Cuando a este señor le inquirían sobre su abiertamente inmoral fortuna, respondía que “morales” son los árboles que dan moras. Y se convulsionaba entre carcajadas y toda suerte de manifestaciones festivas de la cauda de coleros con que siempre cargaba.
Y tenía razón, porque como expresaba uno de los periodistas más recordados de este país, Agustín Granados Granados, célebre por su ingenio y por sus trabajos en torno a conflictos estudiantiles, guerras centroamericanas y en la fuente legislativa: “es cierto, ya no hay moral y deberíamos de investigar quién fue el que se la chingó…”
En esas andábamos cuando don José López Portillo advertía, en realidad anunciaba que sería el último presidente de la Revolución y señalaba el riesgo de convertirnos en un país de cínicos. Ambos vaticinios cumplidos en exceso, por cierto.
Desde luego don José tuvo mucha culpa. Sabía quién iba a sucederlo, Miguel de la Madrid Hurtado, con el que se inicia la etapa tecnocrática, el apoderamiento de los órganos de gobierno por parte de los partidos, la mentirosa ciudadanización de órganos controlados por la partidocracia, método para que se hiciera con tersura, con vaselinita para no sentir que nos metían en algo ajeno. Tanto, que también se inició la venta del país.
Nunca nos dimos cuenta a dónde nos llevaban. Nos pasamos de inocentes o los dirigentes políticos pecaron de abusivos, de villanos. Empezaron a surgir leyes, normas y disposiciones en las que el ciudadano común y moliente no puede tener ingerencia. Y si pretende intervenir o pedir explicaciones cuando se siente dañado, hay recursos: los fideicomisos que no inventó pero que puso en auge Vicente Fox, colocándolos bajo el secreto bancario y por tanto son secretísimos.
Los han utilizado todos, hasta los que pregonan la honradez valiente. Y a los actuales pretensos a la Silla del Águila, no les han dejado más recurso que prometer, prometer y prometer. Eso como consecuencia del incumplimiento de todos los gobernantes, sin distingo de colores o inexistentes ideologías.
Perdida la frontera entre izquierdas y derechas, abandonados los postulados juarenses del Estado laico y la separación de gobierno y religión, sin ningún pudor usan fraseología religiosa convocando a la simpatía de esa mayoría que dicen es cristiana. Falso, los predicadores les ganan cada día más terreno a los católicos, que no se sienten identificados con los violadores infantiles ni con los enriquecidos Norbertos Rivera y familiares.
Ensoberbecida la Iglesia lanza anatemas y condenas a pasto contra los funcionarios que no cumplen sus responsabilidades. Y hacen notar la falta de solidaridad humana de los políticos en el caso de las víctimas de los temblores. Pero se quedan convenientemente callados porque no quieren ser afectados en sus intereses reales.
No aceptan pagar impuestos a pesar de la vida de pashás que llevan las jerarquías eclesiales, igual que los funcionarios del gobierno y se hacen de lado cuando se habla de los recursos recontramillonarios que captan vía la Basílica de Guadalupe, o los santuarios donde celebran toda suerte de fiestas “patronales” a cargo de los adinerados en los pueblos, y cuyos beneficios quedan a favor del campeón: la estructura religiosa. Y claro, tampoco se solidarizan con los dañados.
En ese contexto al ciudadano no le queda más que dedicarse a la contemplación. Escuchar sin oír lo que dicen en sus discursos, criticándose uno a otros, aplicándose los mismo adjetivos, iguales ofensas y similares acusaciones. Todos, ladrones; todos, mentirosos; todos, falsarios y ocupantes ilegales de posiciones que no les corresponde.
No lo digo yo, basta con escucharlos para darse cuenta, están cortados con la misma tijera, proceden del mismo vientre materno ideológico y cada uno hizo su parte para que la moral desapareciera; la ideología igual, la ética en la misma forma. Se trata de ganar pensando en la pandilla que respalda a cada candidato.
Y no hay duda, alguien se chingó la moral…