La politóloga mexicana Denise Dresser recibe cada semana, sin falta, una amenaza de muerte a través de su cuenta de Twitter. Si el recuento se vuelve diario son cientos los mensajes de odio hacia ella por el hecho de ser mujer y muchos menos aquellos que tienen que ver con sus opiniones. Tiene 3,8 millones de seguidores en la red social y aún no hay algo que detenga el torrente de comentarios machistas. “No pasa un día sin que me digan en un mensaje que lo que me hace falta es una buena cogida. Alguna vez me mandaron una foto de mi hijo y dijeron que no iba a llegar esa noche a casa, que lo único que iba a regresar eran sus dedos. Me han acusado de ser informante de la CIA. Cada semana recibo amenazas de muerte”, cuenta la también académica. Dresser es una de las nueve millones de mujeres en México que ha sufrido ciberacoso, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y que ha retomado el colectivo Internet es Nuestra.
El grupo de organizaciones civiles ha presentado este martes el estudio La violencia en línea contra las mujeres en México que muestra las diversas formas en las que las mujeres han sufrido abusos a través de Internet. Además han analizado casos de los últimos dos años que permiten tener una radiografía del problema al que se enfrentan los mexicanos ante una violencia pujante, también en las plataformas digitales. La investigación ha encontrado que la mayoría de los gestos de violencia hacia las mujeres se encuentran en las expresiones discriminatorias, las amenazas, la suplantación de identidad y la extorsión. Las expresiones contienen en la mayoría de los casos amenazas de agresión física, contenido sexual, expresiones machistas, chistes y críticas sobre su apariencia. La población más vulnerable son las mujeres de 20 a 29 años.
En México, al menos 46 millones de personas tienen acceso a Internet, lo que significa que cerca del 20% son mujeres son acosadas (9 millones de mujeres). El 86% de la agresiones vienen de desconocidos y en el 11% de los casos se trata de un compañero de trabajo, familiar o expareja, revela el estudio. “Estas manifestaciones son una extensión de la violencia que vivimos las mujeres en las calles y obedecen a las mismas causas estructurales”, apunta Lourdes Barrera, integrante de la organización Luchadoras. El análisis incluye casos que, por su viralidad en redes sociales, fueron muy públicos: desde el ataque a la senadora y medallista olímpica Ana Gabriela Guevara, hasta el acoso que vivió la bloguera Tamara de Anda después de denunciar a un taxista.
Los casos que las organizaciones analizaron encuentran como común denominador que las mujeres que se atreven a hacer públicas sus ideas o a denunciar algo son inmediatamente acosadas. “La violencia en línea tiene como objetivo silenciar a las mujeres que están usando su voz para luchar por la igualdad de género”, señala Barrera. En algunos casos, la amenaza virtual se materializa. Sin embargo, las organizaciones denuncian que ni las autoridades mexicanas, ni los administradores de las plataformas digitales actúan con rapidez para erradicar las agresiones, algunos incluso revictimizan a las mujeres.
El caso de la senadora Ana Gabriela Guevara ha ilustrado cómo la violencia física después se ha trasladado a la arena digital. La legisladora fue atacada en diciembre de 2016 por cuatro hombres después de un incidente de tráfico. Cuando Guevara denunció públicamente la agresión, las redes sociales ardieron con comentarios machistas y quienes comentaban el tema la responsabilizaron de la situación. La mitad de los ataques en línea, apuntan las organización, venían de grupos de hombres en redes organizados para difundir un discurso de odio contra las mujeres. “La respuesta fue descarnada y violenta”, describe Vladimir Cortés, de la organización Artículo 19. Durante el caso, en las redes sociales se popularizaron etiquetas como #SiNoTeGolpeaNoTeAma, #GolpearMujeresEsFelicidad y #SerMachistaEsHermoso.
El estudio apunta a que la reacción de los individuos en Internet para condenar las actitudes machistas puede mejorar la situación y reducir el discurso misógino “Un potencial espacio de solución son las comunidades. Si tuvieran una visión de apoyo y no de revictimización se podrían erradicar su viralización”, dice Barrera. Para la polítologa Dresser esa ha sido una forma de contrarrestar el acoso del que es objeto: exhibe a los agresores en las mismas redes sociales donde la atacan, la comunidad le respalda y los acosadores desaparecen. “Algo útil que he encontrado es hacer públicos los ataques y viralizarlos”, reconoce.
Fuente: El País