A las once de la noche, hora australiana, la pista central de Melbourne crepitaba sin cesar porque la amenaza de Hyeon Chung fue cobrando forma hasta convertirse en una realidad. A lomos de una ola de vértigo, el surcoreano pulverizó el regreso de Novak Djokovic a las pistas con un triunfo estruendoso, de esos que dejan huella en los torneos. Después de 3h 21m de erosión venció al serbio (7-6, 7-5 y 7-6) y se presentó definitivamente al mundo con una victoria que le conduce a los cuartos de final del Open de Australia.
No es Chung un dechado de fantasía, porque en su éxito prevalecieron la fuerza y la resistencia muy por encima del talento, pero su alegría significó la pena del gigante de Belgrado. Llegó Djokovic a Melbourne después de medio año en la reserva, debido a una persistente lesión en el codo derecho, y se fue con un diagnóstico certero: no está bien, su dolencia no se cura y avista por delante otra temporada que de no haber remedio de por medio, una curación definitiva que exigirá más reposo y mucha paciencia, puede volver a ser un campo de minas.
Djokovic, de 30 años, ya había advertido de que su reinserción en el circuito iba a ser progresiva, que todavía le duele la articulación –“no está curada al cien por cien”, previno– y que no ha podido prepararse como debería. Aterrizó en Australia sin rodaje, con una nueva incorporación en el banquillo –el checo Radek Stepanek se unió a Andre Agassi– y con algunas variaciones técnicas que exigen tiempo; también, seguramente, más derrotas antes de que su tenis las interiorice. Pedía tiempo, pero con los grandes como él la competición no tiene paciencia y le reclama resultados inmediatos.
Sin embargo, habrá que esperar. Lo de Melbourne probablemente sea un anticipo. Djokovic está lejísimos de Djokovic ahora mismo y no parece que pueda acercarse a medio o corto plazo. Superó los tres primeros compromisos de forma discreta, sin estrecheces pero sin brillos ante Donald Young, Gael Monfils y Albert Ramos, y Chung se lo llevó por delante. El asiático lo atravesó como un rayo. Fue un frontón, porque escupía cada pelota que le dirigía Nole con un recital de piernas y un golpeo durísimo, por muy escorado o forzado que estuviera. Lo devolvió absolutamente todo.
Sencillamente, desquició a Djokovic, que terminó derrengado por el sacrificio y al que desde el primer parcial se le captaron gestos de dolor en el codo, protegido durante todos estos días con un calentador. Sufrió el serbio, negado una y otra vez, y fue cayendo progresivamente en la trampa. Entró al trapo, a ese intercambio insustancial que le propuso el rival, y terminó desesperado. Cerró con 57 errores no forzados, entregó seis veces el servicio y cedió en todos los puntos más o menos prolongados.
Al serbio, falto de ritmo y dolorido, se le vieron las costuras. Este 2018 puede ser otro campo de minas
Chung, 21 años eléctricos, le aplicó una descarga tras otra. Convirtió 47 winners y puso patas arriba la pista Rod Laver. El pasado mes de noviembre ya dio pistas al hacerse con la Copa de Maestros de los júniors, en Milán, y en las Antípodas australianas reventó al exnúmero uno, que tiene además un serio hándicap con el saque. Para evitar que se agrave su lesión –epicondilitis lateral o codo de tenista, habitual en los jugadores y personas que hacen determinados movimientos de una forma repetitiva– ha cambiado la dinámica y padece.
Sufre y, de momento, pierde. Se le descubrieron las costuras. Chung le retrató y se convirtió en el primer tenista surcoreano que se filtra entre los ocho mejores de un Grand Slam. Divisa ahora al estadounidense Tennys Sandgren, otro que dio una campanada eliminando a Dominic Thiem: 6-2, 4-6, 7-6, 6-7 y 6-3, en 3h 54m. Este lunes, en Melbourne, de pelotazo a pelotazo. Fuera el austriaco, adiós a Djokovic.
Fuente: EL País