Para iniciar este 2018 nos encontramos con que el monstruo de la inflación, que devora nuestro ingreso, se volvió más grande y voraz. Luego de experimentar ocho años consecutivos de aumentos promedio de precios de 3.6% saltamos a 6.8%, porcentaje que resulta particularmente importante porque nos indica también la velocidad en que nuestro poder adquisitivo se ha erosionado, o se ha hecho más pequeño en este último año.
El problema se torna más complicado cuando lo dimensionamos a través del tiempo y sobre todo cuando lo comparamos con el ritmo en que crece nuestro ingreso. En los últimos cinco años, es decir, entre 2013 y 2017, la inflación acumuló un aumento de 22% y en los últimos diez años de 51 por ciento. En el primer caso necesitamos 22% más dinero para comprar la misma cantidad de bienes y servicios que cinco años atrás y en el segundo, 51% más.
Los manuales académicos hablan de la inflación como un proceso generalizado y sostenido en el aumento de precios. La realidad que tenemos en México se apega mucho a esa definición, baste comparar el aumento de precios entre países durante la vida del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Mientras que en los 24 años del acuerdo en Canadá los precios al consumidor aumentaron 52% y en Estados Unidos 69%, en México vimos un incremento de 610 por ciento.
El concepto de inflación en sí mismo nos da la idea gráfica de ser un fenómeno acumulativo, en otras palabras, que a la presión de los años anteriores se agrega la de cada año, de ahí el calificativo de inflación y también lo perverso de lapsos de fuerte crecimiento, dado que el ingreso de buena parte de la población no se recupera con la misma velocidad en que se incrementan los precios, lo que convierte a la inflación en un impuesto expropiatorio del ingreso.
En la primera gráfica se observa el valor creciente del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). Es el resultado de una muestra y una fórmula de cálculo, que más adelante se detalla, mientras que, en el segundo gráfico, se observa la variación porcentual de INPC de un año a otro, que es el que nos indica la magnitud del incremento de precios a los consumidores.
Desde su implementación en 1969, el crecimiento anual en el INPC siempre ha sido positivo; durante todo el tiempo que se ha medido la inflación en el país, ésta ha sido creciente. En el transcurso del año, por cuestiones estacionales se llegan a presentar retrocesos en el valor del INPC y por tanto en la inflación, sin embargo, son fenómenos de una sola vez y funcionan básicamente como factor de mitigación en el precio de un bien o servicio para algún sector de la población, el más conocido en el país es el de las tarifas eléctricas por la temporada de verano.
Fuente: El Economista