Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
No va a parar y no será desde luego nada fácil para España sumida en un atolladero político derivado de la crisis secesionista en Cataluña, la intervención del Gobierno del presidente Mariano Rajoy con la aplicación del artículo 155 es una especie de intervención en la vida autonómica catalana.
Ni siquiera la convocatoria a elecciones el pasado 21 de diciembre ha dado una salida, un respiro viable para recuperar la normalidad institucional no nada más en Cataluña sino en el resto del país ibérico. Un país que no puede andar por mucho tiempo con la pata coja.
Hay una severa crisis política en conflicto, entre un grupo que planteó la ruptura y convocó a un referéndum contra las fuerzas del Estado que desde la Moncloa se niegan a dialogar, para dar una salida política certera, durable y creíble a esta tensión que mantiene atrapada en una burbuja de desvarío a 7.5 millones de habitantes.
La novela no parece tener pronto final, cada día se escribe un nuevo capítulo, otro episodio inverosímil que desgrana la política sectaria predominante; no importa ni el daño económico, ni la caída en el turismo, ni las inversiones foráneas que se han retrotraído en la región autonómica aguardando por una solución factible.
Es irrisorio: las elecciones que son resultado del voto popular democrático de los ciudadanos han dado la victoria a Inés Arrimadas del partido Ciudadanos que es la nueva marca de confluencia cercana a la ideología del Partido Popular (PP) no obstante, Arrimadas no quiere arriesgar a buscar la investidura porque no cuenta con los votos necesarios en el Parlament para quedarse con el gobierno catalán.
Las democracias europeas son presas de una fenomenología que cada día cuestiona más la voluntad popular en las urnas, porque la estrella contra una compleja red en la búsqueda de entendimientos para gobernar; no siempre el candidato más votado resulta investido porque para ello requiere contar con los legisladores afines necesarios para entonces sí ejercer el mandato por mayoría absoluta o bien por la simple (arriesgándose en esta última opción a ser constantemente taponeado por el Legislativo).
Tampoco es que a la joven Arrimadas se le vean muchas ganas de gobernar, los de Ciudadanos suelen ser buenos oradores, tienen una presencia fresca, inteligencia y talento pero no dejan de ser ñoños no se les ve con mucho ímpetu para realmente ejercer el poder porque llegar a él pueden… pero ejercerlo, gestionarlo y digerirlo con toda la acidez que provoca el desgaste diario de la toma de decisiones….
Con Arrimadas a un lado, el triunfo es para los independentistas con una mayoría que suma en el Parlament y que permitiría investir a Carles Puigdemont, fugado en Bruselas.
No nada más cuenta con el apoyo de la mayoría de los legisladores sino que la gente le votó (Arrimadas obtuvo el 25.4% de los votos y Puigdemont el 21.7%) y ahora, por ende, quiere volver a Barcelona para presentar su candidatura para investirse y defenderla ante el estrado el próximo 30 de enero a las 15 horas.
Sin embargo, desde el 21 de diciembre pasado, cuando quedó resuelto el puzzle electoral –ya pasó un mes- ha sido imposible conciliar políticamente con el presidente Rajoy, no hay diálogo, el jefe del Ejecutivo está totalmente cerrado dispuesto a agotar todos los cauces, y los tiempos, dejando que sea la justicia la que resuelva la problemática catalana.
La región pide a gritos la vuelta a la normalidad, y requiere para ello una solución política, aunque lo que obtiene es una carga de batería de justicia que no hace más que prolongar el desgaste de todos… desde luego también desgaste anímico.
Largos días de editoriales, tertulias, toda la información alrededor de Cataluña, a Puigdemont le han puesto en el flechero cotidiano para disfrute de la jauría que en los medios de comunicación sirven a la Moncloa. Todos los días son palo tras palo al político fugado como si a vuelapluma pudieran convencerle de entregarse a la justicia en vez de tratar de gobernar como resultado de una elección.
A COLACIÓN
Si entra a España para tratar de investirse por supuesto que por orden de la Justicia será detenido, los memes estos días ridiculizando a Puigdemont en una hipotética y secreta entrada al país rayan en lo chabacano; las autoridades están en alerta, sagaces, esperando que no se monte una cortina de humo para camuflar su ingreso al Parlament.
Ayer, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santa María anunció que recurrirá ante el Tribunal Constitucional la candidatura de Puigdemont y de contar con el aval del Tribunal, los independentistas deberán ponerse de acuerdo entre sí para proponer a otro candidato para la investidura si no la crisis prolongará más allá de la Semana Santa porque habrá que convocar a otras elecciones.
Quizá lo más surrealista sea que el presidente Rajoy tenga la mente puesta en un tercer período de mandato, de hecho, intenta convencer a la gente de que él sería la mejor opción cuando ni siquiera puede sacar los presupuestos generales ni cuenta con la capacidad política para apagar el fuego catalán.
¿Soluciones? Hablar es lo más sensato. Su viabilidad pasa por sentarse en la mesa, con un café de por medio, para encontrar con todas las fuerzas políticas catalanas un concilio que proporcione entendimiento entre las partes. También la inmovilidad y llegar tarde tienen un costo…
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales