Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Somos tantos, tantas bocas por alimentar, aunado a toda una larga serie de complejos dilemas socioeconómicos y demográficos por resolver que la verdad da gusto enterarse de tan buena noticia: a finales del año pasado, China obtuvo con denodado éxito una cosecha de arroz sembrado en aguas salinas.
Una economía demográficamente en expansión como la china que durante años implementó la política del hijo único para el control de su propia natalidad también tiene entre sus manos el reto de la disponibilidad de los recursos naturales, alimentarios y no se diga energéticos.
Las políticas sustentables finiseculares caminan al 2020 hacia otro viraje mayormente pautado por el debate predominante: el marcado cambio climático y la mitigación de sus efectos, una derrota que se avizora probable para los seres humanos.
Si llueve demasiado es malo para los sembradíos y si no lo hace, el calor así como la extensión de la canícula provocan una aridez, una desertificación no nada más negativa para las cosechas actuales sino para las futuras porque deja a la tierra sin los fosfatos suficientes para un nuevo ciclo agrícola.
Lo hemos visto y padecido, dicha fenomenología climática en el Niño y en la Niña, también en la ausencia de ciclos regulares porque las cuatro estaciones del año se han convertido en las cuatro estaciones del día; y si las personas lo resentimos en nuestro diario vivir, imagine amigo lector, el proceso de sufrimiento y de readaptación que estamos experimentando las plantas y los animales… en suma todos los seres vivos.
Para los científicos, la terrible factura del cambio climático es su enorme reto: tanto como encontrar la cuadratura del círculo, por eso en China están de plácemes porque sus esfuerzos de más de tres décadas de investigación han dado finalmente sus frutos.
Lo probaron con semillas regadas en aguas salinas, en aguas de mar salado, el gigante asiático pretende aprovechar así las costas que tiene a su disposición orográfica: “Tiene 14 mil 500 kilómetros de costas a lo largo del océano Pacífico y litorales bañados por los mares Amarillo, de Bohai, de China Oriental y de la China Meridional”.
Precisamente esta cosecha que ha tenido éxito (entre 6.5 y 9.5 toneladas de arroz) fue sembrada en aguas del mar Amarillo, la meta ahora es continuar con este proceso que podría alimentar en principio a 200 millones de personas.
En Asia, cuya columna vertebral es el arroz, hay otros países también explorando con una especie de arroz híbrido tal es el caso de Vietnam: según DuPont Pioneer, empresa dedicada a la innovación y a la ciencia, la semilla híbrida PHB71 probada en tierra vietnamita se ha convertido en una solución factible debido a su elevada tolerancia a los niveles de salinidad.
La tecnología biogenética lleva varias décadas trabajando en pro de la mejora de las semillas vía la alteración transgénica, muchas críticas se dan a favor y en contra de los transgénicos, cuyas consecuencias reales en la salud de las personas todavía desconocemos.
La presión actual transpira la eterna disputa malthusiana, la del crecimiento exponencial de la población comparada con el ritmo de producción de los alimentos, entre más población menos alimentos y mayor presión en los precios derivada de la ley de la oferta y la demanda.
De ahí que, la intención de la ciencia, es la de hacer más con poco, lograr el máximo rendimiento de las semillas ante un clima adverso, cambiante, mutable y con cada vez menos disponibilidad de recursos naturales; el agua dulce está amenazada no nada más por el creciente consumo humano sino también por la contaminación porque cada vez llueve menos.
Del riego por goteo en la agricultura, los israelitas se han hecho tan pero tan expertos que ahora venden su técnica al resto del mundo, y es que no todos los países son privilegiados en disponibilidad de agua dulce.
A COLACIÓN
La FAO aumentó su previsión en la producción mundial de arroz en 2017 en 2.1 millones de toneladas a 756.7 millones de toneladas y ello obedece a una mejoría en las cosechas de China y Myanmar que lograron superar el récord de 2016.
El consumo per cápita de arroz medido en 53.9 kilogramos se incrementó en 0.2 kilogramos en la cosecha de 2016/2017; el consumo mundial de arroz subió a 503.5 millones de toneladas de arroz mientras que en las importaciones el Medio Oriente es la principal región en el renglón de las compras internacionales.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales