Cabe comenzar con una advertencia: quien lea a Jorge Ibargüengoitia dejará de tomarse tan en serio. Si usted está dispuesto a tener sentido del humor ante sus desgracias, a no creer que su desgracia es única o si logra resistir la tentación de magnificar su mala suerte, entonces por favor lea, ríase, disfrute a plenitud la obra literaria de este autor que este mes y este año cumpliría 90 años de nacimiento.
En estos tiempos que el humor se confunde con ridiculez e insulto, la ignorancia con crítica y la ocurrencia con ideas, es preciso volver a la ironía y la carcajada que el periodismo y literatura de Jorge Ibargüengoitia nos dejó como herencia de su quehacer intelectual.
Hace 35 años que murió el autor de obras maestras del humor, el sarcasmo, la crítica y la risa involuntaria, como lo reflejan sus novelas Los relámpagos de agosto; Los pasos de López; Dos crímenes o aquellos cuentos reunidos en La Ley de Herodes. Se trata de un escritor de 360º, su mirada gira por todos los horizontes y ángulos para detenerse a describir los lunares, esos puntos débiles por donde se libera lo más mundano, obsceno, perverso y retorcido del mexicano. Supo acercar su mirada a esos diminutos y corrosivos detalles de la conducta mexicana, retratarlos en relatos, periodismo, teatro y novela que nos pinta con humor de tan irrisorio se vuelve psicología nacional.
El poder y sus usos, las descomposiciones de causas que inician siendo nobles y bondadosas luchas, conforme avanzan los relatos en la obra del guanajuatense Jorge Ibargüengoitia se torna corruptas, complejas, impunes e irónicas metáforas de la realidad política del país. Lo mismo están los caudillos revolucionarios que los independistas, los abogados o el mexicano de a pie que un buen día la vida le otorga el uso del poder, el mismo que en algún momento lo aplastó ahora toma ventaja y arrebata con más fuerza y un involuntario humor por actuar igual y peor que lo criticó.
Este próximo 22 de enero se cumplen 90 años del nacimiento de este autor tan vigente como imprescindible en la literatura y la reflexión de esta nuestra realidad a la mexicana, como los grandes autores su trascendencia radica en la sencillez con que usa la palabra para reflexionar, criticar y reírse de sí y de las circunstancias. Ahí está el eje de su grandeza, no quiere mitificarse, no busca hacer historia de los sucesos sino se vale de los hechos para describir situaciones quizá hasta involuntarias que conforman eso que llamamos sentimiento nacional.
La ironía que no es otra cosa que la inteligencia de la carcajada es el camino por donde Ibargüengoitia trazó el sendero de su trabajo. En aquellos textos –por fortuna recuperados y compilados en un libro imprescindible– periodísticos que aparecen reunidos bajo el título Instrucciones para vivir en México está la crónica ociológica, el mejor ejemplo de humor, crítica, ironía y reflexión profunda del retrato cotidiano, el día a día del mexicano promedio, común y ordinario en situaciones extraordinarias por inverosímiles, escritos en sus columnas periódicas del Excélsior y la revista Vuelta entre los años 60-70 del siglo XX y que tienen tanta vigencia quizá sea porque el mexicano promedio poco nos deja la realidad y el poder evolucionar…
La muerte de este singular escritor no podía ser otra que en un irónico accidente aéreo, cuando volaba de Francia-Madrid y último destino, Colombia el 28 de noviembre de 1983 y el boing 747 de Avianca se desplomó casi al aterrizar en el aeropuerto de Barajas, 188 pasajeros murieron, sobrevivieron 4. Entre los tripulantes que fallecieron estaban los poetas uruguayos Ernesto Sabater y Ángel Rama, además del autor Las muertas quien tenía algunos años viviendo en Paris. Los sobrevivientes narraron a los medios sus versiones: Patrick Meyer decía que saltó del avión, se desmayó en el aire y cuando despertó ya estaba en el piso y encontró entre los pedazos del avión a su esposa e hijo vivos, después de sacarlos entre los escombros la nave estalló.
Leerlo sería parte de recuperar el humor tan indispensable en estos tiempos donde todo se toma a título personal. La risa, como decía Jorge Ibargüeingoitia es la cosa más sería para dejar de serlos.
Fuente: MVS